ENTREVISTA. Ana Cabrera Vivanco, una escritora cubana en Tarragona. Por William Navarrete.
Ana Cabrera Vivanco. Foto: William Navarrete. Especial/El Nuevo Herald
Ana Cabrera Vivanco (La Habana, 1950) vive en Tarragona desde su salida de Cuba. A esa segunda ciudad de ruinas romanas y atardeceres rojos que le recuerdan las canciones de Joan Manuel Serrat la considera su segunda patria. "La primera, Cuba, fue el segundo entierro de una madre al salir definitivamente hacia España", dice al referirse al hecho de haber quedado huérfana en su infancia y rememorar las condiciones en que dejó su isla natal atrás.
Había estudiado periodismo en La Habana y colaborado en algunas publicaciones de la Isla. La poetisa, escritora y Premio Cervantes de Literatura Dulce María Loynaz fue su mentora (e inspiradora) en los inicios de su incursión en el mundo de las letras. Un ensayo biográfico que había escrito sobre la poetisa uruguaya Delmira Agustini despertó el interés de la mítica y entonces nonagenaria cubana. Fue ése el inicio de una amistad que constituyó la materia prima de la biografía novelada La voz del silencio, libro sobre Dulce María, publicado en Cuba en el 2000 y presentado con mucho éxito en diferentes eventos literarios.
"La voz del silencio" se convirtió en su pasaporte de la libertad. Habiendo estado Dulce María Loynaz íntimamente relacionada con la isla canaria de Tenerife (es necesario recordar su libro Un verano en Tenerife), Ana Cabrera Vivanco fue invitada a presentarlo allí con motivo del centenario de la autora de Jardín. Atrás dejaba a su hija y a su esposo que demoraría tres años y medio en volver a ver y consigo traería, mutilado por temor a que no la dejaran salir de Cuba, lo que se convirtió en su segunda novela: "Las horas del alma", publicado hace unos meses, por la editorial Grijalbo en España, a la vez que en Estados Unidos.
'Desde el inicio de esta aventura Dulce María me animó a escribirlo', afirma al referirse a este exitoso libro. 'Fueron muchas horas de intercambio y de hecho el personaje protagónico, Angela Falcón, está inspirado en ella, en su férreo carácter, su entereza ante la soledad y aquella manera suya de escudar tras el bastón los aromas más sutiles y las fragilidades del alma'. Las horas del alma cuenta la historia de dos familias --los Falcón y los Monteagudo-- en un pueblo de la llanura habanera llamado Río Hondo. 'Un pueblo real, pues de allí son todos mis ancestros cubanos por ambas partes. De allí era mi abuelo, médico, historiador y miembro de honor de la Academia de Ciencias de Cuba, allí habían echado raíces y construido sus vidas y allí también perdieron todo, fincas, casas y negocios, cuando triunfó la revolución en 1959'. Dos familias que se asemejan a la propia: los Falcón, de clase alta, como su familia materna y los Monteagudo, de origen más modesto como la familia de su padre.
Parte de la disyuntiva de Ana Cabrera Vivanco al pretender contar a través de dos familias de un pueblo de provincias el proceso histórico cubano del siglo XX era evitar que la pasión desbordase la escritura misma haciendo perder objetividad a la empresa. 'El reto más difícil fue eliminarme a mí misma como personaje, pensar y sentir con la cabeza y el corazón de los revolucionarios, entenderlos y reflexionar con ellos, soñar el sueño de aquellos que hicieron del mío una pesadilla', responde en una reciente entrevista.
``Cuba necesita un cambio total en todos los aspectos, porque se está generando mucha desesperanza en las nuevas generaciones que buscan su futuro', declara para la agencia de prensa española EFE. A la escritora le gustaría que los lectores tuvieran otra imagen de Cuba, no la que se ofrece a través de consignas y lemas turísticos sino la de un país que vivió un pasado de esplendor, a pesar de diferencias y dificultades, un pasado próspero, moderno y de esperanzas (la Revolución fue una de ellas) del que poco a poco sólo van quedando ruinas.
Cuando su hija salió de Cuba trajo con ella las partes de Las horas del alma que habían quedado en La Habana. La vida cotidiana y la necesidad de enfrentarse a las exigencias económicas de la misma la obligaban a escribir intensamente a altas horas de la noche, sin perder fe en la literatura, su gran pasión. 'Alguien me dijo entonces que dejara de soñar, que yo era una simple inmigrante con 50 años en las costillas, que sobraba en España, donde había mucha gente que escribía y que tenía demasiadas historias por contar'. A esa persona la escritora agradece hoy mucho aquel desaire pues sus palabras le infundieron más deseos de aferrarse a su sueño y pasión por la literatura.
Ana Cabrera Vivanco admira la literatura del llamado Realismo Mágico latinoamericano. En ocasiones algunos críticos han hallado en su escritura la impronta de lecturas de García Márquez y Vargas Llosa. 'Al primero lo admiro por su escritura, no por sus ideas; al segundo por ambas cosas', aclara para dejar sentado que literatura e ideología no siempre coinciden en el caso de autores comprometidos con filiaciones políticas determinadas. También influyó en ella la lectura de los clásicos franceses, rusos, españoles. Novelistas como Benito Pérez Galdós y Thomas Mann, por dispares que parezcan, le ofrecieron pautas.
En el caso de Cuba Dulce María Loynaz es indicutiblemente su faro en este océano de marejadas y vaivenes que es el mundo literario de hoy. De las autoras contemporáneas confiesa que han sido Daína Chaviano y Teresa Dovalpage las que más ha disfrutado. De la primera, La isla de los amores infinitos; de la segunda, Posesas de La Habana. 'A ambas las admiro y leo más allá de la simpatía y la amistad', apunta.
Justo en el momento en que conversamos ha recibido la aceptación por parte de Grijalbo de publicar, a menos de cinco meses de la salida de su novela anterior, su nuevo libro: Las cien voces del Diablo. A manera de avance revela que se trata de una historia en un pueblo caribeño imaginario llamado Villa Veneno en que el personaje principal, Lucifer Domínguez, se enamora de las mujeres por los tacones de sus zapatos. El suspenso y la fantasía marchan en ella a la par.
Ana Cabrera Vivanco es una de las pocas escritoras cubanas que avanzan hacia la madurez literaria con más de medio siglo de vida y fuera de la Isla. 'Lo que he logrado se lo debo exclusivamente a mi empeño y a mi fe ciega en la escritura', afirma. Su paciencia y fuerza interior la han recompensado. Al leerla nos damos cuenta inmediatamente de que un raudal de ideas larga y pacientemente acariciadas, caerá a borbotones sobre las páginas brillantes que promete su fulgurante entrada en el ámbito de las letras hispánicas.•
EL NUEVO HERALD
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