Foto: El Centro de Reeducación Funcional de Villiers-sur-Marne
Querida Ofelia,
Félix José Hernández.- París, 12 de noviembre de 2024.- Solo hoy he encontrado el tiempo necesario para contarte la aventura de mi nueva rodilla.
Todo comenzó el 5 de septiembre, cuando ingresé en la Clínica de Bercy, en la cual al día siguiente me operó para implantarme una prótesis en mi rodilla izquierda el Dr. Boutang. Él es un célebre cirujano por su profesionalismo, así como su carácter eminentemente humano. Ya nos conocíamos, pues fue él el que me implantó las prótesis en ambas caderas hace una década.
Según mi nieta, voy a tener más “hierros” dentro que la Torre Eiffel.
Tengo que darle las gracias a Zénabou y a Malik, ambos jóvenes auxiliares de enfermería, los cuales me atendieron muy bien hasta que el día 10 fui trasladado en una ambulancia hacia el Centro de Reeducación Funcional de Villiers-sur-Marne, a unos 22 kilómetros al sur de París.
Al llegar al Centro, me recibió una dama encantadora de nombre Françoise, su savoir-faire y su amabilidad fueron extraordinarios durante las cinco semanas que estuve ingresado allí.
Las dos primeras semanas estuve en una habitación cuyas dos ventanas daban al bosque, era un bello espectáculo. Cuando me cambiaron de habitación, la vista no era nada especial, pero la compartía con Mohamed, un simpático joven de 21 años.
De mí se ocupó la Dra. Zaquine, una dama brillante, muy profesional, cuyos ojos son de una belleza extraordinaria.
El traslado en mi sillón de ruedas de la habitación hacia la sala de ejercicios, para las consultas médicas, el gimnasio, etc., estuvieron a cargo de dos personas muy amables, los camilleros Bernard y María.
Las auxiliares de enfermería que en los primeros días me ayudaban a vestirme y bañarme, me llevaban y traían del comedor las tres veces al día y un largo etcétera fueron: Sandrine, Sabah, Majorie, Rosette, así como también otras damas de las cuales no recuerdo los nombres en estos momentos. A todas ellas les doy mis más sinceras gracias por su excelente labor y paciencia.
En el restaurante nos reuníamos siempre en la misma mesa: Brigitte, Philippe, Sandra y yo, puedo decir que pasamos buenos momentos, necesarios cuando pasas las 24 horas del día entre personas en sillones de ruedas, andadores o muletas.
Tenimba y todas las enfermeras fueron extraordinariamente profesionales y amables. Estimo que este Centro sabe bien escoger al personal que trabaja en él.
Dos veces por semana tuve gimnasia con Cédric, simpático y amable joven de look rasta, que amenizaba con música sus clases.
Las dos primeras semanas tuve como fisioterapeuta a Margaux, la cual me “torturó” gentilmente con los ejercicios. El resto del tiempo se ocupó de mí Audrey, una chica encantadora, profesional y muy humana. Mi “drama” era que en muchos ejercicios no solo me dolía la rodilla recién operada, sino también la derecha, que también será operada en cuanto me restablezca completamente de la izquierda.
Regresé a casa el 18 de octubre. Había solicitado por medio de la Dra. Zaquine el poder seguir asistiendo cada día de lunes a viernes desde casa, al Centro por el sistema de “Hospital de Día” para poder hacer los ejercicios en la piscina y con la fisioterapeuta. Pero un día antes de partir, mientras me encontraba haciendo los ejercicios, se acercó a mí un doctor con un look espléndido, parecía que acababa de llegar Cannes. Me afirmó que era imposible, que estaba todo completo. Le propuse inútilmente que podría recomenzar dentro de una o dos semanas, pero su respuesta fue negativa.
Hace poco vi por la televisión un documental sobre como las prótesis de metal de las personas que son cremadas (lo cual será mi caso), son recuperadas y recicladas para fundirlas y utilizarlas en la industria. Así que quizás mis tres prótesis de metal terminarán en la lavadora o el coche que alguien compre.
Desde que me jubilé en el 2014 no he parado de leer todos los libros que por diversas razones no había podido leer. Ahora en estas cinco semanas pasadas en el centro de Villiers-sur-Marne, aproveché para leer de nuevo en español siete libros que formaron parte de mi adolescencia habanera. Mi hijo me los regaló, los había encargado por la Internet. Ellos son: “El llano en llamas” de Juan Rulfo, “La Vorágine” de José Eustasio Rivera, “Cecilia Valdés” de Cirilo Villaverde, “La Barraca” de Blasco Ibáñez, “Doña Bárbara” de Rómulo Gallegos, “Martín Fierro” de José Hernández, “Don Segundo Sombra” de Ricardo Guiraldes.
Ayer terminé de leer una magnífica novela de María Dueñas “Las hijas del Capitán”, se lo recomiendo a todos.
Desde que salí del centro, voy dos veces por semana a la fisioterapeuta que vive cerca de mí y hago en casa, con la ayuda de mi esposa, los ejercicios que me indica.
Un gran abrazo desde estas lejanas tierras allende los mares,
marcelo.valdes@wanadoo.fr
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