"Yo firmaba documentos": Entrevista a Antonio Augusto Villarreal Acosta, preso deportado por la tiranía castrista en contubernio con el "Obispo" Jaime Ortega Alamino y el orate de relaciones exteriores español, Miguel A. Moratinos. Por Luife Galeano.
Yo firmaba documentos.
Por Luife Galeano.
Apareció de repente, me miró y abriéndome los brazos me dijo: ‘¿qué, empezamos?’ Antonio Augusto Villarreal Acosta, quince años de condena deambulados entre Boniatico y La Pendiente, me esperaba expectante para la entrevista.
Cuesta arrancar. Antonio, al igual que el resto de los presos deportados, es un hombre marcado por el horror y tampoco me conoce. Intuyo cierto recelo en sus contestaciones hasta que, poco a poco, se suelta y aparece el documento, la verdadera noticia que lo engrandece. Más allá del espanto se encuentra la razón por la que Villarreal se convierte en peligroso.
Antonio Villarreal en un momento de la entrevista
Luife Galeano (LG): ¿Boniatico?
Antonio Villarreal (AV): Boniato es muy grande. Dentro se encontraba Boniatico que era el régimen especial. Me tuvieron allí aislado preso sin luz eléctrica y con un cubito en la celda para recoger un agua que no daban a diario.
LG: ¿Y La Pendiente?
AV: Me trasladaron allí después de quince meses en Boniatico. Me pusieron a convivir con presos comunes. Ya sabes, ladrones, asesinos…
LG: ¿Qué fue lo que se le atribuyó?
AV: Que tenía una biblioteca independiente ayudada por la Oficina de Intereses y un radio pequeño —bueno, varios—, y que yo firmaba documentos.
LG: ¿Firmaba documentos? ¿Qué documentos?
AV: Firmaba documentos a aquellos que querían emigrar.
LG: Documentos, ¿en qué sentido? ¿En que eran ciudadanos modélicos?
AV: No, que eran personas que atendían a inquietudes religiosas o que eran miembros del FDI —Frente Democrático Independiente— por equis años.
LG: Una especie de aval.
AV: Sí, podríamos llamarle así… Nunca he sido denunciado. El único juicio que he tenido en mi vida ha sido ese. Ni un solo juicio ni una sola sanción. Nada. Desde el año sesenta y siete…
LG: Y dígame una cosa Villarreal, ¿por qué ese odio?
AV: Éramos un ejemplo.
LG: Pero no es un mal ejemplo.
AV: Ya, pero figúrese…
LG: ¿Quiere decir que esa actitud la atribuye a que sentían miedo de usted? ¿El que así piensa me destruye?
AV: Yo pienso que sí, que existe un miedo tremendo alrededor de la postura nuestra; del respeto que habíamos impuesto, porque era un respeto lo que teníamos entre nosotros. Nos saludábamos cotidianamente, sin saludos estridentes. Los hombres nos dábamos la mano. Yo llegué, en un momento determinado, a poner que a las mujeres se les daba un beso en la mano. Que, en la cara, a la familia. Fíjate el extremo. Las hermanas nuestras se besaban en la cara. ¿Qué te parece? Porque era nuestra idiosincrasia. Queríamos ser así. Y no contradecíamos a nadie.
LG: No había, entonces, una contestación política.
AV: En ningún momento. Vuelvo a repetir. En ningún momento nosotros recibimos, por parte del Estado, una recomendación de dejen eso, no hagan esto o lo otro. No, porque no había razón. ¡No había ningún motivo! Lo nuestro fue la sanción y ya. Recuerdo, lo puede poner así ahí, que puede olvidarse con quién reíste pero no se olvida jamás por quién lloraste. ¿Estamos de acuerdo en eso?
LG: Ahora se encuentra en España: ¿Ha representado una ruptura muy grande?
AV: Sí, un cambio radical pero mira —me saca una copia de la Declaración de los Derechos Humanos—, basta con aplicarla. Si en Cuba se aplica el articulado tendríamos un gran avance.
Villarreal mostrando la Declaración Universal de los Derechos Humanos
LG: ¿Y cómo está planeando aquí el futuro, Antonio?
AV: Yo deseo viajar para los EEUU. Reunificación familiar. Aquí no tengo a nadie.
LG: Hay compañeros suyos que han manifestado que su lucha, no es que haya terminado, pero que cambia de forma, de no ser tan vehementes ni tan combativos ahora.
AV: Yo pienso que todo lo que podamos ayudar debemos hacerlo. Si hicieron allí, por ejemplo la distribución de medicamentos, ¿por qué no hacerlo ahora desde fuera?
LG: ¿Podría ser una reacción a olvidar el horror? ¿Usted cree que en España o en EEUU va a poder seguir ayudando igual?
AV: En España se hace difícil para la comunicación, por la distancia. En EEUU se facilita la labor. Hay emisoras que transmiten constantemente a Cuba.
LG: ¿Y no piensa que en España sería interesante crear una masa crítica de contestación al gobierno español?
AV: Aquí estamos a la espera de acontecimientos; de lo que van a hacer con nosotros.
Es la hora de la cena. Antonio se disculpa y quedamos para seguir hablando en otro momento; momento en el que me recitará sus poemas y canciones. Al verlo alejarse con la dignidad que le viste, me pregunto el porqué de su interés en mantener posturas y comportamientos tan definidos —que levantarían asombro en nuestro primer mundo— y aplicarlos en el quehacer diario. Es, entonces, cuando caigo en el horror.
En Cuba no existe un ápice de moral. La reconstrucción del Hombre Nuevo ha dado lugar a la existencia de un Nuevo Prometeo construido por un Dr. Frankenstein de la degradación moral. Las faltas de respeto, la desinhibición en los comportamientos y la relajación de las costumbres han derrumbado al país. La carencia de principios éticos y morales se ha adueñado de los ciudadanos. La falta de prácticas religiosas alejó al hombre, no sólo de Dios, sino del resto de los hombres.
Ese fue el delito de Antonio; querer sacar de la miseria moral a sus conciudadanos. A los que fueron despojados y heridos de muerte en su interior. Él los vendó y derramó en sus vestiduras aceite y vino y, montándolos en su cabalgadura, los llevó y cuidó de ellos. ‘Te remito a que leas —me dijo— Lucas 10:25 a 10:37. Ya me dirás después’.
Click aquí para que vea la 2da entrevista- (Hacía un calor rojizo: Entrevista a José Luis González Tanquero)- de esta serie realizada por nuestro compatriota Luife Galeano a los presos deportados a España por la tiranía castrista.
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