Alberto Roteta Dorado.- Santa Cruz de Tenerife. España.- Felicitaciones a todos mis amigos y familiares que tengo en territorio de Estados Unidos de América. El motivo es, sin duda alguna, por la victoria Donald Trump, el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos en los recientes comicios de esta nación.
Este escrito no será precisamente un ensayo analítico; sino algo más íntimo, breve y conciso. Se trata de una versión sobre un reciente comentario que publiqué en Facebook al día siguiente de las elecciones de Estados Unidos de América. De ahí la felicitación con la que comienzo este escrito, toda vez que ya se había declarado de manera oficial el triunfo de Donald Trump.
No obstante, he querido que aparezca mi comentario con unas pocas variaciones y correcciones en algunos medios donde me suelen publicar. Su aceptación me motivó sobremanera, y sobre todas las cosas, el hecho de que muchos amigos decidieran comentar abiertamente para expresar sus opiniones. Así, les dejo a mis lectores estas breves palabras dedicadas a ese esperado triunfo, tan esperado y a la vez tan necesario, del republicano Donald Trump.
Es necesario salvar a América de las garras del comunismo, algo que, por ahora, ya está garantizado. No podíamos permitir que la señora demócrata que se enfrentó al vencedor, cuyo nombre per se me provoca una repugnancia y un efecto nauseabundo enorme como para escribirlo en este breve mensaje, tomara las riendas de esta nación; una nación que a través de la historia ha demostrado ser ejemplo de los valores de la democracia, la lealtad y la dignidad.
Sus frustraciones por el hecho de ser mujer, negra, "progresista" y de ascendencia india, la hubieran llevado a arremeter con todas sus fuerzas contra los valores tradicionales de la sociedad americana. Cuando alguien se siente inferior, ya sea porque en realidad lo es o porque se lo imagina, es capaz de todo. Si esta señora, amante de las tendencias comunistas, hubiera logrado la presidencia, la tierra de Lincoln correría el riesgo de ir a su declive, degeneración y destrucción. Los estadounidenses han sabido elegir y han sabido comprender e interiorizar el peligro que representa para cualquier nación que el comunismo se instaure y se expanda, cual maléfica y terrorífica plaga.
Foto debajo- Donald Trump durante una visita a la iglesia a la iglesia episcopal de St. John. Los estadounidenses supieron elegir entre los principios de la sociedad americana, el tradicionalismo, la libertad y la democracia.
No es el momento para detenernos a analizar si el señor Donald Trump es o no el presidente ideal. No entraré en discusiones sin sentido, y, ante todo, trataré de no caer en contradicciones con tantos amigos y compatriotas que dan la vida por Trump. Las cosas como son. No había otras opciones ni otras alternativas. Es Donald Trump o sencillamente se destruye América.
No estamos en los tiempos de la antigua Grecia con las especulaciones teóricas de un ser como Platón, el genial filósofo que pretendía que los gobernantes fueran verdaderos filósofos; algo que ni en el contexto histórico en el que vivió el autor de “La República” dejó de ser una gran utopía, toda vez que jamás se materializó su genial idea.
Si analizamos la historia reciente de muchas naciones veremos que la mayoría de sus gobernantes no se aproximan a ese ideal platónico. Donal Trump no es la excepción en este sentido; pero es el que podrá devolver a Estados Unidos de América la plenitud de sus valores morales, valores puestos en peligro por el fanatismo sectario de los demócratas con sus ideas cada vez más cercanas al comunismo marxista.
Lo importante era, y es, impedir que una resentida "progresista" se apodere de la gran nación que ha sido, y, continuará siendo, fuente de inspiración para muchos – la mayoría según los resultados de la reciente votación del pueblo estadounidense– que anhelan la preservación de la libertad y de la democracia. La realidad de Estados Unidos, como acaba de afirmar el destacado politólogo Julio M. Shiling, “un país creyente, conservador, de centro con más inclinación a la derecha que a la izquierda, pero de centro”.
El líder republicano ya pasó por la experiencia de un mandato anterior y luego se tuvo que enfrentar a múltiples vicisitudes que, sin duda, le tienen que haber fortalecido para asumir este nuevo reto. Un Donald Trump más mesurado y con mayor claridad política para asumir un mandato que, al parecer, será bien difícil, es necesario por el bien, no solo de la gran nación; sino del mundo.
Llegará en breve a tomar el control de una nación polarizada – como casi todas las naciones en el actual contexto histórico–, cuyas multitudes han sido demasiado manipuladas por los maléficos planes de la izquierda; una nación demasiado compleja por su enorme heterogeneidad, en la que miles de marginados y delincuentes creen tener derechos que no tienen, pero que les hicieron creer que los tenían; un país saturado de migrantes ilegales a los que hay que detener y retornar a sus países de origen; un país, cuya política exterior es determinante para el equilibrio político del mundo.
En fin, a esto se tendrá que enfrentar el controversial y carismático republicano que, por suerte para Norteamérica, acaba de resultar vencedor en esta contienda.
Este es la versión del comentario como expliqué en el inicio de este escrito. A continuación, reproduzco la respuesta que di al Dr. Miguel Álvarez Martínez, residente en Santa Cruz de Tenerife, España, a partir de su excelente comentario a mi escrito del día seis del presente mes.
No hay presidente ideal para ninguna nación del mundo – haciendo referencia y evocando el concepto de Platón sobre los gobernantes filósofos–. En los últimos tiempos se trata de elegir entre lo más conveniente, algo que, por desgracia, no siempre funciona bien. Ya sabéis los ejemplos de México, Brasil y Colombia, por solo citar tres naciones de América en las que, por desgracia, el socialismo (muy a su manera) se impone por doquier. Si bien, como tú dices, con conocimiento de causa y con tu sapiencia, el candidato republicano no es ese presidente ideal, lo más importante es salvar a esa gran nación, tratando de impedir la progresión del socialismo impulsado por la gentuza del partido demócrata, que de democracia no tiene nada.
La aspirante a la presidencia sigue los mismos cánones estereotipados de los socialistas europeos: su aberrante feminismo sectario, la promoción de todo lo relacionado con los LGTBQ+, el polémico asunto del aborto legalizado e institucionalizado, etc. De modo que, la elección de Trump era necesaria para detener el avance del socialismo y del neomarxismo, tendencias que han encontrado un excelente "caldo de cultivo" en algunas universidades estadounidenses, amén de devolver a América sus valores democráticos basados en sus tradicionales costumbres, en su verdadera idiosincrasia y no sustentados en las frustraciones de los "progresistas", feministas contrariadas, afroamericanos delincuentes y marginales y toda la carroña socialista.
En fin, era Trump, con sus virtudes y también con sus defectos – como los tenemos todos, toda vez que se trata de un político, de un presidente, de un líder republicano y no de un Dios– o una “progre” bien “zurdita” que provocaría un verdadero caos en los Estados Unidos de América.
Se trata de una gran victoria; aunque algunos malintencionados especulen acerca de unos resultados reñidos. Recordemos que Trump logró alzarse con el doble triunfo del voto popular y el que determinan los estados, según lo establece la ley constitucional de Estados Unidos; algo que no fue así en los comicios anteriores, donde participó y alcanzó la presidencia el candidato republicano, en los que no logró el voto popular. Esto demuestra que en realidad es una gran victoria; pero sobre todas las cosas, que los estadounidenses supieron elegir entre los principios de la sociedad americana, el tradicionalismo, la libertad y la democracia, versus el dogmatismo sectario del pseudoprogresismo demócrata.
Aún, a pesar de todas las adversidades por las que pasó el candidato republicano – que contribuyeron a empañar su imagen– el pueblo estadounidense lo eligió democráticamente para ser el nuevo presidente de los Estados Unidos de América y no un emperador, como de manera despectiva se acaba de publicar en una mediocre caricatura del diario ecuatoriano El Universo. Téngase presente que en muchos estados logró grandes ventajas sobre la demócrata, cuyo nombre sigo omitiendo para sepultarla para siempre en el olvido. En ocasiones casi la duplicaba en votos, lo que demuestra que los estadounidenses y los miles de emigrados con dicha nacionalidad supieron elegir, y elegir bien por el futuro de la gran nación americana.
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