Doctor Alberto Roteta Dorado.- Santa Cruz de Tenerife. España.- El 6 de enero el mundo de la cristiandad celebra la festividad de los reyes magos, litúrgicamente la επιφάνεια, epifaneia, que quiere decir manifestación, es decir, la expresión del misterio del λóγος hecho hombre y expresado entre ellos. Forma parte de otras epifanías cristianas como: el misterio de las bodas de Caná y el Bautismo. El cristianismo estableció la celebración el 6 de enero, casi inmediatamente después de la octava de la navidad, cuya evocación a la legendaria narración bíblica, es digna de un análisis teórico.
El evangelio de Mateo, en su capítulo segundo, trata el tema de los magos de oriente: “Y he aquí, unos magos vinieron del oriente a Jerusalén, preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque al ver su estrella en el oriente, hemos venido para adorarle”.
Se les considera reyes, tal vez, a partir de una interpretación del Salmo 72,10 que dice: “Todos los reyes se postrarán ante él”. No obstante, el significado del término griego μαγός, es decir, magós, en plural: μαγοι, magoi, no es precisamente reyes, sino sobrenaturales, dotados de poderes excepcionales, como lo fueron en el pasado los antiguos sacerdotes del mazdeísmo o zoroastrianismo, la religión de los parsis, cuya casta sacerdotal estaba en posesión de los misterios y de la sabiduría, y se dedicaban al estudio de la astronomía como ciencia, y de la astrología en relación con su repercusión en la vida de los hombres. El místico y filósofo de origen judío, Filón de Alejandría da testimonio de esto a través de sus obras.
Tal vez la inserción de este pasaje en el evangelio tenga relación con la idea de los sacerdotes parsis como elemento simbólico, lo que muestra la grandeza del nacimiento del Hombre-Dios, hecho que es reconocido por los sabios parsis desde sitios tan distantes, los que estaban en posesión del divino conocimiento y fueron capaces de percibir su existencia entre los hombres como ser manifiesto, significado del término griego επιφάνεια, o sea, epifanía.
Si tomamos como referencia el evangelio de Mateo, la única fuente bíblica que menciona a unos magos, comprobaremos que no se hace descripción de la estrella, lo que limita la interpretación simbólica; no se precisa el número de reyes, aunque se infiere que cada regalo: oro, incienso y mirra, sea una representación de cada uno de ellos, lo que se atribuye al místico y teólogo del siglo tercero Orígenes (185-253). Más tarde, el papa San León Magno aceptó y estableció la idea que ha perdurado hasta nuestros días; aunque sin demostración alguna de su veracidad. Sin embargo, la tradición pudo más que la investigación y será difícil después de tanto tiempo cambiar la idea predeterminada en las mentes de los hombres acerca del número de magos, magos convertidos en reyes y peor aún dejar a un lado los regalos a niños el día seis de enero, a pesar de no existir documentación alguna que demuestre que eran precisamente tres.
De igual forma, sus nombres no aparecen en las escrituras cristianas; algo que se adoptó luego. Sus nombres, Melchor, Gaspar y Baltasar siguen siendo motivo de investigación. Algunas fuentes señalan que aparecieron por primera vez en un mosaico dentro de un templo de Italia. Se trata de una obra que data del siglo VI ubicada en la iglesia de San Apollinaire Nuovo, en Rávena. Allí se distingue a los tres magos ataviados al modo persa con sus nombres encima y representando distintas edades.
Otras fuentes ubican el origen de los nombres un tanto más tarde, toda vez que insisten en su origen en la edad media y hasta mucho más tarde si se consulta un manuscrito itálico muy posterior. Los nombres, como el número de magos, resultan elementos añadidos a la única referencia bíblica, la cual es la presencia de unos magos del oriente, en plural μαγοι, (en griego antiguo) lo que solo sugiere la existencia de más de uno, pudieran ser solo dos, como se representa en las antiquísimas catacumbas de Pedro y Marcelino, del siglo cuarto.
Por otra parte, se cree que el evangelista insertara el pasaje de los magos con su mágica estrella en su texto para realzar, un tanto más, la figura del redentor. Algunos vinculan a estos personajes de Mateo con los magos de Balaam, citados en Núm. 23,7, que bajaron de las montañas de Oriente para rendir homenaje al futuro rey; entendiendo como Oriente la región que se inicia al este del río Jordán, es decir que se considera que el Oriente comienza donde termina Palestina, al otro lado del Jordán: “Entonces Balaam pronunció estas palabras proféticas: Balac, el rey de Moab, me trajo de Aram; me hizo venir de los montes del oriente. Me pidió venir y maldecir a Jacob; me ordenó desearle el mal a Israel”.
Imagen debajo: A la estrella de seis puntas se le atribuye en el judaísmo, además de su significado simbólico, un poder mágico, lo que ha trascendido los límites del hebraísmo para alcanzar valores universales y llegar así al cristianismo.
Acudiendo de nuevo a Orígenes, figura cimera de la filosofía cristiana de los primeros siglos, encontramos en su obra Contra Celso I:59, un pasaje en el que comenta aspectos relacionados con la idea de la mencionada estrella:
“Se ha observado que en los grandes acontecimientos y en los más importantes cambios de la historia, aparecen estrellas de este tipo que significan cambios de dinastías, o guerras o sucesos entre los hombres que tienen el efecto de trastornar los asuntos del mundo. Hemos leído en el libro de los cometas del estoico Cheremon cómo algunas veces han aparecido cometas incluso cuando estaba a punto de suceder un suceso nuevo; y él nos hace una relación de ellos. Así pues, si un cometa, como se le llama, o alguna otra estrella parecida, aparece cuando surge una nueva monarquía o se produce algún importante suceso sobre la tierra, por qué ha de extrañarnos que haya aparecido una nueva estrella con el nacimiento de un hombre que existe para introducir nuevas ideas en la raza humana y para traer una doctrina no sólo a los judíos, sino también a los griegos y también a muchas naciones extranjeras”.
En el griego bíblico empleado en la traducción del capítulo LXX del libro de Daniel (2,2.10), μαγοι se refiere concretamente a los astrólogos de la localidad de Babilonia, cuyos conocimientos esotéricos eran respetados, de ahí la asociación con la aparición de la estrella en el oriente: “Y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos (…) Al ver la estrella se regocijaron con gran alegría”.
La interpretación simbólica de la estrella estará en dependencia del número de puntas que tenga, así como de su posición. Una de las más universales formas es la Estrella de David, Sello o Hexagrama de Salomón. Esta estrella es una superposición de dos triángulos equiláteros que se entrelazan, cuya disposición da lugar a una figura geométrica con apariencia de estrella de seis puntas. En el judaísmo se le atribuye, además de su significado simbólico, un poder mágico, lo que ha trascendido los límites del Hebraísmo para alcanzar valores universales.
Se pierde un tanto en la inmensidad del tiempo, pero su origen, aunque difícil de precisar, se encuentra en Asia. Ya en la antigua cultura mesopotámica hay referencias acerca de la estrella de seis puntas. En la antigua Babilonia se solían representar tres estrellas dispuestas en triángulo para invocar una tríada de dioses astrales. Por otro lado, la observación de los astros fue frecuente en las culturas del llamado Creciente Fértil. Como figura geométrica, el hexagrama regular presenta muchos puntos en común con la estrella de David. Desde el punto de vista configurativo se podría sostener que todo hexagrama regular al menos “de un modo potencial podría ser una estrella de David”.
Sin embargo, no todo hexagrama regular ha sido concebido para expresar la significación y el valor simbólico que el pueblo judío y la humanidad en su conjunto le atribuyen a la estrella de David. Dicha estrella fue adoptada por el judaísmo como símbolo de otras culturas, tal como hizo el propio cristianismo con muchas de sus celebraciones y festividades. La idea de la Alianza, considerada un verdadero eje de la tradición hebrea, ha encontrado en la conjunción de los dos triángulos equiláteros que conforman la estrella, su punto culminante como expresión simbólica de lo que para ellos es una realidad.
La estrella de seis puntas, más que un símbolo, es un emblema del judaísmo. Téngase presente que el emblema es una asociación de símbolos. En el caso particular de la estrella de seis puntas, es la sumatoria en conjunción de dos triángulos. Para los judíos es un símbolo de paz y de equilibrio, cuyo equilibrio lo ofrece la precisión del engranaje de ambos triángulos. Representada sobre el escudo de los israelitas, la estrella de David cumplía entonces una función protectora. Si se considera a la estrella en cuestión como un dodecágono, es decir, una figura que presenta doce lados, ellos es posible deducir que ellos aluden a las doce tribus de Israel. (Simmons, La Estrella de David, 2012).
Más allá del judaísmo, se le ha interpretado como la reunificación de la naturaleza inferior y superior del hombre, esto es, la armonía entre los principios inferiores del hombre y su contrapartida de los principios espirituales: Atma, Budi, Manas, este último en su aspecto superior, según las tradiciones de las filosofías orientales. Su universalidad es tal, que asociaciones fraternales como la Masonería y la Sociedad Teosófica, la han asumido en sus rituales y decoración de sus Logias, la primera, y como parte de su emblema, la segunda. Para los masones representa a Dios o el Gran Arquitecto expresado en todo el Universo, o sea, el propio Logos (λóγος) de los antiguos griegos y el Verbo del Evangelio de San Juan. “El verbo era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre”.
Continuará…
la inserción de este pasaje en el evangelio tenga relación con la idea de los sacerdotes parsis como elemento simbólico, lo que muestra la grandeza del nacimiento del Hombre-Dios, hecho que es reconocido por los sabios parsis desde sitios tan distantes, los que estaban en posesión del divino conocimiento y fueron capaces de percibir su existencia entre los hombres como ser manifiesto, significado del término griego επιφάνεια, o sea, epifanía.
Si tomamos como referencia el evangelio de Mateo, la única fuente bíblica que menciona a unos magos, comprobaremos que no se hace descripción de la estrella, lo que limita la interpretación simbólica; no se precisa el número de reyes, aunque se infiere que cada regalo: oro, incienso y mirra, sea una representación de cada uno de ellos, lo que se atribuye al místico y teólogo del siglo tercero Orígenes (185-253). Más tarde, el papa San León Magno aceptó y estableció la idea que ha perdurado hasta nuestros días; aunque sin demostración alguna de su veracidad.
Sin embargo, la tradición pudo más que la investigación y será difícil después de tanto tiempo cambiar la idea predeterminada en las mentes de los hombres acerca del número de magos, magos convertidos en reyes y peor aún dejar a un lado los regalos a niños el día seis de enero, a pesar de no existir documentación alguna que demuestre que eran precisamente tres.De igual forma, sus nombres no aparecen en las escrituras cristianas; algo que se adoptó luego. Sus nombres, Melchor, Gaspar y Baltasar siguen siendo motivo de investigación. Algunas fuentes señalan que aparecieron por primera vez en un mosaico dentro de un templo de Italia. Se trata de una obra que data del siglo VI ubicada en la iglesia de San Apollinaire Nuovo, en Rávena. Allí se distingue a los tres magos ataviados al modo persa con sus nombres encima y representando distintas edades.edades.s. Otras fuentes ubican el origen de los nombres un tanto más tarde, toda vez que insisten en su origen en la edad media y hasta mucho más tarde si se consulta un manuscrito itálico muy posterior. Los nombres, como el número de magos, resultan elementos añadidos a la única referencia bíblica, la cual es la presencia de unos magos del oriente, en plural μαγοι, (en griego antiguo) lo que solo sugiere la existencia de más de uno, pudieran ser solo dos, como se representa en las antiquísimas catacumbas de Pedro y Marcelino, del siglo cuarto.
Por otra parte, se cree que el evangelista insertara el pasaje de los magos con su mágica estrella en su texto para realzar, un tanto más, la figura del redentor. Algunos vinculan a estos personajes de Mateo con los magos de Balaam, citados en Núm. 23,7, que bajaron de las montañas de Oriente para rendir homenaje al futuro rey; entendiendo como Oriente la región que se inicia al este del río Jordán, es decir que se considera que el Oriente comienza donde termina Palestina, al otro lado del Jordán: “Entonces Balaam pronunció estas palabras proféticas: Balac, el rey de Moab, me trajo de Aram; me hizo venir de los montes del oriente. Me pidió venir y maldecir a Jacob; me ordenó desearle el mal a Israel”.
(Imagen de la estrella de seis puntas debe decir debajoA la estrella de seis puntas se le atribuye en el judaísmo, además de su significado simbólico, un poder mágico, lo que ha trascendido los )
límites del hebraísmo para alcanzar valores universales y llegar así al cristianismo.
Acudiendo de nuevo a Orígenes, figura cimera de la filosofía cristiana de los primeros siglos, encontramos en su obra Contra Celso I:59, un pasaje en el que comenta aspectos relacionados con la idea de la mencionada estrella:
“Se ha observado que en los grandes acontecimientos y en los más importantes cambios de la historia, aparecen estrellas de este tipo que significan cambios de dinastías, o guerras o sucesos entre los hombres que tienen el efecto de trastornar los asuntos del mundo. Hemos leído en el libro de los cometas del estoico Cheremon cómo algunas veces han aparecido cometas incluso cuando estaba a punto de suceder un suceso nuevo; y él nos hace una relación de ellos. Así pues, si un cometa, como se le llama, o alguna otra estrella parecida, aparece cuando surge una nueva monarquía o se produce algún importante suceso sobre la tierra, por qué ha de extrañarnos que haya aparecido una nueva estrella con el nacimiento de un hombre que existe para introducir nuevas ideas en la raza humana y para traer una doctrina no sólo a los judíos, sino también a los griegos y también a muchas naciones extranjeras”.
En el griego bíblico empleado en la traducción del capítulo LXX del libro de Daniel (2,2.10), μαγοι se refiere concretamente a los astrólogos de la localidad de Babilonia, cuyos conocimientos esotéricos eran respetados, de ahí la asociación con la aparición de la estrella en el oriente: “Y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos (…) Al ver la estrella se regocijaron con gran alegría”.
La interpretación simbólica de la estrella estará en dependencia del número de puntas que tenga, así como de su posición. Una de las más universales formas es la Estrella de David, Sello o Hexagrama de Salomón. Esta estrella es una superposición de dos triángulos equiláteros que se entrelazan, cuya disposición da lugar a una figura geométrica con apariencia de estrella de seis puntas. En el judaísmo se le atribuye, además de su significado simbólico, un poder mágico, lo que ha trascendido los límites del Hebraísmo para alcanzar valores universales.
Se pierde un tanto en la inmensidad del tiempo, pero su origen, aunque difícil de precisar, se encuentra en Asia. Ya en la antigua cultura mesopotámica hay referencias acerca de la estrella de seis puntas. En la antigua Babilonia se solían representar tres estrellas dispuestas en triángulo para invocar una tríada de dioses astrales. Por otro lado, la observación de los astros fue frecuente en las culturas del llamado Creciente Fértil. Como figura geométrica, el hexagrama regular presenta muchos puntos en común con la estrella de David. Desde el punto de vista configurativo se podría sostener que todo hexagrama regular al menos “de un modo potencial podría ser una estrella de David”.
Sin embargo, no todo hexagrama regular ha sido concebido para expresar la significación y el valor simbólico que el pueblo judío y la humanidad en su conjunto le atribuyen a la estrella de David. Dicha estrella fue adoptada por el judaísmo como símbolo de otras culturas, tal como hizo el propio cristianismo con muchas de sus celebraciones y festividades. La idea de la Alianza, considerada un verdadero eje de la tradición hebrea, ha encontrado en la conjunción de los dos triángulos equiláteros que conforman la estrella, su punto culminante como expresión simbólica de lo que para ellos es una realidad. La estrella de seis puntas, más que un símbolo, es un emblema del judaísmo. Téngase presente que el emblema es una asociación de símbolos. En el caso particular de la estrella de seis puntas, es la sumatoria en conjunción de dos triángulos. Para los judíos es un símbolo de paz y de equilibrio, cuyo equilibrio lo ofrece la precisión del engranaje de ambos triángulos. Representada sobre el escudo de los israelitas, la estrella de David cumplía entonces una función protectora. Si se considera a la estrella en cuestión como un dodecágono, es decir, una figura que presenta doce lados, ellos es posible deducir que ellos aluden a las doce tribus de Israel. (Simmons, La Estrella de David, 2012).
Más allá del judaísmo, se le ha interpretado como la reunificación de la naturaleza inferior y superior del hombre, esto es, la armonía entre los principios inferiores del hombre y su contrapartida de los principios espirituales: Atma, Budi, Manas, este último en su aspecto superior, según las tradiciones de las filosofías orientales. Su universalidad es tal, que asociaciones fraternales como la Masonería y la Sociedad Teosófica, la han asumido en sus rituales y decoración de sus Logias, la primera, y como parte de su emblema, la segunda. Para los masones representa a Dios o el Gran Arquitecto expresado en todo el Universo, o sea, el propio Logos (λóγος) de los antiguos griegos y el Verbo del Evangelio de San Juan. “El verbo era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre”.
Continuará…
albertorot65@gmail.com |