Dr. Ing. Jorge Hernández Fonseca.- 7 de noviembre de 2024.- Acaba de escenificarse en los Estados Unidos la elección presidencial 2024, ganada por Donald Trump con inobjetable mayoría en varios órdenes y calificada por griegos y troyanos de "la más importante de todos los tiempos". En realidad esa contienda fue una verdadera "Guerra Cultural" más que política, aspecto que trataremos de dilucidar mediante estas letras.
Del lado demócrata se defendía un "cambio total" en la cultura norteamericana y aunque en las propuestas políticas de ambos partidos había diferencias, todas eran reconciliables. Kamala Harris defendió adoptar una cultura "Woke", muy distante de los valores y los principios de la cultura y los valores tradicionales que han hecho a Estados Unidos grande y el resultado ha sido una votación arrasadora de los sectores rurales y menos favorecidos económicamente en favor de la cultura tradicional de base cristiana, con respeto a la familia tradicional, con apego a la biología natural, atendiendo al modo de producción actual y de introducción de cambios paulatinos, probados y sin eliminar los niveles que EUA ha alcanzado con esfuerzo y sacrificio.
Pesó también que el discurso de la candidata demócrata era en extremo marxista y socialistoide lo que también fue rechazado por la mayoría de un país que es cuna del capitalismo mundial y la Nación de las mejores expectativas sociales, donde se materializa el "sueno americano".
El choque cultural fue definido por los norteamericanos que se resisten a adoptar una filosofía "clasista", que contradictoriamente favorece a sectores minoritarios, a los cuales la cultura Woke ha dado un arma intelectual de lucha contra la "sociedad normal", donde el ciudadano medio se siente impulsado a adoptar una forma de ver su vida de manera diferente a sus tradiciones, donde se jerarquiza el supuesto "derecho" de esas minorías por sobre la meritocracia, donde se ralentiza el desarrollo en favor de quimeras ambientales caprichosas, y se ha rebelado.
La cultura Woke que trata de imponer el partido demócrata de hoy en Norteamérica dista mucho de las tradiciones que han hecho grande a ese país, por eso el lema de "Hacer a EUA grande otra vez", porque el resultado de la adopción parcial de esa cultura de origen marxista ha venido retrasando económicamente la Nación norteamericana, encareciendo artificialmente el costo de la energía basado, por ejemplo, en una quimera "ambiental" que nadie entiende y en un país que fue durante el primer mandato de Trump, el primer productor mundial de petróleo.
La clase media y media baja, así como los menos favorecidos, se rebelaron ante una cultura ajena, promovida hasta la saciedad por los medios masivos de comunicación, pero que hacen balanzar el sentimiento de sectores del interior del país, tradicionalmente conservadores, que rechazan una cultura ajena a sus tradiciones y muy lejos de la propuesta que los Padres Fundadores de la Nación quisieron para los ciudadanos norteamericanos.
Así, el triunfo de Trump es un primer paso para triunfar en la Guerra Cultural que no se ha rendido y que promete una revancha para la cual hay que prepararse culturalmente.
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