Los valores para una Cuba democrática. Fidelidad. (Parte 4). Por Roberto L. Capote Castillo.
“¿Exigir fidelidad no sería acaso un grado extremo de la egolatría, del egoísmo y de la vanidad, como la mayoría de las cosas y de los deseos de los seres humanos? Cuando exigimos a alguien fidelidad, ¿es acaso nuestro propósito que la otra persona sea feliz? ” Sándor Márai
Según los autores del “Libro de los valores” la fidelidad como valor humano incluye: lealtad, adhesión personal y fe.
Desde el triunfo de la Revolución en el año 1959 su máximo líder Fidel Castro exigió fidelidad y le realizó una nueva inclusión a este valor humano: el de patriota, o sea, el “contrarrevolucionario” según su percepción no era patriota. Tal fue la propaganda al respecto que aún hoy día una parte de los cubanos siguen creyendo en este adoctrinamiento.
Es historia conocida que desde el momento que mostró sus tendencias comunistas muchos de los que le acompañaron en la lucha revolucionaria se alejaron de sus doctrinas, unos de forma pacífica y otros por medio de las armas. Todos actuaron por patriotismo.
En el artículo anterior expuse la locución desafortunada y amenazadora de Fidel Castro cuando dijo: “Dentro de la Revolución todo fuera de la Revolución nada”, en su reunión con los intelectuales cubanos. Esto tal como dice el escritor y periodista Sándor Márai es exigir la fidelidad demostrando un extremo de la egolatría, del egoísmo y la vanidad que son los antivalores del “hombre nuevo” y las “virtudes” del nuevo líder.
Fidel Castro siempre pretendió ganar la fidelidad mediante el miedo, pero desconocía que de esa forma solamente se logra obediencia y creo que desde su fallecimiento ha florecido la deslealtad hacia el “castrocomunismo” porque cada día hay menor temor a las represalias del sistema. No es posible mantener atemorizada a toda la población todo el tiempo. La historia ha confirmado que ningún imperio o dictador ha logrado la eternidad de sus respectivos regímenes. Hitler utilizando el miedo para conseguir lealtad dijo que el Tercer Reich duraría miles de años y es conocido por todos el poco tiempo de duración y el final desastroso del fascismo.
La proliferación actual de grupos opositores al “castrocomunismo”, aunque no favorece la lucha por derrocar la dictadura, es una muestra fehaciente de que cada día hay menos miedo a la represión demostrando que la fidelidad, lealtad, adhesión personal y fe al sistema y sus dirigentes nunca existió, sino que solamente era obediencia y se puede afirmar que está en la mayor crisis de la historia del comunismo en Cuba.
Otro vocablo incluido en la fidelidad es la fe que implica confianza y esperanza entre otras de sus interpretaciones. La confianza y esperanza del pueblo cubano alcanzó su mayor popularidad en el año 1959 y los primeros años de la década de los 60 por las promesas realizadas durante la lucha contra la dictadura de Batista, pero las acciones de Fidel Castro provocaron que fueran disminuyendo en la medida que las “leyes revolucionarias” fueran, por decirlo de alguna forma, más “contrarrevolucionarias”.
No obstante, la nacionalización de la enseñanza y de todos los medios de difusión, copiando la experiencia de los países comunistas, les posibilitó realizar el adoctrinamiento de toda la población y aunque hay que reconocer que logró los objetivos que se propusieron en los años iniciales, era visible que el éxito en esta tarea cada año disminuía.
Uno de los principales medios utilizados para el adoctrinamiento y el control de los ciudadanos fueron los “Comités de Defensa de la Revolución” más conocidos por sus siglas CDR, creados con el pretexto de enfrentar al imperialismo. Esta organización si se le pueden reconocer “logros” son: la separación de las familias, rupturas de amistades de muchos años, la mentira como herramienta revolucionaria, el fomento de la envidia y suspicacia entre los vecinos que antes se consideraban familias. Estas acciones inducían antivalores tales como: chivaterías, difamaciones, odio, cobardías, oportunismos, arribismos, etc. Que fueron incorporados como antivalores al “hombre nuevo” según el paradigma guevarista.
Pero como ha demostrado la historia, todos los medios creados por los sistemas comunistas y dictatoriales para dominar al pueblo luego se viran en contra de ellos pues con estas acciones la población pierde la fe y la esperanza provocando la pérdida de la fidelidad al sistema.
Uno de los valores del “hombre nuevo” debía ser adoptar como filosofía el materialismo dialectico y por tanto uno de sus postulados el ateísmo siguiendo el Marxismo Leninismo y el “Fidelismo” que fue el implementado en Cuba. Pero me quiero referir a esto porque lo considero uno de los mayores fracasos sociales del adoctrinamiento comunista en nuestro país.
Por todos es conocido la injusta expulsión de Cuba de sacerdotes y monjas en los primeros años de la revolución. Las iglesias se vaciaron por el miedo de los feligreses a ser víctimas de difamaciones y ataques violentos. Recuerdo que siendo niño a la salida de una iglesia de mi ciudad un grupo de “jóvenes revolucionarios”, que hoy día serían calificados de terroristas, agredieron armados con palos a los jóvenes católicos. A mi lado un joven sangrando por los golpes recibidos gritaba “Viva Cristo Rey”, todavía sigue siendo un ejemplo de fe que nunca he olvidado. Otro día en ocasión de la procesión de la Virgen de la Caridad que cada 8 de septiembre recorría las principales calles de Camagüey hasta llegar a la Iglesia, que poseía su nombre, fue disuelta a tiros por los ateos “hombres nuevos” y gracias a que los vecinos abrieron sus casas como refugio no hubo mayores desgracias.
Mi boda cuyo 41 aniversario celebré recientemente, el bautizo y la primera comunión de mis hijas fueron a escondidas por las consecuencias de tales “agravios” al “castrocomunismo”. De otra forma hubiéramos sido declarados unos “desclasados” y no podíamos ser considerados proletarios limitando los derechos a la educación, trabajos y otras “oportunidades” del comunismo. En este caso tuvimos que utilizar el antivalor del “hombre nuevo” de la doblez por miedo a las consecuencias.
Como expresé anteriormente, el ateísmo impuesto fue un total fracaso ya que los religiosos pudieron disimularlo mediante el antivalor del “hombre nuevo” la doblez y cuando no tuvieron otra alternativa los comunistas establecieron en sus estatutos que los religiosos podían ser admitidos como militantes del Partido Comunista de Cuba (PCC). Para asombro de la cúpula dirigente casi ningún religioso aceptó esta convocatoria, sin embargo, fueron incontables los militantes del PCC que comenzaron a practicar de forma abierta las diferentes religiones existentes en el país y que nunca habían abandonado, además, una vez que fueron autorizadas abiertamente, las religiones lograron mayor éxito en su labor de proselitismo que el alcanzado por el comunismo con su adoctrinamiento. Por primera vez en el periodo comunista todas las iglesias se volvieron a colmar. En el caso de las religiones protestantes tuvieron que crear las denominadas “casas de culto” pues las iglesias no eran suficientes para acoger a tantos creyentes.
En la actualidad es visible que la fidelidad no es un valor del “hombre nuevo” resultado del adoctrinamiento del comunismo, sino que solamente lo practican por miedo los pancistas del sistema que disfrutan de prebendas que les permiten vivir como burgueses y no como proletarios. Ni siquiera sus descendientes manifiestan fidelidad al sistema por lo que algunos de los máximos dirigentes han optado por permitirles su emigración a países capitalistas entregándoles dinero robado al pueblo para que puedan montar negocios. La parte del pueblo que demuestra fidelidad, en su mayoría, lo hace por el miedo a la represión.
Por todo lo anterior la nueva sociedad civil que está surgiendo en Cuba debe tener cuidado que en su enfrentamiento al comunismo en la lucha por la democracia evite que los valores lealtad, adhesión personal y fe no sean motivados por beneficios personales sino como nuestro apóstol José Martí lo hagan de forma altruista para lograr una “patria con todos y para el bien de todos”.
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