“La juventud es la edad del crecimiento y del desarrollo, de la actividad, y de la viveza, de la imaginación y el ímpetu”. José Martí
Ing. Roberto L. Capote Castillo.- Lo expresado por José Martí en la frase anterior es la antípoda de lo realizado por el “infalible en jefe” para transformar la juventud cubana. El adoctrinamiento desde la niñez está enfocado a coartar el crecimiento y desarrollo de los jóvenes, así como su viveza, también limitar la imaginación e ímpetu pues la dictadura solamente se propone esclavizarlos a las ideas del marxismo en su versión castro-comunista. Todos los jóvenes que alcanzaron importantes puestos en el gobierno han sido defenestrados y se impuso la gerontocracia como la única capaz de dirigir al país hacia el “paraíso comunista”, pero solamente han logrado el récord de miseria en las familias cubanas, la ruina de la economía y la emigración de lo mejor de la juventud cubana.
Los estudios de Marx proponen vías para lograr una verdadera existencia humana, y en ese sentido proyecta la formación de un hombre nuevo: “un individuo superior, plenamente emancipado y desarrollado multifacéticamente en todos sus aspectos, es decir, perfeccionado espiritual, moral, físico y estéticamente”. Creo que esa definición la escribió mientras bebía unas copas en el Club de la Taberna de Tréveris, una asociación de bebedores de la que llegó a ser su presidente. En Cuba les decía a mis amigos allegados: “del capitalismo real conozco poco, pero del castro-comunismo me las sé todas”. Lo expresaba porque lo viví o resistí, desde mi infancia hasta la tercera edad en que logré emigrar y conocí el capitalismo, que tampoco es perfecto, pero es la mejor alternativa.
Cursando la enseñanza secundaria se realizó el experimento de la “escuela al campo” que comenzó con una semana y se extendió hasta los cuarenta y cinco días, pero no siendo suficiente para el “estúpido en jefe” inventó “la escuela en el campo”, que en su primera etapa obligaba a los estudiantes de toda la enseñanza media a permanecer becados y trabajar en tareas agrícolas por la mañana y estudiar por las tardes, separados de su familia. Posteriormente regresaron los estudiantes a las secundarias, pero los del preuniversitario se quedaron en el campo. La propaganda castro-comunista proclamaba que las enseñanzas martianas de “estudio y trabajo” formarían al “hombre nuevo”. En la bibliografía de Martí que he leído sobre la enseñanza, por lo general propone nuevas metodologías educativas para el mejor aprendizaje de los alumnos, pero no he encontrado referencia a que los niños o jóvenes estudien y trabajen para su mejor formación. Hay que tener en cuenta que la secundaria básica se inicia con once o doce años.
Los sucesos acontecidos en estas escuelas en el campo pueden ser tema para un libro, pero no para narrar el éxito de este experimento sino para exponer los hechos negativos que más bien colaboraron a la deformación de los jóvenes. Para ilustrar lo anterior expondré algunos ejemplos ocurridos en la provincia de Camagüey donde las escuelas se construyeron en los campos citrícolas alrededor del poblado de Sola y se calculaba que la norma de trabajo era que cada dos estudiantes debían cumplir la tarea de un trabajador agrícola. Uno de los hechos fue que en una reyerta a machetazos entre dos gangas resultaron muertos y heridos varios estudiantes, por supuesto que esto no fue publicado. Trabajando como investigador de la Academia de Ciencias realicé una investigación en la empresa citrícola del municipio Sierra de Cubitas en la que se encontraban ubicadas las susodichas escuelas. Para mi trabajo me trasladaba por los campos citrícolas en un Jeep soviético y recuerdo que en una ocasión un directivo de la empresa me alertó que tuviera cuidado al transitar por los campos, que siempre estaban enyerbados, porque las parejas de alumnos tenían sexo en estos lugares, como me dijo: “no sea que les pases por encima…”.
En otra ocasión mientras recorría los campos de Sola el Jeep en el que me trasladaba necesitaba agua para el radiador por lo que acudí a una escuela y le pregunté a un alumno donde podía hablar con un profesor para que me autorizara mi gestión y me respondió: “no pierda su tiempo pues en la escuela después de las seis de la tarde se van todos los profesores y los responsables son los propios alumnos”. Fui becado, así como mis hijas también y conozco lo que puede ocurrir en una beca, sin la supervisión de profesores o personas mayores, en la adolescencia.
A lo anterior hay que añadir la colosal inversión realizada, de miles de millones de dólares, en la construcción, transportación, sustento de alumnos y profesores de estas escuelas en el campo que actualmente son monumentos en ruinas a la estupidez. Paralelamente se incrementó la enseñanza técnica y profesional para la formación de técnicos medios en diferentes especialidades. Estudié en el Instituto Tecnológico de Química Industrial en la Habana. En esta institución comencé como becado con disciplina semimilitar y durante las zafras azucareras nos trasladaban a Camagüey para cortar caña durante tres meses como mínimo, excepto los siete meses por la zafra de los 10 millones. En el año 1970 nos convertimos en una unidad militar. El nuevo director del instituto fue un primer teniente secundado por un séquito de tenientes y sargentos. Los abusos, arbitrariedades y maltratos eran la receta perfecta para formar al “hombre discrepante” en lugar del “hombre nuevo”. Constantemente nos amenazaban con que si solicitábamos la baja nos considerarían desertores del SMO y seríamos enviados a las cárceles, al igual que por faltas consideradas graves.
En las universidades también hubo persecuciones a los “desafectos”. Estudiando en la Universidad de la Habana se convocaron reuniones denominadas “reuniones de radicalización de la enseñanza”, que evidentemente estaban preparadas y a ciertos alumnos se les acusaba de actitudes en contra de los principios de la Revolución y sus compañeros de clase “acordaban por unanimidad”, solicitar la expulsión de dichos estudiantes. Había carteles con la consigna “La universidad es para los revolucionarios”. Se malograron jóvenes con talento y valores cívicos que los obligaron a emigrar.
Otro capítulo de los esfuerzos para la formación del “hombre nuevo” que defendiera la patria del imperialismo norteamericano fue la implementación del Servicio Militar Obligatorio (SMO), en junio del año 1963. Las atrocidades, abusos y maltratos en las unidades militares a los reclutas, sin exagerar, eran lo más parecido a prisiones juveniles. A lo anterior se debe añadir las estratagemas de los jóvenes lesionándose, para liberarse del reclutamiento y las realizadas para ser licenciados una vez que estaban en las unidades militares, llegando algunos al suicidio. Un joven vecino me comentó que un psiquiatra amigo de la familia le describió el cuadro clínico de una depresión profunda y cumpliéndolo al pie de la letra, nada fácil, fue licenciado del SMO. En otra variante del militarismo, pero con la principal misión de trabajar en la agricultura se creó el Ejercito Juvenil del Trabajo (EJT) en agosto del año 1973, reclutando a los jóvenes para cumplir el SMO trabajando en la agricultura. No conozco estudio independiente demostrando lo beneficioso para la formación de la juventud de estas susodichas instauraciones sino todo lo contrario, se reconocen como una experiencia traumática.
El “dictador en jefe” no podía permitir ningún resquicio para cumplir su propósito de formar al “hombre nuevo” en la nueva sociedad. Tenía que buscar una solución para reeducar a las “lacras sociales” (religiosos, homosexuales, vagos, etcétera). Para lograr este objetivo fueron creadas las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) entre los años 1965 y 1968. “El periodista y escritor Norberto Fuentes allegado a los hermanos Castro, su escritor favorito y posteriormente exiliado, estimó que, de aproximadamente 35.000 internos, 507 terminaron en salas psiquiátricas, 72 murieron por torturas y 180 se suicidaron. Trabajaban gratis en granjas estatales de 10 a 12 horas diarias, de sol a sol, siete días a la semana, mala alimentación con arroz y comida en mal estado, agua insalubre, platos sucios, cuarteles congestionados, sin electricidad, letrinas, sin duchas, los reclusos recibían el mismo trato que los presos políticos”. Nada más parecido al gulag de los soviéticos. Por esta senda pretendían reformar a los ciudadanos “desviados”. La historia de las UMAP está por escribirse pero cada día se conocen nuevas revelaciones.
En el libro “Camino de servidumbre”, escrito por el economista y filósofo político Friedrich A. Hayek, muestra los resultaos de una investigación exhaustiva de la interacción entre los sistemas económicos, las libertades individuales y los resultados de la sociedad. El autor deja claro su firme creencia en los peligros que plantea la planificación central, que, según él, desemboca invariablemente en la destrucción de la libertad personal. Para Hayek, el «camino a la servidumbre», inadvertidamente comenzado por los que buscan «justicia social», con su control y subsecuente desmantelamiento del mercado libre, termina con la destrucción de toda libertad económica y personal.
Fidel Castro para implementar su dictadura y la formación del “hombre nuevo” confiscó todos los medios de difusión existentes en el país, monopolizando la información y la música que podían escuchar los jóvenes. Con el transcurso de los años fueron censurados artistas y cantantes nacionales e internacionales. Procuraba, inútilmente, que la juventud cubana viviera en una burbuja impenetrable para las “malignas ideas” del imperialismo. En mi primer viaje a México (1982), fui acompañado por un alto dirigente del organismo por el cual viajé. Paseando por el Distrito Federal mi compañero entró en una tienda de música y compró casetes de Roberto Carlos, Raphael y otros censurados en Cuba y ante mi perplejidad me dijo: “mis tres hijos me lo pidieron y estos cantantes no son contrarrevolucionarios”. No respondí, pero comprobé de primera mano la doblez de los dirigentes castro-comunistas. Esta persona luego ascendió al cargo de ministro.
El “estúpido en jefe” y sus acólitos no pudieron impedir la irrupción al país de las modas culturales capitalistas como la música rock, el pop, las nuevas formas de vestir, etcétera. Los jóvenes se vestían con pantalones ajustados y en lugar de ser “barbudos” eran melenudos, así como también practicaban el amor libre imitando las susodichas “maliciosas “influencias”. Las adolescentes usaban minifaldas y los hippies se organizaron en grupos seguidores de esta contracultura en versión anticomunista. Recuerdo que en la Habana existían varios grupos, verbigracia, “los chicos de la flor”, que se reunían en los alrededores de La Rampa y el Hotel Capri. También se fumaba marihuana entre algunos de estos partidarios. En esa época estaba becado en la capital y en una ocasión paseando por esa zona aparecieron varios ómnibus y policías junto a “jóvenes revolucionarios” que, armados con tijeras, atrapaban a los “melenudos” para cortarles el pelo y junto a los aparentes hippie, por su ropa y flores dibujadas en sus caras, se los llevaron presos. Salí airoso de esa contienda por mi pelado militar y el carnet de recluta-estudiante que portaba. También estando de vacaciones, presencié similares “pogromo” contra estas agrupaciones en Camagüey.
La juventud intelectual no escapó a la perseverancia de la formación del “hombre nuevo”. En una reunión del “estúpido en jefe” con los intelectuales el 30 de junio de 1961conocido como “Palabras a los intelectuales”, comenzaba el periodo de “con la revolución todo, contra ella, nada”. Este discurso fue el inicio de la ofensiva contra los intelectuales que no se pusieran al servicio de la Revolución. Buena parte de estos jóvenes emigraron o fueron internados en las UMAP y otros fueron censurados sufriendo diferentes atropellos. Los esfuerzos por imponer su nueva cultura, verbigracia, la música revolucionaria de la nueva trova, el nuevo cine latinoamericano, los himnos, las pancartas y consignas revolucionarios no fueron capaces de enfrentar con éxito estas “agresiones imperialistas” pues es conocido que no hay nada más atractivo que lo prohibido.
Con este breve resumen de los adoctrinamientos y acciones para la formación del “hombre nuevo” se puede deducir que tal pretensión fue otro de los grandes fiascos de Fidel Castro pues lo mejor de la juventud cubana ha emigrado o está en búsqueda de lograrlo. La actual miseria y falta de esperanza ha inducido a una parte de los que permanecen en Cuba a ejercer la prostitución, cometer actos criminales, traficar drogas y otras deformaciones que nada tienen que ver con lo soñado por el farsante comunista Karl Marx y su fracasada filosofía marxista que aun algunos ingenuos defienden. En la desaparecida URSS ni la fracasada comunidad socialista tampoco lo consiguieron utilizando similares o peores métodos a los del castro-comunismo.
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