La voz en Suecia de los cubanos cívicos de intramuros y del exílio

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Hoollywood compeón dicta la norma.Por José Vilasuso Rivero.

Hoollywood compeón dicta la norma.
Por José Vilasuso Rivero
6 de abril de 2025
Al maestro con cariño

El resto sentimentalismos indesprendibles del subgénero y convencionalismos hispano parlantes. Abstenerse de objetar lo obvio equivale a complicidad disfrazada o encubierta.

Aclaración indispensable. La inserción en estos apuntes de una esquiva referencia a Cuba, corresponde al catapulteo del tópico en la plena intensidad de su ofensiva ideológica.

De vez en cuando el tema pedagógico salta a la pantalla. Pese a que en justicia augura cuidadosa atención; tal vez al instante de las culpas los máximos productores sean los corifeos o al menos sus achacables de mayor responsabilidad. Al invocar la temática, no puedo desgajarme de aquel incidente aleccionador ocurrido en Bellas Artes, Santurce, San Juan, P.R para despedir al maestro Jaime Escalante. Momento impar extraído de una visita histórica acreedora de supremo aprovechamiento para tirios y troyanos. El maestro aguardaba las preguntas del público. Más que tensos prevalecíamos encantados debido a la ansiedad general. Aire fresco típico de la primavera pasada por alto. A las resultas, alguien rompería el hielo; se presentía, murmuraba. De repente una voz femenina se dejó escuchar: ¿Maestro, ¿cuál es el componente fundamental en un aula escolar? La respuesta escueta y contundente no albergaba dudas. El comportamiento de los estudiantes. Del comportamiento deducimos su aprovechamiento.

De seguro y por seguro se escucharían exclamaciones, asombros, desencantos ¿apoyo, quejas? Es posible. Seguidos por rumores generalizados y elevados al cubo. Claramente se recogieron criterios divergentes y vueltas de jetas contra rostros encontrados. Imposible englobar tan diversas, abstenciones o cortantes sonrisas de doble filo. El barullo prevalesciente sugería manifestaciones imprevistas, súbitas y/o desconocidas. Escalante alternaba amigablemente con la concurrencia. A ratos se captaron expresiones catalogadas cómo provechosos intentos de desentrañamiento.

Así las cosas, no sabría decir ¿por qué? Al tirar un vistazo a la presidencia del evento: TODAS LAS BUTACAS ESTABAN VACÍAS.
Las máximas autoridades educativas de P.R se habían ausentado del evento.

La moraleja del incidente queda a conciencia del amable lector. Pero hay más qué interrogantes sobre el tablero. Surcadas por el trillo y mediando una etapa singular comenzada a inicios de aquellos años cincuenta con el notable filme: Al Maestro con Cariño, protagonizado por Sidney Poitiers y cuya prolija enumeración de exitosas cintas acumula, y traspasa memorias, interrogantes y las más antiguas colecciones de todo metraje. Incluso una vez más la llamada izquierda, al parecer a impulsos de factores más allá del bien y del mal, decidio catalogar aquellos filmes incluidos sus inspiradores, cómo no aconsejables, o inconvenientes, y a fin de aplicarles una especie de leve censura tácita. Mejor dicho, su poder de control aplicado al ras de sentenciar no sólo las películas, sino la profesión honrada por María Montessori, Peter Tabichi, Jean Piaget, John Dewey, Albert Einstein, Simón Rodríguez, Andrés Bello, José de la Luz y Caballero, Félix Varela, y una legión interminable de conspícuos caractéres consagrados a la enseñanza y/o al magisterio. Y claro, como cualquier empeño a la cañona, mollero y empuje ideológico; algo había de hacerse con orientación opuesta. Necesitábase urgentemente. Nada debía quedar impune.

Manos a la obra, se dijo, y en breve. Cual resumen de sesudos cabildeos, interioridades bajo voz, recursos, consultas e inconsultas muy propias entre hombres de muchos números. En pragmática síntesis, se seleccionó a la actriz Julia Roberts para el papel estelar de La Sonrisa de la Mona Lisa, cinta calificada como La Sucesora de La Sociedad de los Poetas Muertos qué, cómo destino último se inclina por camino marginado y quizás hacia su elevación hasta las nubes. Apenas transcurren las escenas iniciales. La señora Roberts campea por sus respetos. Excelente actuación integrada en general por joven elenco femenino. El filme se desenvuelve acorde a la esmerada dirección de Mike Newel y sin duda ni apelación, obtiene su objetivo. Colofón, cuándo la maestra abandona la escuela y las chicas en bicicleta, la despiden siguiéndola por la carretera; las tomas de cierre rivalizan con las excelencias del género.

Punto y aparte. La Sonrisa de la Mona Lisa pese a cualidades loables no encaja en el género rechazado, excluido o considerado por Hollywood, innecesario y fuertemente amarrado a la curiosa afirmación de su carácter subalterno e inherente al magisterio. El objetivo cubre diferente meta, harina de otro costal. La protagonista con igual éxito pudo actuar cómo maestra de arte, enfermera o comprensiva gerenta de una famosa o imaginaria, moderna y lujosa tienda por departamentos.

Parece inaudito. Una profesión reconocida, la Pedagogía acreedora de parabienes en toda latitud, altitud o similitud no debía testimoniar el padecimiento y tristezas de los antedichos bofetones. Sus causales a los cuatro vientos. Corifeos de campañas no se esconden. Pensar, repensar y hacer pensar no es compatible con partidarismos a todo trance. Los intereses no crecen, carga sin flete. Al cabo de todo esto. La marcha del tiempo por el medio y más tarde que temprano, el silencio de Hollywood debía quebrarse. Mejor dicho, superarse. Admitiendo hasta su tardanza sobregirada en exceso. Público, estudiantes y maestros hemos permanecido pendientes. Pero para quitarnos asombros y espasmos. La historia no se mide por lógica. Posee incontables lapsos sin explicación. También la Cuba actual cumple sesenta y seis años desde su fecha luctuosa; primero de enero de 1959. Prosigamos pues.

Los valores en suspenso al menos en pantalla cinematográfica de habla inglesa, no toleraron leve motivo de reposo. El maestro en esencia personifica virtudes humanas conservadas desde El Antiguo Testamento, Atenas y Roma. Por consiguiente, la tarea asignada al señor Keating en Detroit o la señora Cruel en California contabilizó algo superior al simple asomarse discretamente a su infinito universo o mejor dicho: universo infinito. Los años de espera jamás llegarían a desesperarnos. Aguardamos confiados pues. Hasta un día. El día que México estrenó. Radical.

En su marcha, Sergio Juárez Correa (Eugenio Dérbez) anónimo maestro toma posesión de su aula, sexto grado en la escuela José Urbina López, estado de Matamoros, adjunto a la frontera con Browsville, Texas; entorno de drogas, violencia, desmoralización contagiosa y total decadencia rampante y generalizada. Desde su preliminar advertencia la escuela se inserta en la rigidez disciplinaria y método trillado resumido en uniformar el conocimiento. Positivismo en acción. La forma prevalece sobre el fondo. Innecesario ahondar en particularidades y peculiaridades. Motivados porque el maestro desde su debut impartiendo explicaciones, trae algo diferente escondido bajo el brazo. Los estudiantes observan curiosos, siempre intrigados para rechazarlo o persuasivamente, al descubrir señas imprevistas desde la Antigüedad, la originalidad; hasta nuestros días.

El celuloide se enriquece en pasajes, ambientaciones, incidencias modelos y anécdotas para satisfacer las preferencias del público más inquieto. A gusto del consumidor. Sergio Juárez pronto logra ganarse varios muchachos quienes advierten su apartamiento de las convenciones y reglas del juego. Mediando secuencias por momentos hasta nos confunde. Aquélla aula de sexto grado ofrece otra experiencia, distinta sin duda, y despierta los resquemores, prevenciones y desconfianza del director, representativo y portavoz del oficialismo estandarizado. Contrastantemente el maestro trabaja atento y fiel a su vocación, dictados e impulsos inspiradores.

Experiencias de clase, personajes, episodios sobreabundantes en sorpresas, ingenio y expectativas hasta estallar en soluciones inesperadas sucediéndose hasta desbordar su repertorio imaginable y por imaginar.

Un caso escogido a rumbo y azar. En sus charlas Sergio ha mencionado personalidades famosas: filósofos, novelistas, científicos y a John Stewart Mills pensador inglés y teórico de la economía liberal, siglo XIX. Una alumna surge en escena grabada con el nombre y picada por la curiosidad: desea conocer al tal John Stewart Mills. Vaya a la biblioteca, en un mohín semi de espaldas se le responde objetiva y ajenamente. Los servicios, profesionalidad e interés propios de la biblioteca se duelen desatendidos y bajo control de burócratas haraganes y distraídos; una mano largamente extendida, y el bisílabo: allí, señalando un laberinto vetusto, polvoriento y polilloso: reserva intrincada para sinnúmero de apilados volúmenes en colección, en cuyos lomos se lee: León Tolstoy, Charles Dickens, Sófocles, Eurípides, Esquilo, Tomás Alba Edison, Las Mil y Una Noches, Alejandro Magno, Jonathan Swift, Jenofonte, Piotor Ilitch Tchykovsky, Tomás de Aquino, Martin Lutero, Simón Bolívar, Víctor Hugo, Maximiliano Robespierre, sólo al final del pasadizo interminable la niña descubre John Steward Mills grabado en el lomo de un grueso volumen.

Mi pregunta indiscreta se resume. Picada por la curiosidad ¿qué efecto pudo implicar para la niña aquella búsqueda, hallazgo, apertura y hojeo del tomo suministrador de John Steward Mills? Su inesperado, estimulante y sorpresivo enfrentamiento con el saber; me detiene en seco, pero sin extendernos por horizontes de grandeza; por lo tanto a través de otras mil y una noches maravillosas, incapaces e insuficientes para compendiar lección magistral tal de humanismo profundo, vastedad y sedienta sabiduría, esbozada por la inquieta jovencita. En esta secuencia me detengo. Es bastante y le adeudamos apología. ¿Existirán reglas tales, sistemas, normas concretas y/o específicas, para regir, medir y aprovechar el aprendizaje? Mientras la alumna lee el texto revelador de su insaciable ansiedad, ¿Qué cuarzos de su humana inteligencia seremos capaces de descubrir?

Por otra parte, su temática, trama, desarrollo y el mero engranaje de la obra, motivaron críticas recopiladas a partir de un sonado artículo Wire 2013, rezando. “Una forma radical de fomentar genios” firmado por Joshua Davis. En otras palabras, el director del filme Christopher Zalla obedece a creadores de habla inglesa. La cinta estrenada en 2023 en el festival de Sundance, Salt Lake City, Utah, redondea la justificación y aceptación de su reconocido éxito. Por sendero similar, Rotten Tomatoes, sitio web; “el 94% de las sesenta y dos reseñas escritas en inglés son positivas.” David Rooney, Hollywood Reporter afirma que, “Zalla se adhiere a las convenciones del subgénero y no escatima en sentimentalismos, aunque Radical se gana con creces su creciente recompensa emocional.” Johnny Olenksinky llama a Radical: “joya en español sobre el impacto de un maestro real en una ciudad pobre de la frontera mejicana.” Y es bastante. Mejor diría que sobra.

Ahora al grano. Subgénero cinematográfico consiste en cautivar a los estudiantes adoptando enfoques de la pedagogía poco o nada convencionales animándolos para abordar sus problemas e incógnitas de una manera creativa. El maestro al aplicar este principio consigue de sus estudiantes respuestas correctas. Caramba. Si a semejante evidencia la calificamos de subgénero; haciendo comparaciones, sinceramente no me explico cómo:

Pareja de policías enfrentándose a una banda de malechores durante tiempo indefinido, a tiro, fuego y bombazo limpio; detonaciones electrizantes; ametralladoras automáticas estremecedoras hacen trizas parapetos y maderámenes; en el fragor de la acción, los policías echándose al piso de inmediato, y refugiados al pie de una camioneta; aguardan inmóviles hasta confirmar cómo a los villanos se les acaben las balas; garantizada su seguridad, los policías se vuelcan acrobáticamente, a la carga: cayendo flexibles y escarranchados, patas abiertas, seguros, firmes y abriendo fuego cruzado en ráfagas abarcadoras, chispeantes, de extremo a extremo, ida y vuelta; vuelta e ida, de manera que cada adversario si no se fulminó al paso, fulminaríase al repaso. Al final silencio absoluto. Quietud alucinante. Respiraciones entrecortadas. Chequeo de total inanición en toda el área abarcable a través de la pantalla. Concluida la acción, los policías victoriosos, soltando el bofe, humeantes sus armas, confirman uno a uno los inmóviles cadáveres. Recogen sus yerros yacentes a los cuerpos entomatados de pies a cabeza; inmóviles pero siempre reconocibles. Un policía quien pese a maromas, carreras y saltos trapezoidales, continuamente sosteniendo el fuego, mantuvo su gorra bien ajustada. Este personaje es negro, indispensable aclaración, puesto que, al chequear los cuerpos de los malechores, debido a la densidad de la oscura noche hasta el momento fue imposible percatarse de la no menor oscuridad de su piel.

He ahí el modelo ejemplar de un verdadero género cinematográfico moderno, innovador e indiscutible tecnológicamente. Las utilidades superaron los estimados presupuestados. Hollywood siempre Hollywood.