La lavadora cubana. Por Rafaela Cruz.
La lavadora cubana
Por Rafaela Cruz
28 de marzo de 2025

¿Es realmente el régimen tan estúpido que lo poco que tiene se lo gasta en turismo y no en comida y electricidad para aplacar la amenaza de un estallido popular? Debe haber otra razón para esta inversión suicida.
Cada vez que el castrismo nos azota el rostro con sus "estadísticas" sobre inversión nacional, moretones de perplejidad emergen viendo cómo, después de convertir a Cuba en el noveno círculo del infierno de Dante, pretende que vengan turistas aquí a compartir nuestra hambre, fotografiar nuestras montañas de basura, jugársela con nuestra delincuencia urbana, arriesgarse a morir de cualquier enfermedad curable en cualquier país donde haya al menos aspirina, y sufrir mosquitos en la oscuridad tórrida de apagones tropicales, quizás acompañado por una doctora en ciencias que se prostituye con la esperanza de emigrar.
El turismo en Cuba nació muerto porque su mercado más importante está cerrado a dictaduras ladronas y otras lacras, y hace años que las cifras de crecimiento del turismo a la Isla no justifican la proliferación cuasi enfermiza de hoteles, lograda invirtiendo en este sector muchos más recursos que en agricultura, salud, educación y el sistema eléctrico nacional en conjunto.
En el momento más bajo de la economía cubana va y levantan el edificio más alto de la Isla. Una grosería de concreto y cristal que nos ofende a gritos cada vez que en una Habana a oscuras brilla la Torre K.
¿Cual es la lógica detrás de este haraquiri turístico-económico?
Y es que por más que el castrismo tenga atada y amordazada a la sociedad cubana, imposibilitándole que se organice y levante, entre el hambre, los apagones, las enfermedades y demás desgracias cotidianas, es casi inevitable que los cubanos eventualmente se lancen a protestar en masa, aunque sea como en el 11J, sin más organización que el estribillo de una canción y la rabia desbordada ¿No teme tal estallido el castrismo?
Cierto que estos eventos no son una amenaza inmediata para la estabilidad del régimen, pues al carecer de organización y liderazgo son fácilmente controlables con tonfazos y perros policías llevando perros entrenados, pero no son eventos que al régimen le convengan. ¿Por qué no intenta evitarlos equilibrando un poco las inversiones, y en vez de dedicar tanto a turismo, invierten más en agricultura? Aunque sea para disfrazar el hambre con boniato y fongo.
En otros artículos aventuramos la teoría del activo fijo. A diferencia de Fidel Castro, que era un líder nato —como Hitler—, Raúl Castro no levanta pasiones, su posición ha tenido que pagarla al contado, siendo su base de poder no un PCC que obviamente desprecia —¿por qué si no le pondría al frente a un inepto como Díaz-Canel?—, sino GAESA, su ejército de toda la vida, entre quienes ha repartido a granel entorchados de coronel y general… y probablemente hoteles.
Fidel Castro no pudo cumplir su sueño de desecar la Ciénaga de Zapata, pero a cambio desecó el país entero. En estos despojos por donde deambulamos como zombis. Entre escombros de pueblos y ciudades que son sombras de sí mismas había poco para que Castro II pagase fidelidades; hacer hoteles era una solución casi obvia.
Aunque los hoteles no generen mucha plata, incluso aunque den pérdida, siguen siendo inversiones valiosas hoy sin americanos, que se convertirán en minas de oro mañana cuando los yankees regresen a neocolonizarnos, es decir, a neoneocolonizarnos. Desconocemos nosotros aquí abajo cómo se reparten ellos allá arriba la propiedad de los hoteles, y un día, cuando todo esto pase a mejor vida, guayaberas y chaquetas verde olivo serán sustituidas por trajes y corbatas de oligarcas tropicales reconvertidos en potentados hoteleros… esa jugada está cantada.
Pero, ¿es esta explicación suficiente?
Viendo como pasa el tiempo y no pasa ni una tiñosa por el mar, y sin guaguas y los problemas, y los derrumbes y los problemas, y más apagones y más problemas con el reordenamiento que nada ordena, ¿es realmente el régimen tan estúpido que lo poco que tiene se lo gasta en turismo y no en comida y electricidad para aplacar las amenazas de un estallido popular? Debe haber otra razón para esta inversión suicida.
La explicación más sencilla que según Ockham es normalmente la más probable, sería que el castrismo gasta tanto en turismo porque no puede gastarlo en otra cosa, y con "no puede" resaltamos el no poder del latín potis esse, referido a capacidad de hacer algo. No tiene capacidad el castrismo para invertir de otra manera, probablemente porque el dinero no es suyo, es de alguien más que está usando la Contabilidad Nacional como máquina lavadora. ¿Dinero ruso sin acceso a Occidente? ¿Carteles mexicanos que financian a Morena? ¿Irán? ¿Corea la muy mala?
Sencillamente, las barbáricas sumas que declaran invertidas en ladrillo hotelero no pueden destinarse a otras inversiones mucho más rentables para el país, como agricultura o el calamitoso programa de trasplante renal infantil, porque no es dinero del Gobierno, sino dinero que el Gobierno lava sobrefacturando en sus gastos turísticos.
Huele muy mal esta combinación de inversiones desproporcionadas en turismo y falta absoluta de transparencia en la gestión de recursos públicos, que es como en Cuba se llama a los recursos del castrismo. Apunta todo a que algo turbio se cocina ahí, y no nos referimos a los jamones con moho que sirven en la mesa sueca del Hotel Nacional.
Por supuesto, esta teoría no excluye a la de los hoteles como sobornos de fidelidad al régimen, se entrelazan y potencian, y aunque no hay manera de probarlas, pues a fin de cuentas vivimos en dictadura, es realmente difícil encontrar una mejor explicación para el modo en que el castrismo dice que invierte los recursos de un país más pobre de lo que los números muestran.
La ropa sucia se lava en casa, anuncia el castrismo en el grupo de whatsapp "Dictadores de mi corazón", y termina la frase con ese emoji que guiña un ojo cómplice. "La Perla del Caribe" es hoy una marca de detergente.