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Negociaciones de paz en un país próximo a la guerra. Por el Dr. Alberto Roteta Dorado.

Negociaciones de paz en un país próximo a la guerra. Por el Dr. Alberto Roteta Dorado. cubademocraciayvida.org web/folder.asp?folderID=136


Negociaciones de paz en un país próximo a la guerra.
Por el Dr. Alberto Roteta Dorado.

Fort Pierce. Estados Unidos. Luego de un largo proceso que se extendió desde octubre de 2012 hasta agosto de 2016, se lograba en La Habana el fin de las rondas de conversaciones para el alcance de la paz en Colombia. De esta forma se logró un acuerdo para que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la guerrilla de izquierda más antigua del hemisferio occidental y la más temible para el gobierno colombiano, deponga sus armas, con lo que se podrá transformar en una organización política con reconocimiento legal en el país.

Resulta paradójico que un país donde cada día son violados los derechos humanos -algo que es reconocido en todas partes del mundo y resulta ser un hecho innegable- y en el que existe un grado de represión devenida en marcada violencia, sirva de escenario para la negociación de acuerdos de paz de un conflicto “aparentemente ajeno” a su política. Téngase presente que existen sospechas y hasta afirmaciones precisas, aunque no salidas a la luz  totalmente, respecto a ciertos vínculos de los gobiernos de Cuba y Colombia en relación al narcotráfico.

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No puede hablarse de paz en un país en el que diariamente tienen lugar atropellos y golpizas por parte de sus fuerzas policiales hacia los miembros de grupos de la oposición, los que de manera pacífica salen a manifestarse contra el régimen comunista.

No obstante, los gobernantes de la isla pretenden mostrar una imagen de la isla caribeña cercana al paraíso, algo que a través de los más de cincuenta años de comunismo han logrado imponer –como algo que pertenece a los misterios de lo inexplicable– y los ha hecho intocables.

Según las últimas declaraciones del Observatorio Cubano de Derechos Humanos, según publicación del 4 de agosto pasado en “Redacción OCDH”, desde que comenzó el año 2016 han ocurrido más de 7.000 detenciones arbitrarias. Solo en el mes de julio del año en curso dicha institución denunció 623 detenciones, 487 fueron mujeres y 136 a hombres. De estas, 69 personas fueron golpeadas brutalmente, siendo en su mayoría mujeres activistas de derechos humanos.

Pero no solo ocurren detenciones y golpizas; sino que existen prohibiciones de todo tipo y un control absoluto del gobierno comunista hacia todo y contra todos. Anualmente se invierten cifras millonarias para sostener a miles de agentes encubiertos, los que se encargan de llevar el control de cualquier movimiento sospechoso que pueda sugerir algún vestigio diferente a los cánones establecidos por la alta jerarquía política de la isla. Cada centro de trabajo, instituciones estudiantiles, barrios, agrupaciones fraternales y religiosas, puntos de ventas, mercados, etc. es vigilado desde el silencio a través de ciertos oficiales que los “atiende por el ministerio” (Ministerio del Interior y Seguridad del Estado).

El gobierno cubano ha estado impidiendo la utilización de Internet de manera libre. El acceso a la información, derecho de todo hombre en cualquier lugar donde esté, es limitado y parcializado. Las comunicaciones son vigiladas, las cuentas de correos electrónicos y otros modos de acceder a redes sociales –que solo una minoría puede hacerlo- son revisadas, lo que constituye una violación, por cuanto, “los mismos derechos que tienen las personas offline deben ser protegidos online”, de manera especial en lo que respecta a la libertad de expresión, defendida en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Pensar diferente a sus caducas pautas establecidas hace más de medio siglo es un delito, y aunque pudiera ser increíble para aquellos que no han tenido la experiencia de haber vivido bajo el control de una dictadura comunista, ellos saben cómo piensas, lo que dices, lo que te propones, donde vives y con quienes te reúnes.

No obstante, en su afán de ser el centro del mundo –algo heredado del nonagenario comandante ya fallecido, con sus ideas delirantes– pretenden estar en todo, y de manera especial en aquello que el resto del mundo reconoce como ilegítimo, inadecuado o arbitrario.

Los ejemplos que demuestran lo que os propongo son múltiples. Recordemos tan solo los más recientes, entre los que se destaca el desacuerdo de Cuba, junto a otros países de la región como: Bolivia, Venezuela y Ecuador respecto a la idea de considerar Internet como un derecho humano, algo que ha sido declarado oficialmente por la ONU el pasado primero de julio; la urgente defensa hacia Dilma Rousseff ante su destitución presidencial el pasado 31 de agosto por el Senado de Brasil; el apoyo a Nicolás Maduro, una vez que el pasado 31 de mayo, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, activó la Carta Democrática de este organismo para el caso particular de Venezuela ante la difícil situación política del país, así como la postura antidemocrática del gobierno actual o el respaldo a Evo Morales luego de haber sido derrotado durante el referéndum de febrero de 2016.

No obstante, este país antidemocrático, cuyo gobierno ha estado involucrado desde los primeros años del llamado proceso revolucionario en los más atroces crímenes y en los más perversos pactos, ha servido como anfitrión para una extensa ronda de conversaciones que se prolongó –con recesos temporales- por casi cuatro años.
Desde el 18 de octubre de 2012 las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos comenzaron en La Habana una serie de rondas de diálogos, con la intención de poner fin al mayor conflicto armado en esa nación suramericana, lo que se extiende ya por más de medio siglo.

Las negociaciones han estado fundamentadas en un acuerdo general para la culminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. Como resultado de los diálogos de paz, ambas delegaciones lograron acuerdos en temas como: reforma rural integral, participación política, combate a las drogas ilícitas, y víctimas, las cuales suman casi siete millones.

El acuerdo de paz a partir del cese al fuego y el desarme definitivo de sus Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC), finalmente fue alcanzado el 23 de junio en La Habana, lo que marca el comienzo de una nueva etapa. A este acuerdo inicial le siguió un período de conversaciones. Estas acciones dieron lugar a una reconciliación nacional, que incluye medidas radicales relacionadas con las sentencias para los responsables de los crímenes durante estos años. Finalmente en el pasado mes de agosto terminó definitivamente el extenso proceso; aunque ahora comienza una nueva etapa que tendrá como colofón un plebiscito previsto para el próximo 2 de octubre.

Así las cosas, el país con la dictadura más cruel de la historia del continente americano y con los gobernantes más cínicos de estos tiempos, ha sido sede para resolver un conflicto ajeno.

Tal vez el gobierno colombiano, considerando la generosidad de la dinastía de los Castro, se ofrezca como observador y mediador, o brindando sus confortables instituciones de Medellín, Bogotá, o la emblemática Cartagena de Indias – según su alcalde el punto de partida para la paz del territorio colombiano-  para intentar poner fin a los graves problemas de Cuba, los que se han prolongado tanto como los del país suramericano y donde las cifras de víctimas del comunismo– al sumar los fusilados en los años iniciales de la revolución, los ahogados en las travesías por mar rumbo a Estados Unidos, los fallecidos y desaparecidos en las selvas centroamericanas intentando llegar a Norteamérica, los sometidos a la pena de muerte durante décadas, entre otros- tal vez superen a las del conflicto armado colombiano.

De cualquier modo, el logro de la paz en cualquier país es una verdadera bendición para el mundo; pero cuando se involucran, aunque de manera indirecta y aparentemente distante, aquellos que lejos de ser ejemplos en temas de esta naturaleza, son el símbolo del odio, la maldad y el terrorismo, las intenciones y acciones han de ser cuestionadas. ¿Qué pretende Cuba con sus bondades? ¿Serán ciertas las hipótesis que vinculan a ambas naciones en el narcotráfico y será La Habana un punto crucial no solo para negociar la paz, sino centro referencial para ilícitos comercios? Como siempre, el tiempo dirá– si es que hay algo que decir- y las especulaciones podrán cesar para dar paso a afirmaciones o negaciones categóricas.

 

Negociaciones de paz en un país próximo a la guerra. Por el Dr. Alberto Roteta Dorado. cubademocraciayvida.org web/folder.asp?folderID=136
                                      
albertorot65@gmail.com