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Francisco, el Papa que veneró a los líderes del Socialismo del siglo XXI. Por el Doctor Alberto Roteta Dorado.


Doctor Alberto Roteta Dorado. Santa Cruz de Tenerife. España. Ha muerto el Papa Francisco, quien, según los cánones de la Santa Iglesia Católica, fue el representante de Dios en la tierra. Para algunos este canon carece de sentido, toda vez que Dios en su omnipotencia no admite ninguna representación terrenal. Para otros no deja de ser un símbolo del poder de la más alta figura de la Iglesia Católica Apostólica y Romana. En cambio, muchos asumen de manera literal lo que se pierde entre el símbolo, la tradición y la realidad, o sea, la idea de la representación Divina en un mortal.

Se podrá estar de acuerdo o no con dicho precepto; pero de lo que no hay dudas es de que, al menos, este Papa que acaba de desprenderse de sus vestiduras mortales no pudo ser un represente de la Divinidad; algo que quedará para la historia de la humanidad y de manera muy particular para la historia del cristianismo y de la Iglesia Católica.

Su liberalismo progresista excesivo, en contradicción con las tradiciones de Roma, fue más allá de lo concebible. Omito los múltiples ejemplos para evitar las susceptibilidades de unos y la ira de otros. Asumió las concepciones de lo inclusivo con una perspectiva bastante cercana a como lo hace la aberrada izquierda de estos tiempos, lo que no le convirtió necesariamente en un socialista radical; pero si en un ser muy cercano y afín a las tendencias progres.

Pero no es precisamente ese liberalismo sinigual lo que más lo desacredita en relación con ese supuesto elemento divino de su naturaleza humana. Se trata de su posición política abiertamente a favor de todos los líderes de las más terribles dictaduras del mundo, lo que contradice su rol. Sus estrechos vínculos con Raúl Castro, a quien admiró sobremanera ― hay grabaciones televisivas con sus palabras de elogio al dictador comunista cubano ―, con Miguel Díaz Canel, a quien recibió con honores en el vaticano, con Nicolás Maduro, Evo Morales, Cristina Fernández, Dilma Rousseff, Rafael Correa, entre otros líderes del llamado Socialismo del siglo XXI, sin olvidar su estrecha relación con Luis Ignacio Lula da Silva, exprisionero y político brasileño con un historial delictivo comprobado y una pasión terrorífica por el socialismo, son pruebas irrefutables y más que convincentes que demuestran el lado oscuro de alguien que, se supone, fuera un ser inmaculado y bendecido espiritualmente.

Foto debajo; Francisco junto al dictador cubano Raúl Castro. Hay grabaciones televisivas con sus palabras de elogio al dictador comunista cubano.


En una entrevista realizada el 7 de noviembre de 2016 por Eugenio Scalfari, fundador del diario italiano La República, aunque su contenido no se publicó hasta el viernes 11 de noviembre del propio año, Francisco hizo declaraciones muy distantes del verdadero sentido de la religiosidad cristiana. El propósito del diálogo no fue precisamente hablar sobre comunistas y cristianos, sino conocer la opinión del Papa sobre Donald Trump, algo que el líder religioso manejó de manera ética al afirmar que no hacía juicios sobre las personas o los políticos; sino que pretendía comprender “cuáles son los sufrimientos que sus modos de proceder causan a los pobres y a los excluidos”.

Al tratarse el tema de su posible comunión con las ideas marxistas fue que afirmó: “mi respuesta siempre ha sido que, en todo caso, son los comunistas los que piensan como los cristianos (…) Cristo habló de una sociedad donde los pobres, los débiles y los excluidos puedan decidir. El pueblo, los pobres que tienen fe en el Dios trascendente son los que tienen que ayudar a lograr la igualdad y la libertad”.

Tal vez el "Santo Padre" conoció algunos conceptos propuestos por los marxistas, los que desde el punto de vista teórico pudieran considerarse, hasta cierto punto, con alguna similitud a las ideas que se supone proclame la iglesia, toda vez que la igualdad entre los hombres, la justa repartición de bienes, y la supresión de las luchas antagónicas entre las clases sociales, son algunos de las propuestas socialistas, al menos desde el punto de vista teórico, lo que el Papa que acaba de morir asumió como posibles puntos de coincidencia entre comunistas y cristianos.

Foto debajo: Francisco fue un admirador acérrimo de Lula da Silva, exprisionero y político brasileño con un historial delictivo comprobado y una pasión terrorífica por el socialismo.


No obstante, en el orden práctico ―y esto el Papa debió saberlo muy bien―, ni los comunistas, ni todos los cristianos ponen en acción las ideas que teóricamente expusieron los precursores del socialismo contemporáneo, ni los que dicen seguir las enseñanzas que proclamara el noble redentor del mundo.
No les corresponde a los líderes comunistas ni a las personalidades religiosas del presente abordar los complejos temas de la justicia social, la equidad, la pobreza y la marginación, por cuanto ni los seguidores del socialismo, ni los que administran la fe cristiana sufren como consecuencia de estos males que azotan a gran parte de la humanidad.

El mensaje predicado por Cristo no tiene absolutamente nada que ver con las tendencias socialistas, ni con el cristianismo de estos tiempos. Hay mucha riqueza material acumulada para beneficio de los que están en el poder, que si se invirtiera en intentar atenuar la hambruna de millones de hombres del mundo sería un ejemplo de acto altruista; pero los comunistas no solo permanecen ajenos al sufrimiento y al dolor humanos, sino que lo proporcionan a través de su ambición de poderes y de su maldad desmedida.

Las palabras del Sermón de la Montaña, atribuidas al Cristo Redentor, según el evangelio de Mateo, demuestran la grandeza de aquel que, despojado de las trivialidades terrenales, supo ofrecer un mensaje edificante, muy distinto a los conceptos de los comunistas y muchos de los cristianos actuales: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

Debió saber, además, el Papa Francisco que fue precisamente un comunista el que asumió la frase “la religión es el opio de los pueblos” para arremeter contra la religión. Karl Marx (1818-1883), el teórico alemán, utiliza la idea de Bruno Bauer (1809-1882), su amigo personal y maestro, miembro ―al igual que Marx― de la izquierda hegeliana; pero no es de Marx, como se cree, sino que este la utilizó en su Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, escrita en 1843 y publicada el año siguiente en el periódico Deutsch-Französischen Jahrbücher, editado por el propio Marx.

Según las interpretaciones del evangélico Antonio Cruz, el sentido de la frase es “manifestar que las religiones eran como sedantes o narcóticos que creaban una felicidad ilusoria en la sociedad; drogas que contribuían a evadir al hombre de su realidad cotidiana”. No obstante, tomar solo la célebre frase y sacarla de su contexto puede dar lugar a interpretaciones erróneas, por lo que cito textualmente el párrafo de donde se asume la polémica frase atribuida a Marx:

“La miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma. La religión es el opio de los pueblos. Se necesita la abolición de la religión entendida como felicidad ilusoria del pueblo para que pueda darse su felicidad real”.

Al parecer el Papa Francisco prefirió otras interpretaciones y dejar a un lado la idea de la abolición de la religión, pues su defensa del comunismo ha sido reiterativa. Dos años antes, o sea, en 2014, el diario italiano Il Messagero, publicó una entrevista en la que se le asoció al comunismo, a lo que respondió: “Yo digo solo que los comunistas nos han robado la bandera. La bandera de los pobres es cristiana. La pobreza está en el centro del Evangelio. Los pobres están en el centro del Evangelio”.

Se supone que Don Francisco supiera que fueron los comunistas los que prohibieron la religión en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, y el resto del llamado campo socialista, amén de haber perseguido a los que profesaban la fe cristiana, entre ellos a Juan Pablo Segundo, que se formó escondido de los comunistas polacos, algo que luego asumió el dictador Fidel Castro al proclamar el sentido socialista de la revolución cubana, con lo que proscribía a los católicos de la isla.

Rectificar es de sabios. Ojalá el nuevo Sumo Pontífice, que será elegido en breve, no siga la línea de liberalismo progresista tan cercana al socialismo defendida por Francisco. Hay que esperar con reserva lo que en realidad ocurra, toda vez que el propio Papa se encargó de aglutinar a muchos cardenales afines a su línea (15 progresistas y 53 pastores bergoglianos, estos últimos, defensores de la inmigración, las políticas climáticas y relativamente progresistas en lo social) de la totalidad de 137. Ellos serán los encargados, junto a 39 llamados periféricos ― por su origen geográfico, mayoritariamente del Tercer Mundo, conservadores en lo social, pero socialistas en lo económico―, 25 conservadores y 5 tradicionalistas, de elegir al nuevo Sumo Pontífice.

Los feligreses, y de manera general todos, esperamos que se pueda enmendar la descabellada idea de Francisco de que los comunistas piensan como los cristianos. Recordemos la Encíclica Divini Redemptoris, del Papa Pío XI, donde se encontrará sus sabios consejos: “no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que quieran salvar de la ruina a la civilización cristiana”. En dicho documento afirmó que el comunismo es “intrínsecamente perverso (…) pretende derrumbar radicalmente el orden social y socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana”.

El entusiasmo banal de los socialistas ha terminado. Nació como utopía en los ya lejanos tiempos de Thomas Moro, y como utopía quedará para la historia a pesar de los múltiples intentos por hacerlo renacer. Si el cristianismo pretende sobrevivir en el presente será mejor que se aparte del comunismo, que es el verdadero opio de los pueblos.

Por suerte para la cristiandad el ejemplo de otros pontífices aún sigue en pie. Recordemos a los dos más recientes, Juan Pablo II, el hombre sabio, humilde y bondadoso y Benedicto XVI, el gran erudito y profundo teólogo. Sin embargo, la imagen más cercana, por desgracia, es la de alguien no merecedor de un rol de tan magno significado.

Para muchos será siempre el Papa que veneró a todos los malvados líderes del Socialismo del siglo XXI.

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