ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LAS NEGOCIACIONES PARA EL LOGRO DE LA PAZ EN LA GUERRA RUSIA-UCRANIA. Por el Doctor Alberto Roteta Dorado.

Doctor Alberto Roteta Dorado.- Santa Cruz de Tenerife. España.- Una negociación siempre lleva implícita la participación de las partes involucradas en dicho proceso. El término negociar tiene múltiples acepciones. Entre ellas, la que está en relación directa con el tema de las negociaciones en el terreno político es la expresa: "tratar por la vía diplomática, de potencia a potencia, un asunto, como un tratado de alianza, de comercio, etc."
Con frecuencia se asume la idea de potencia limitada a aquellas naciones con gran poderío, ya sea en lo militar, en lo económico o en lo social y político; algo que resulta incorrecto, toda vez que si esto fuera cierto no sería necesario referirnos grandes potencias; sino solo a potencias. De modo que por potencia debe entenderse aquel poder y fuerza de un estado, esto es, de cualquier estado, independientemente de la magnitud de dicho poder.
Así las cosas, una negociación en el terreno político no se limita a la participación de las grandes potencias, sino a la participación de cualquier nación, independientemente de su poderío. Conceptualmente Ucrania se encuentra en desventaja en relación con Rusia y a Estados Unidos, si de poder o fuerza tratamos; sin embargo, es una potencia y como potencia no puede ser excluida de cualquier tipo de negociación que se pretenda hacer para alcanzar y mantener la paz.
Por estos días, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, intercambió ideas con su homólogo, el ruso Vladimir Putin, para negociar el fin de la guerra entre Rusia y Ucrania. Lo ocurrido no fue una negociación propiamente dicha, sino una aproximación inicial que forma parte de un proceso que debe tener lugar con la intención de alcanzar un acuerdo sobre este álgido asunto.
Visto de este modo, no se trata de una exclusión de Ucrania, sino de una acción estratégica entre las dos mayores potencias del mundo. No obstante, este encuentro, en el que quedó excluida Ucrania tuvo sus consecuencias. La Unión Europea, en su totalidad, consideró que se trataba de un acto deshonesto que se hacía sin la presencia de una de las partes involucradas en la guerra, amén de la exclusión de las naciones occidentales, cuyo protagonismo en su apoyo y contribución a la defensa de Ucrania no admite discusión alguna.
Los defensores y admiradores de Donald Trump han arremetido contra la Unión Europea. Basta con que el presidente estadounidense expresara, de manera demasiado despectiva y a la vez vulgar, que dicha unión surgió para joder a Estados Unidos, para que aquellos que, dejados llevar por la pasión y no por el razonamiento, empezaran a especular acerca de lo que no ha hecho dicha alianza por alcanzar un acuerdo de paz. "Ese es su propósito", expresó Trump tras la celebración de su primer Consejo de ministros, reafirmando que la UE no es un socio, una aliada, una amiga, sino algo concebido específicamente para hacer daño y abusar de Estados Unidos.
Foto debajo; Donald Trump y Vladimir Putin. El acercamiento del presidente estadounidense al dictador ruso Vladimir Putin ha despertado la preocupación de las naciones miembros de la Unión Europea.
Sucede que la UE está del lado de Ucrania y en contra de Rusia. Todas sus acciones – que han sido muchas, incluyendo no solo la contribución monetaria para la adquisición del armamento de alta tecnología y modernidad, sino el asesoramiento militar y el envío directo de sendos paquetes de armas y municiones– han estado encaminadas a apoyar a Ucrania con el fin de impedir la victoria de Rusia. Esto presupone la permanencia de una guerra que ha llegado a su cronicidad, tal como predije – está publicado en varios medios– hace casi tres años, cuando comenzó la supuesta "operación militar especial", según las concepciones de Vladimir Putin.
Cualquier especulación respecto a los intereses de la UE, lo que gana o deja de ganar, así como las calumnias difamatorias contra Zelenski, carecen de fundamento, toda vez que no hay elementos objetivos que puedan demostrar las múltiples hipótesis que tienen como denominador común la idea de que la UE y el propio Zelenski se benefician con la guerra entre Rusia y Ucrania. Muchas teorías carentes de sentido, demasiado interés por desprestigiar a los países occidentales aliados de Ucrania y muy poca preocupación por el dolor y el sufrimiento de las víctimas de la guerra.
Rusia comenzó la guerra. Putin es el agresor. Ucrania ha sido la nación invadida. Zelenski es el héroe que ha resistido estoicamente al frente del ejército ucraniano los embates de una de las más grandes potencias militares del planeta. Quien no reconozca esto es porque tiene una visión distorsionada de la realidad o porque la emoción impide que el razonamiento fluya como es debido. Situarse del lado del invasor es participar de su criminalidad, algo que, por desgracia, tuvo lugar recientemente en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, cuando se sometió a votación la propuesta de Ucrania de condenar la invasión rusa. Estados Unidos votó en su contra, lo que no impidió que la propuesta saliera adelante, toda vez que contó con el voto a favor de 93 naciones, 65 abstenciones, y solo el voto en contra de 18 países, entre ellos no sólo Rusia y sus aliados habituales, sino también Estados Unidos, Hungría e Israel. No obstante, la presencia negativa inesperada de Estados Unidos se hace sentir. Si se comparan los resultados de la anterior tenida se podrá comprobar que hay una disminución de los votos a favor de respaldar a Ucrania en términos de país invadido.
El gobierno estadounidense presentó una resolución que no condenaba a Rusia como agresor en el conflicto ni reconocía la integridad territorial de Ucrania; algo inadmisible. El secretario de Estado, Marco Rubio, expresó en este sentido: "Esta resolución es coherente con la opinión del presidente Trump de que la ONU debe volver a su propósito fundacional, consagrado en la Carta de la ONU, para mantener la paz y la seguridad internacionales, incluso mediante la solución pacífica de las disputas".
Recordemos que Trump culpó a Volodimir Zelenski de ser el responsable del conflicto Rusia-Ucrania y de haber iniciado la guerra. Al parecer, ahora una invasión, con la muerte de miles de soldados y la destrucción de una parte considerable de las estructuras de ciudades ucranianas, no es una guerra; sino solo un conflicto o una "operación militar especial". Trump jamás, hasta el presente, se ha pronunciado contra Vladimir Putin y su ejército ruso agresor, lo que demuestra de qué lado está en esta contienda. Contrariamente afirmó que Zelenski es un dictador. A posteriori se retractó, pero el daño ya estaba hecho y sus palabras publicadas por doquier. Luego vino el escándalo de la expulsión del presidente de una potencia – recordemos lo explicado previamente sobre las conceptualizaciones de potencia y grandes potencias en una negociación– de la Casa Blanca, algo que, estaba previsto. No por gusto fue presentado ante el mundo a través de una filmación televisiva.
Foto debajo: Trump junto o a Volodimir Zelenski. Un tono diferente de ambas partes resulta necesario para retomar las conversaciones necesarias que podrían conducir a la paz necesaria.
Zelenski se mantuvo – y se mantiene– firme en sus principios. Téngase en cuenta que las cosas se pusieron bien difíciles no por el asunto del trato de la explotación de las llamadas tierras raras de Ucrania; sino por el hecho de que Trump no aceptó que se agrediera verbalmente a su nuevo socio, el ruso Vladimir Putin, a quien se le entregará el trofeo de la victoria por atacar a una nación que está en todo su derecho de adherirse a la OTAN, estar en la UE y de solidarizarse abiertamente con el mundo occidental.
Tanto Trump como Zelenski han rectificado. El cambio de actitudes no es un negocio como algunos "especialistas" creen. Se trata de organizar un nuevo encuentro entre ambas partes, una "negociación" necesaria, algo que terminará limando asperezas innecesarias en un momento crucial, no solo para Ucrania, sino para Europa, toda vez que un triunfo del dictador Vladimir Putin – el verdadero dictador y no Zelenski como afirmó Trump– presupone un inminente peligro y amenaza constante para un grupo de naciones como Georgia, Moldavia, Armenia y de manera muy especial Estonia, Lituania, Letonia, estas últimas las más occidentalizadas, miembros de la OTAN y de la UE y las que más reniegan de su procedencia rusa. Dichas naciones integraron, junto con Ucrania, la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, la meca del comunismo en el mundo durante varias décadas del pasado siglo XX.
Las pretensiones de Putin no se limitan a Ucrania, el gran granero del mundo, como se le conoce por ser una de las principales naciones exportadoras de cereales a nivel mundial, amén de sus riquezas de yacimientos minerales, muchos de ellos en sus llamadas tierras raras; sino que se extienden a la reconquista de algunos de los países que alcanzaron su independencia con el desmembramiento de la URSS. De modo que, una medalla triunfal para el criminal de la antigua inteligencia soviética sería estimular su sed incontrolable de expandir su imperio.
Ni Putin, ni su régimen dictatorial tienen escrúpulos. Según el propio secretario de Estado de la actual administración estadounidense, Marco Rubio, los rusos no tienen respeto por la vida humana. Recordemos que son verdaderos criminales procedentes de la antigua URSS. Para los escépticos, téngase presente que el actual presidente de la Federación Rusa trabajó durante dieciséis años como oficial de inteligencia exterior de la KGB, la agencia de inteligencia de la Unión Soviética, ascendiendo al rango de teniente coronel, antes de renunciar en 1991 para comenzar una carrera política en San Petersburgo. Esto es algo de lo que nadie se puede desprender. Cuando has sido un agente de la inteligencia comunista, miembro de organizaciones terroristas, torturador, secuestrador o cosas similares, aunque renuncies a tu condición, es solo en la apariencia. Siempre serás un criminal.
Ahora, el trato entre Estados Unidos y Ucrania ha salido adelante. Una propuesta de tregua de treinta días con la posibilidad de un tiempo de "silencios", "el silencio en los cielos", que consiste detener los ataques con misiles, bombas y drones de largo alcance. La segunda era "el silencio en el mar", que busca poner fin a las hostilidades en el Mar Negro, y, por último, las "medidas de confianza" que esperan la liberación de los prisioneros de guerra y detenidos, tanto militares como civiles, así como el retorno de los niños ucranianos llevados a Rusia por la fuerza.
De los resultados positivos de este primer acercamiento entre Estados Unidos y Ucrania dependerá, en gran medida, el inicio del proceso hacia una paz duradera; aunque, como muy bien acaba de expresar el presidente francés, Emmanuel Macron, con "garantías de seguridad creíbles". Por su parte el mandatorio ucraniano se ha pronunciado de modo enérgico ejerciendo presión hacia la Administración de Trump. "Ahora, le corresponde a Estados Unidos convencer a Rusia de que haga lo mismo. Si Rusia acepta, el alto el fuego entrará en vigor de inmediato".
Reitero lo que expresé hace un tiempo en uno de mis escritos: Donald Trump, es el hombre que necesita América, a lo que añado ahora: también el que necesita Ucrania como mediador de una negociación justa, en la que se beneficie la patria de Zelenski y se ofrezcan sendas garantías de seguridad a la parte invadida.
Soy amigo de
los trumpistas – no lo digo
despectivamente como a veces lo hacen algunos, sino porque es correcto aplicar
el término a los seguidores de Trump–, pero el análisis político requiere imparcialidad para que sea válido.
Las cosas como son.