Los valores para una Cuba democrática. Autenticidad (3) Por Roberto L. Capote Castillo.
“Necesitamos encontrar el coraje para decir NO a las cosas y personas que no nos están sirviendo si queremos redescubrirnos y vivir nuestras vidas con autenticidad”. Bárbara de Angelis.
Dicen que “errar es de humano pero rectificar de sabio” y debo reconocer que cometí un grave error al decir que Gustavo López Quintás era el autor del“libro de los Valores” el cual utilizo como referencia principal para mis escritos sobre este tema. En realidad son dos los autores: Gustavo Villapalos con la colaboración de Alfonso López Quintás en la redacción de las introducciones. En mi desliz combiné el nombre de uno con los apellidos del otro. A ambos les pido mis más sentidas disculpas.
Según los autores la autenticidad involucra: aceptación de sí mismo, veracidad, integridad, autoestima, honradez e identidad personal.
En cuanto a definición, no soy muy apegado a las mismas puesto que diferentes autores al describir la autenticidad como valor humano, difieren en la redacción aunque no en su concepto pero de forma sintetizada se dice que una persona es auténtica cuando no es hipócrita ni pretende mostrarse diferente de cómo es y si leemos detenidamente lo expresado por Bárbara de Angelis en el encabezamiento, según ella: necesitamos coraje para decir NO a las cosas y personas……
Desde los inicios de la Revolución su líder negó el derecho de ser auténticos a los cubanos. En el discurso, a modo de conclusión, de las reuniones efectuadas con los intelectuales cubanos, en la Biblioteca Nacional en la Habana el 16, 23 y 30 de junio de 1961. Fidel Castro expresó, mejor digo, instituyó:
“…..Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir. Y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie —por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera—, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella. Creo que esto es bien claro”.
Las consecuencias para los intelectuales que dijeron NO a esta afirmación del dictador son conocidas y dolorosas, pues aunque no soy un experto me atrevo a decir que a partir de esas palabras se perdió lo mejor de las letras cubanas. Pero, incluso, algunos de los que aplaudieron esa alocución, posteriormente, tal como relata la mitología respecto a Saturno y sus hijos, fueron devorados. En la historia del comunismo ha quedado demostrado que la palabra “NO” ha sido prohibida y se cuentan por millones los que pagaron con su vida enfrentar a este inhumano sistema al negarse a ser sometido en todo lo que dictaminaba o establecía el régimen.
Antes del 1959 en los hogares nos enseñaban que con la verdad se llega adonde quiera y ser mentiroso merecía castigo. Recuerdo que en mi casa por graves que fueran las travesuras que cometiéramos si decíamos la verdad nos perdonaban pero si mentíamos éramos castigados.
Cuando la dictadura comunista se adueñó de nuestras vidas en Cuba, solamente podíamos decir “SÍ” en todos los ámbitos: escuela, trabajo, reuniones, calle, etc. Esto indujo que nuestros padres, para protegernos, nos aconsejaran que los debates que sosteníamos sobre la situación del país solamente podíamos realizarlos en el hogar pero que no podíamos efectuarlos fuera de ese perímetro para no buscarnos problemas. De esta forma fuimos aleccionados sobre un antivalor del comunismo que es actuar con doblez. Por esta razón ninguna persona que sea medianamente inteligente, cubana o extranjera, aunque esté adoctrinada por el régimen, se puede creer la falacia de la unanimidad de la aprobación por el pueblo cubano de todo lo dictaminado por el gobierno. Es simplemente una hipocresía.
En Cuba todo, sean leyes, decretos, discursos, reuniones, etc. Es aprobado de forma unánime por “el pueblo” o sus “representantes”. Si no fuera trágico se puede considerar chistoso que Fidel Castro haya dicho en diferentes entrevistas o reuniones, tanto en Cuba como en el extranjero, que en el país no se realizan elecciones democráticas por decisión del “pueblo”. Porque en una concentración en los inicios de la Revolución en medio de un discurso, de los tantos realizados, a su pregunta de si queríamos elecciones la muchedumbre le expresó que NO, luego se hizo una dinámica propaganda que mostraba su propuesta: “Elecciones, ¿para qué?” Creo que es el único NO que ha satisfecho a la dictadura “castrocomunista”.
No puede hablarse de aceptarse a sí mismo, ser veraz, ser integro, tener autoestima, ser honrado ni tener identidad personal, sino podemos decir la verdad y cuando sea necesario manifestar “NO”. Sin estos valores el “hombre nuevo”, por cumplir los principios del comunismo, es un “hombre incívico e inmoral”. Según el auténtico pueblo cubano, con su alegría característica, dice que el “hombre nuevo” es una persona con el estómago muy pequeño para que coma poco y con manos grandes para que pueda aplaudir mucho, ah! y si es asmático será como el Che su paradigma.
Lo anterior no debe ser interpretado como que estoy aseverando que en Cuba no hay personas autenticas sino que una buena parte ha sido obligada, por diversas causas, a actuar con doblez pero en realidad son las circunstancias las que las ha obligado a mostrar este comportamiento, aún cuando sientan pesar e inconformidad consigo mismo. También vale destacar que los opositores pertenecientes a diferentes organizaciones han desechado el antivalor de la doblez y rechazan decir “SÍ” a todo lo dictaminado por la dictadura comunista. Esto cada día se hace más evidente y progresivo.
La autenticidad es un valor que incluye la integridad cuyo sinónimo es entereza que implica lealtad. Nuestra historia está engrandecida con ejemplos de lealtad pero hay algunos que la han practicado de forma anónima y al respecto quiero exponer una experiencia personal. Siendo niño pertenecí a la Asociación Juvenil #29 conocida como “Los hijos de la Luz” perteneciente a la Logia “Caballeros de La luz”, en esta organización realizábamos diversas actividades recreativas, caritativas y nos educaban en los valores humanos. Ocupé diferentes cargos y un día al asistir a una de sus sesiones me informaron que la Asociación había sido clausurada por el gobierno.
No encontraba lógica a esa medida por mi edad y luego me di cuenta que su existencia no adoctrinaba las ideas del comunismo y de hecho se injurió como “contrarrevolucionaria”. A pesar de que en nuestras reuniones nunca se habló de política ni religión. Muchos años después siendo yo un adulto coincido en un lugar con una persona que era de los Caballeros de la Luz que atendía nuestra Asociación y en la conversación que sostuvimos me dijo que durante años la Seguridad del Estado lo acosó para que entregara los libros con los datos de los niños que pertenecíamos a la Asociación y él siempre les respondió que no los tenía.
Me confesó que no los entregó porque hubiéramos sido estigmatizados para toda la vida a pesar de ser niños. Este es un acto de entereza y lealtad por lo que donde sea que se encuentre, ya sea en la tierra o en el otro mundo, siempre lo recordaré con respeto y valentía pues vale destacar además su sencillez y modestia. Cada día me convenzo más que el sistema político que persiga o acose a las personas con estos valores no puede tener éxito y me ratifica que la búsqueda de su “hombre nuevo” es uno de los tantos fracasos del comunismo.
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capotecastillo@yahoo.es
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