La crisis energética de Cuba: una mirada histórica y una posible solución Se trata de un problema estructural, cuya solución no puede ser sino estructural. Por Dimas Castellanos Diario de Cuba 2 de noviembre de 2024
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El invento de la electricidad tuvo un fuerte impacto en el progreso de la humanidad. En Cuba, desde la época colonial se empleó en la industria azucarera, el transporte y el alumbrado, por solo citar tres de sus aplicaciones. En 1899, a solo diez años de su invención, en La Habana se instalaron lámparas eléctricas para sustituir las de gas en lugares públicos.
Desde ese año hasta la primera década del siglo XX, la luz eléctrica llegó a pueblos y ciudades del país, como Cárdenas, Matanzas, Camagüey, a varios ingenios azucareros y se instaló una planta eléctrica en Tallapiedra con capacidad para generar 37,5MW.
Entre 1923 y 1928 la empresa norteamericana Electric Bond & Share Company, Inc. monopolizó la mayor parte del servicio eléctrico en el territorio nacional. En 1927 esas propiedades pasaron a manos de la subsidiaria Cuban Electric Company, empresa que el "Gobierno de los Cien Días" intervino en 1934 y rebajó las tarifas del gas y la electricidad en un 45%. Luego, el Gobierno de Carlos Mendieta devolvió esa empresa a sus propietarios.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, con el apoyo del Banco de Exportación e Importación de Washington, el Gobierno cubano ejecutó varios proyectos que casi triplicaron la capacidad de generación de 149 a 430MW entre los años 1948 y 1958, y creó dos sistemas independientes: Occidente-Centro y Oriente, que junto a otros pequeños sistemas aislados consiguieron que la capacidad del servicio eléctrico alcanzara al 56% de la población cubana, esencialmente en zonas urbanas.
El Gobierno revolucionario que tomó el poder en 1959 rebajó las tarifas eléctricas y nacionalizó la Compañía Cubana de Electricidad. A partir de la puesta en servicio de generadores adquiridos en el campo socialista, con el combustible garantizado para su funcionamiento, unido a las dos primeras líneas de transmisión de 220 kilovoltios, inauguró el Sistema Electroenergético Nacional (SEN), que en 1992 elevó la capacidad a 3.675MW.
El colapso ocurrido el pasado 18 de octubre era predecible. El estado de deterioro, agudizado por el empleo del petróleo cubano con un alto componente de azufre y agua, requiere de miles de millones de dólares y de varios años para su restitución, pero ni existen los millones de dólares ni se cuenta con ese tiempo. La causa no ofrece dudas, es interna: la desacertada gestión gubernamental.
Con la desaparición de la Unión Soviética, la capacidad de generación eléctrica en Cuba fue disminuyendo hasta ser incapaz de suplir la demanda. Comenzaron entonces las improvisadas alternativas: en 1997 se inició la construcción de una central eléctrica de 220MW a partir del uso del gas acompañante de los yacimientos petrolíferos; se inauguró el Programa de Ahorro de Electricidad; comenzó a emplearse principalmente el crudo nacional, lo que unido a la falta de piezas de repuesto condujo al acomodo de carga: a los apagones.
Sin embargo, el ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, en la reunión del Consejo de Ministros del 31 de agosto de 2023 —como si se tratara de un logro—, informó que en la última semana del mes "no hubo afectaciones en la generación de electricidad". En mayo de 2024, ante la persistencia de los apagones, el director general de la Unión Nacional Eléctrica y el director técnico de la entidad, explicaron que entre 2013 y 2018 se había realizado una inversión cuantiosa que incrementó la capacidad en 200MW, las termoeléctricas tenían un ciclo de mantenimiento y había un aseguramiento de combustible. Aunque advirtieron que no se había podido dar mantenimientos capitales en fecha, la Felton 2 se encontraba en avería permanente, y las otras 15 termoeléctricas (excepto una) estaban fuera del ciclo de mantenimiento.
El pasado septiembre, pletórico de optimismo, el ministro de Energía y Minas dijo en el programa televisivo Mesa Redonda que, con el crecimiento de las fuentes renovables de energía, el crecimiento de Energás, y las reparaciones que se estaban haciendo, en el 2025 tendríamos "al menos un minuto de generación sin consumir combustible importado". Menos de mes y medio después de esas palabras, el viernes pasado 18 de octubre, el SEN colapsó para sincronizarse nuevamente cuatro días después, el martes 22.
De acuerdo a los partes oficiales, en los días siguientes la relación entre demanda y disponibilidad fue la siguiente: miércoles 23 de octubre (2.950MW vs. 1978 MW), jueves 24 de octubre (3.050MW vs. 1.990MW), viernes 25 de octubre (3.000MW vs. 2.124MW), sábado 26 de octubre (2.980MW vs. 2.080MW) y domingo 27 de octubre (3.000MW vs. 2.220MW). Lo que arroja, en los primeros cinco días posteriores a la sincronización, una insuficiencia que osciló entre 789 y 1.060MW diarios.
Como la demanda de electricidad en Cuba presenta un crecimiento interanual del 3%, la ausencia de inversiones sistemáticas ha generado la actual inestabilidad. A ello se unen las maquinas obsoletas, la ausencia de mantenimientos periódicos, el daño del azufre contenido en el petróleo nacional y la insuficiencia de combustible. Se trata, pues de un problema estructural, cuya solución no puede ser, sino estructural.
Según el economista cubano Pedro Monreal, detrás del descalabro del SEN está la "exagerada inversión asociada a un turismo con baja utilización de su capacidad y desatención a la desvencijada infraestructura del país". Según las autoridades del régimen cubano, el cerco económico de EEUU exacerba las limitaciones financieras y el acceso a créditos para reparar las termoeléctricas, adquirir tecnologías necesarias y el combustible requerido. Y ello ha implicado que 13 de las 15 unidades se encuentren fuera del ciclo de mantenimiento.
Los intentos fallidos de solución (la revolución energética, el consumo del crudo nacional, los grupos electrógenos que ya funcionan menos de la mitad, las patanas turcas carentes de combustible y la disminución del consumo) no pudieron ni podrán evitar nuevos apagones, por una razón sencilla: Cuba no cuenta con el capital necesario ni tiene socios que lo puedan asumir. Ante la inevitable hecatombe se alza una sola solución: la devolución de las libertades a los cubanos y la apertura del mercado. Medidas suficientes estas para que EEUU suspenda el embargo y se restablezcan las relaciones con la mayor y más fuerte economía del mundo, situada a unos pasos de nuestra Isla.
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