Del presente al pasado, y volteando el pasado, alcanzamos la originalidad de Irving Babbit un producto hallado en el pasado del no menos original Sinclair Lewis. Por José Vilasuso.
Lcdo. José Vilasuso Rivero.- Todo eso de los tantos escritores, artistas, músicos y hasta el cine tiende a desaparecer. Cuestión de tiempo. La inteligencia artificial los va superando.
Un exitoso hombre de negocios.
En estos días por aquí andamos un poco o mejor dicho bastante preocupados, pues resulta que desde Washington anticipan noticias tocantes al destino del Departamento de Educación; recién aparecía en prensa la persona designada para el desmantelamiento del mismo; de manera que todo viene por trillado su camino a fin de ahorrar dólares que, en el futuro se han de invertir ¿mejor? ¡Vaya caramba! No recuerdo el nombre de la designada dama, pese a enterarnos de sus gestiones durante la administración anterior republicana y siendo el actual presidente, la misma ocupó un envidiable cargo en otro departamento federal de servicios sociales: ayuda para necesitados, o parecidos menesteres posteriormente dirigidos al ahorro del presupuesto; achicamiento, economía en general y por supuesto de inmediato; baja de impuestos. De esta manera reducidas tantas cargas impositivas, los hombres de negocios se sentirán aliviados, menos gastos, y capitales libres para operar con aseguradas y más generosas utilidades.
Censurado. A resultas del corriente rompimiento de cabezas, y recortes, se apuntala y clava hondamente en la mera incapacidad predominante podremos comprender cómo nada o casi nada de todo lo acontecido hasta hoy vale la pena. Pan comido, digerido, y lo peor se nos impone avalado por la ignorancia supina o supina ignorancia, carcomiendo viciosamente a los responsables supremos del presente desorden. Las autoridades desconocen cómo medidas improvisadas y/o a la cañona, muy raras, rarísimas veces devienen rentables; en su lugar burdo calcomanía de esa asignatura repudiada y rechazada por gruesa porción de nuestro estudiantado en PR. La historia. No pocos rechazan la historia instintivamente. En cualquier centro educativo escuchamos protestas y quejas así: a nosotros no nos importa el pasado. Error lamentable perdido en el ocaso de los tiempos y nuestros salones de clases vacíos.
Pero contrariamente si conociéramos un poco mejor algunos precedentes, nos avergonzaríamos del daño incalculable efecto de los errores de hoy que al repetirse, provocaron ayer, o ayer provocaron lástima.
Me remito pues al pasado.
Corrían los primeros años veinte del siglo anterior. Warren Harding electo presidente de Estados Unidos. Su triunfo desencantador pues desde sus primeros pasos en La Casablanca, el presidente pisaba incierto de carácter, dudaba, carecía de liderato, no le servía el flux, se decía y fallos del procedimiento electoral, lo habían sentado en la máxima butaca de la nación. Accidentes, fatalidades del diario vivir. La democracia también vive repleta de fatalidades y accidentes del vivir diario. El error, el imprevisto: imprevisible e indespojable de toda sociedad libre y abierta. Por aquellos tiempos USA retornaba de la primera guerra mundial, Woodrow Wilson figura internacional y en lo sucesivo América superaría sus “cow boys,” trabajo a jornada completa, Coca Cola, y el jazz. Supuestamente se esperaba el surgimiento de una gran potencia con quien habría que tallar a toda instancia y toda hora de los mameyes.
Pero esta encomienda idealista e idealizada no se arraigaba en tan inmenso espacio territorial, ni social heterogénea composición. Los americanos no estaban tan orgullosos de Woodrow Wilson ni eran tan asimiladores de su política como se hubiera soñado, o mejor dicho quisimos soñarlo. Se estrenaba una nueva etapa consagradora de la fama pero para ciudades como Chicago con AL Capone, Dillinger; Carlos Marcelo en New Orleans; rodaban los primeros automóviles Packard, con sus parabrisas, cuatro ruedas, una de repuesto y techo de lona; poco después o mejor en el ínterin El Espíritu de San Louis se revelaría con Charles Lindberg al volar sobre el océano Atlántico en su destartalado aeroplano de dos alas temblorosas, motor de hélice; mientras Jack Dempsy y más tarde Joe Louis atraerían la atención mundial con sus puños de acero y guantes de oro; el gran Babe Ruth marcaría la inigualable cifra de sesenta vuelcacercas en una temporada; mientras Spud Chandler, cruzaba el mero centro del “home plate” y Lou Gehrig ovacionado, se despedía del gran público en Yankee Stadium para inmortalizar al rey de los deportes. Ah cuidado; pero América no era sólo aventura, acción, dólares y músculo. Surgían nuevos escritores y artistas, talento creador, heredado de Mark Twain, y navegando por el Mississipi adeudo a la inspiración del gallardo Stephen Foster, Old Man River, en la voz de aquel argentino impar Dick Haymes; por entonces se iniciaban AL jolson, Frank Sinatra, Bing Crosby, Benny Goodman “rompiendo un par de zapatos” de tanto bailar, “Preservation Hall” en Bourbon Street de Nueva Orleans cuna del jazz internacional, obra del desconocido, heroico y tenaz Sam Jaffe. Empero el empeño y a todo pesar, la creatividad arrastra una misión designada por Dios. Protestar. He ahí el deber ineludible e insoslayable. Si el escritor no protesta ¿quién? Por consiguiente cualquier artista conforme y resignado traiciona su arte, digiere y se traga las crudezas.
Misión nuevamente incumplida. Aquella generación leal todavía hoy nos honra, y la componían literatos, estrellas del celuloide y escenarios; inconformes todos con el aislacionismo patrocinado por el presidente Warren Harding y el partido republicano. Nada nuevo bajo el sol. ¿Verdad que si? No fue una generación de cobardes, ni cierta media tinta de cuyo nombre no quiero acordarme. Americanos aun pacifistas, pero honestos y asimiladores del mensaje ofrecido por Woodrow Wilson. Adios a la Armas se tituló la novela de Ernest Hemingway cuya primera versión en pantalla con banda de sonido interpretaron Gary Cooper, Helen Hays, y Adolfo Manyou, Artistas Unidos si la memoria no me falla; Hemingway consagrado desde 1922, con Fiesta, obtiene el premio Nobel de Literatura en 1954: (EL Viejo y el Mar); dos años después aquella historia regresa al celuloide con Rock Hudson, Jennifer Jones, Vitorio Da Sicca. Pero el empeño creador pese a lo tanto empeñado; empero no daba abasto; la brillantez, certidumbre y su acierto no cejarían y el sur, el viejo, profundo, profundo sur, se reservaba otra pluma no menos agraciada surgida en el condado de Yonakpataupa, estado de Mississipi, su autor William Faulkner, otro Nobel merecido en 1952 por sus novelas Absalón, Absalón, El Sonido y la Furia, o su antológico cuento: Una Flor para Emily. De Faulkner se corre que jamás viajaría por mutuo propio, fuera de estados sureños: Alabama, Mississipi, Louisiana; escribía por la noche, por el día cultivaba la tierra; arribada la hora del llamado patriótico, 1916 Faulkner se enroló en la fuerza aérea canadiense. Jamás vestiría el uniforme yankee. Más la nacionalidad y/o la ideosincracia tampoco jamás podrían ceñirse a determinada región de tan inmenso territorio. California se alzaba cual nueva potencia económica creciendo al extremo opuesto del continente, allí en Salinas precisamente zona vinatera dónde millones hablan español, nace otra pluma galardonada, John Steinbeck por derecho propio y obsequiarnos Las Viñas de la Ira; pero no conforme desde el propio California parte, vuela su inspiración mar afuera hacia Honolulu, Hawai donde Steinbeck nos recrea con Al Este del Edén. Novela para leerse, meditarse, digerirse y sentarse a leerla nueva e indefinidamente……. Porque la crudeza de la vida no permite tragarnos a pulso este mundo de jauja en que tanto inmaduro o mejor dicho tonto de altura hasta hoy, cree hallar la felicidad. Mundo para vivirse y es bastante, por favor no me pidan más, rogó cierta vez cierta poetisa argentina. Algo nuevamente cierto: luego de releerse, y absorber en pantalla Al Este del Eden. Había que descubrir y diseñar el carácter, prototipo del americano promedio quien, llevaría por nombre Babbit, Irving Babbit preñado por el talento de Sinclair Lewis ganador del codiciado galardón para 1930.
Y de repente, al cambio del tiempo, un poco de reflexión ahora se nos impone.
Seguramente muchos, excelentes, diversos autores de toda lengua y cultura, han logrado semejante propósito, la creación de un personaje representativo, típico y carente ¿por completo? de singularidad. Tal si acaso los cubanos ¿no tenemos nuestra Cecilia Valdés? ¿Rusia al Conde Bolkonsky y/o Los a cuatro hermanos Karamazov: Ivan, Dimitri, Aliocha, Esmerdiakov, ingleses el alegre Rogelio, y/o John Bull, españoles Don Quijote y Sancho Panza; Cantinflas no es el peladito mexicano por excelencia? ¿Pánfilo Barrilete el primer Nicaragüense? Martin Fierro el payador ¿Quién encarnaría mejor al gaucho de la pampa? Don Segundo Sombra, engendrado por Ricardo Guiraldes, el listado resulta inacabable. A Irving Babbit le acontecio exactamente lo mismo que a cualquier otro creador reconocido sin pluma gemela; contrariamente cual fruto de su genio, recopilación de datos, incógnitas, misterio; así como tanto traspapelado entre restos de manuscritos, recortes, rebuscados textos jamás encontrados, pistas desaparecidas y jamás tampoco recuperadas.
Ahora bien, si tal fue el propósito de Sinclair Lewis, personajes, y sus libros, habría que reexaminar incontables materiales editados o lo contrario perdidos entre escombros de vetustos baúles más allá de estimable cálculo. Sinclair Lewis sabía de memoria, a ciencia cierta lo propuesto; dibujar, esmerilar, describir con lujo de particularidades, minucias y detallismo al conciudadano promedio contemporáneo de su país. Nada nuevo, distinto ni original habría de acontecerle a Irving Babbit que previamente no experimentaran John Smith, Jane Wilson o Bill Johnson. Ahí se ocultaba la concreta clave difusamente bautizada por la originalidad de las originalidades. Aquella originalidad extraída pulcra, detallada, minuciosa, prolijamente de todo lo no admitido ni catalogado jamás por original. ¿Hasta lo vulgar? Posible. ¿Entonces? Entonces a cavar, cavar, seguir cavando hasta perderse por completo, de cuerpo entero, por las profundidades del hoyo profundo cavado en la tierra. He ahí otro de los tantos misterios y no menos inexplicables, insondables incógnitas diferentes, diferidas, diferenciadas; hallazgos, inesperados y maravillosos hallazgos, única y exclusivamente producto de la singular originalidad de la inteligencia humana. Nada artificial.
El Gran Gasby
El listado seria enciclopedico, las plumas priadas llegan a Tony Morrison preferida de Barack Obama es la ultima galardonada de que tengo recuerdos ahora, pero el listadono puede cejar, aunque Elon Musk continue afirmando que los estgudiso universitarios no son necesarios, el es el hombre mas rico del planeta. Me basta para seguir pensando en contrario.
Retornando al pasado. Los republicanos hicieron lo mismo que en nuestros tiempos. Recortes, un popular critico puso de moda una frase, Si los republicanos ganan bien hambre. Pero si ganan los democratas guerra. Los anos veinte proseguian su curso. Charles Chaplin lanzo el primer grito de protesta en pantalla. Luces de la Ciudad, La Quimera de Oro, un dia Canillitas la fabrica, industria moderna por aquellos años treinta. Camina con su bastón al aire y sombrerito hongo. Pero ah o.