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La crisis económica empuja a los jóvenes cubanos lejos de la universidad y el politécnico. Por Jorge Enrique Rodríguez. Diario de Cuba. 

La crisis económica empuja a los jóvenes cubanos lejos de la universidad y el politécnico
Por Jorge Enrique Rodríguez
Diario de Cuba
22 de mayo de 2025

Un joven cubano vende productos agrícolas en La Habana. Diario de Cuba

Tienen que elegir entre buscar un empleo o 'ver cómo a sus padres se les va la vida para que ellos hagan una carrera sin futuro ni a corto ni a mediano plazo', dice un habanero.

"Ya tu sobrina terminó la escuela; no quiere carrera. Hay que buscar un trabajo para ella. Mira a ver si le consigues algo bueno". Mensajes similares se intercambian por estos tiempos en no pocas familias cubanas con bajos ingresos económicos.

Los estudiantes que culminan el preuniversitario en este período escolar no son ajenos a la realidad económica en sus hogares. Una realidad de la que el Gobierno intenta desviar la atención de los adolescentes con medidas que supone atractivas para ellos: bajar el índice académico para acceder a determinadas carreras universitarias o suprimir las pruebas de ingreso a otras.

"El Estado no quiere comprender que ya no se trata únicamente de un descenso en los índices académicos como consecuencia del déficit de profesores, crítico en los niveles de enseñanza secundario y preuniversitario, sino de la desigualdad social sin precedentes que impacta directamente en aquellas familias atrapadas durante décadas en la dependencia de un salario estatal", dice Nancy Arteaga, licenciada en Ciencias Sociales y presidenta de un CDR en La Lisa, La Habana

"Matricular en politécnicos o carreras universitarias, una vez culminada la secundaria o el preuniversitario, ya no es un horizonte para estos adolescentes y jóvenes que necesitan trabajar para colaborar con sus padres en el sostén económico de la familia. Son incontables los núcleos familiares que no pueden mantener los estudios universitarios de sus hijos por el encarecimiento de la propia sobrevida, y esto se traduce en el abandono de los estudios y en la búsqueda de empleos en el sector privado que, por supuesto, es mucho más lucrativo que cualquier trabajo estatal", añade Arteaga, testigo de cómo se acrecienta "este círculo vicioso en familias vulneradas por el 'apartheid económico'".

Luego de pedalear más de seis horas diarias haciendo mensajería, José Carlos Linares dice no tener energía ni motivación para acudir a la facultad donde matriculó el año pasado para alcanzar el duodécimo grado. Abandonó sus estudios preuniversitarios para ayudar a la economía familiar, pues ya era mucha carga para sus padres alimentarlo a él y a sus dos hermanos menores.

"Claro que me hubiera gustado terminar el pre y optar por una carrera universitaria para ser el primer licenciado en la familia. Ese anhelo personal no me abandona, pero no puedo alcanzarlo a costa de ver cómo la salud de mis viejos se deteriora intentando mantener a flote una casa que se nos cae encima, y haciendo malabares para alimentarnos, calzarnos y vestirnos con dos salarios que, sumados, no sobrepasan los 7.000 pesos mensuales", dice Linares. Un cartón de 30 huevos en Cuba ronda los 3.000 pesos.

"¿Cómo se le explica al Estado que estudiar en la universidad en Cuba actualmente requiere el respaldo de una solvencia económica familiar que miles de jóvenes no tienen? Sin un familiar en el extranjero que te pueda ayudar con un teléfono y un ordenador, con el dinero para la transportación y alimentación decente, cualquier carrera universitaria se convierte en una pesadilla, muy lejos de esa idílica propaganda que ponen en la televisión. Son dos telenovelas distintas: la que el Estado dibuja en el Noticiero y la que se vive dentro de los hogares pobres del país", fustiga.

La realidad cotidiana de muchos estudiantes universitarios cubanos revela una brecha cada vez más amplia entre el ideal proclamado por el régimen en su propaganda y lo que realmente viven en las aulas, las residencias estudiantiles y, sobre todo, en los bolsillos de sus familias.

A finales del pasado mes de abril, el medio oficialista Adelante admitía que la situación se agrava para numerosos estudiantes que deben trabajar para ayudar a sostener sus hogares o para cubrir los gastos derivados de su vida universitaria. Mencionaba el periódico a aquellos estudiantes que trabajan en labores desvinculadas de su especialidad, mientras otros se ven forzados a abandonar el curso regular y pasarse al curso para trabajadores, o simplemente a renunciar a su carrera.

"Se habla de cierta dosis de vanidad, o de querer presumir cuando se estudia en la universidad, y eso es una afirmación bastante dolorosa. Es una afirmación ya de por sí clasista que, al igual que el Gobierno, desconoce cuánto cuesta un par de zapatos, una muda de ropa, o cuánto dejan de comer los padres para que sus hijos en edad escolar se alimenten un poco mejor", señala Maryorie Leyva, una joven que abandonó sus estudios universitarios y trabaja en una cafetería privada.

"El par de zapatos más barato cuesta hoy en Cuba el equivalente a tres salarios básicos. Ni hablar de una muda de ropa. Con eso solo bastaría para imaginar el enorme sacrificio de una familia para que un hijo estudie una carrera universitaria de cinco años. Hablamos de un país donde ningún hogar llega a mitad de mes en cuestión de alimentos con salarios estatales, donde el ahorro es una fantasía y tener un familiar en el extranjero es la verdadera aspiración para millones. Dejar los estudios ha sido la decisión más dolorosa de mi vida, y no solo para mí, sino también para mis padres, que sienten vergüenza por no poder aportar más para ver a su hija bajar la escalinata con un diploma de licenciada", añade Leyva.

Abandonar su aspiración de graduarse en el Instituto Nacional de Diseño llevó a que Susana G. Rodríguez atentara contra su vida. Luego de un largo período de recuperación psicológica y un curso, comenzó a trabajar en una farmacia.

"La carrera en el ISDi requería de ciertos recursos que ya mi familia no podía costearme. Teléfono, datos móviles y un ordenador lo suficientemente moderno para soportar los softwares requeridos, abrieron una brecha insalvable. A eso había que añadir el coste del transporte y la alimentación diaria. Resultaba imposible que mi madre pudiera con esa carga y con la de mi hermano que cursaba la secundaria. Entre pagar el alquiler y alimentarnos se le iba a ella su vida. No existe un corazón que pueda aguantar eso con un salario y la pensión por mi padre fallecido. Mi caso no es único ni aislado, solo tienes que recorrer los negocios privados, preguntar a los mensajeros, dependientes, reparadores de celulares y podrás comprobar que más de la mitad de esos jóvenes o abandonaron sus estudios universitarios o al culminar el duodécimo grado decidieron trabajar", explica Rodríguez.

Las perspectivas de un trabajo luego de graduarse en una especialidad universitaria o politécnica tampoco resultan en un incentivo para los adolescentes y jóvenes. Incluso aquellos con familiares en el extranjero aspiran a dos caminos: emigrar o establecer un negocio privado.

"¿Cuál trabajo, lo mismo para un técnico medio o para un licenciado, representa un futuro en la actual Cuba?", cuestiona Alejandro Campos, barman de un restaurante para extranjeros en el casco histórico de la Habana Vieja.

"Mis padres son licenciados ambos y soy yo quien los ayuda a llegar a fin de mes. En ninguna época sus respectivos salarios estuvieron a la altura de sus diplomas ni les alcanzaron para esa vida prometida por Fidel, en la que cada cubano viviría de su salario y que todo cubano desearía trabajar para el Estado. Eso dónde quedó. Al final del camino, la moneda de cambio que se les dio a mis padres fue un reordenamiento monetario y una dolarización de la economía", critica Campos, quien asegura que probará suerte abriendo su propio negocio o emigrará a Europa.

"Al menos yo no vi ningún futuro en titularme como universitario en Cuba y terminar como terminan todos: entre el soborno, la corrupción y con el talento subutilizado en una oficina. Le hablé claro a mis padres: quería una vida honrada pero solvente, porque es un derecho crear una fortuna. Vivir bien, de tu talento y tu sudor es dignidad, y eso actualmente en Cuba es absolutamente imposible", razona Campos.

"A los adolescentes y jóvenes que abandonan sus estudios o que rechazan optar por una carrera universitaria para ponerse a trabajar los entiendo perfectamente: están en la misma encrucijada de miles que prefieren trabajar antes de ver cómo a sus padres se les va la vida para que ellos hagan una carrera sin futuro ni a corto ni a mediano plazo", concluye.