Cuba avanza: casas de barro y congrí sin frijoles Por Roberto Álvarez Quiñones Diario de Cuba 20 de octubre de 2024
Una vivienda de barro en construcción, Trinidad, Cuba, 2022. Facebook/Ana Martha Panadés
La directora de Materiales del Ministerio de la Construcción del castrismo ha dicho que, ya que no hay cemento, hay que edificar viviendas con barro.
Luego de "inventar" la agricultura hace casi 11.000 años los humanos dejaron de ser nómadas, se asentaron en lugares fijos, y desde entonces a la necesidad imperiosa de alimentarse se sumó la de tener un techo, un lugar privado para vivir en familia.
Surgieron así las primeras viviendas, muchas de ellas construidas de barro como las levantadas por los sumerios en la antigua Mesopotamia, pues carecían de bosques y de piedra.
Las aldeas fueron dando paso a las primeras ciudades, como Catalhoyuk (actual Turquía, 7500 A.C), Uruk (Iraq, 5000 A.C) y Argos (Grecia, 5,000 A.C). Con viviendas ya no solo de barro, sino también de piedra y madera.
Pues bien, varios miles de años después de aquellos albores de la civilización millones de personas en Cuba que viven en el "futuro luminoso" prometido por Fidel Castro no tienen un lugar privado propio para vivir, ni alimentos suficientes.
Traigo esto a colación por dos motivos: 1) Manuel Marrero, primer ministro del régimen castrista, informó que en los primeros ocho meses de 2024 solo se construyeron 5.262 viviendas, de las 13.492 planificadas; y 2) el ministro de Agricultura, Ydael Pérez Brito, ha reconocido con cifras el desplome dramático de la producción agropecuaria desde 2020.
La crisis de vivienda en Cuba está en el ADN socialista
Empecemos por las viviendas. Desde enero hasta agosto de este año (2024) solo se edificó el 0,4% de los 1,2 millones de viviendas que se necesitan construir en la nación (el régimen miente cuando afirma que solo hacen falta 856.500 inmuebles). A ese ritmo socialista de 657 viviendas mensuales se cubriría el déficit habitacional en el año… 2156.
Y para aumentar ese ritmo de construcción el rollizo premier castrista ha hecho un llamado a utilizar materiales de construcción obtenidos en cada localidad. Pues "no hay cemento ni acero, tenemos que hacer cosas diferentes a partir de la producción local de materiales", precisó.
Pero quien tradujo del cantinflesco léxico de Marrero lo que significa "hacer cosas diferentes" fue la directora de Materiales del Ministerio de la Construcción, Delilah Díaz, quien en serio, nada de bromas, dijo que hay que edificar las viviendas con barro, "sin utilizar cemento (…) vivimos en un país rico en arcilla (…) hay arena natural, piedras calizas; hay diversidad de recursos naturales (…) para construir".
Por cierto, ni Marrero, ni la maga Delilah explicaron por qué, si no hay cemento ni acero, se siguen construyendo hoteles para GAESA, o apartamentos para militares, o para remodelar y ampliar las mansiones de oligarcas, como la realizada al bunker de la infanta (princesa) Mariela Castro.
Lo cierto es que en Cuba ni resucitando al fenomenal mago Houdini se podría solucionar la crisis habitacional mientras el país siga acogotado por el castrismo-comunismo.
Es simple: la crisis habitacional cubana es genética, vino en el ADN del socialismo. En ningún país normal el Estado tiene el monopolio de la construcción de viviendas, ni de la producción de materiales de construcción. De ello se encarga el sector privado.
Todo país en el que se asfixia a la libre empresa padece, inevitablemente, crisis de vivienda. Así ocurrió en los 33 países comunistas que ya no lo son, y sigue sucediendo hoy en Cuba y en Corea del Norte, los dos únicos sobrevivientes del inviable modelo estalinista-fascista.
El régimen castrista se jacta de que permite que familias necesitadas construyan ellas mismas sus viviendas. Falso. Eso es parte de la verdad, pero no toda la verdad, pues en Cuba los materiales de construcción únicamente los produce y vende el Estado, o cooperativas mangoneadas y controladas por el Gobierno.
La "Escuela en el Campo": diez millones de toneladas de cemento
Ni en los años 80, cuando Moscú aumentó los subsidios en unos 1.500 millones de dólares anuales adicionales, el castrismo construyó más de 40.000 viviendas anuales, menos de la mitad de los publicitados planes anuales de 100.000 unidades.
El tirano Castro I, en vez de dedicar el dinero regalado por el tío Volodia al desarrollo económico, de elevar el Producto Interno Bruto y el nivel de vida del pueblo para poder aumentar los gastos sociales (viviendas, educación y salud) de forma sustentable y autóctona, lo despilfarró en intervenciones militares en África, intromisión y subversión política en América Latina, y en la construcción de 535 enormes escuelas de cuatro pisos en los campos, que hoy son puras ruinas y refugios de delincuentes.
Aquel gigantesco programa de lavado de cerebro llamado "Escuela en el Campo" costó miles millones de dólares, incluyendo diez millones de toneladas de cemento, 15 millones de toneladas de combustible, 2.000 ómnibus (Girón), 16 millones de toneladas de alimentos, y todo el equipamiento técnico y docente, uniformes, y el cuantioso avituallamiento necesario en general.
Los vividores que usurpan el poder dicen hoy a los ciudadanos: si quieren viviendas constrúyanlas ustedes mismos con barro, y con las manos, pues herramientas tampoco hay. Y esas sí las tenían los cubanos pobres en la Isla cuando en la etapa colonial construían casas de barro.
Congrí sin frijoles, ropa vieja sin carne, flan sin huevo, café sin café…
Con respecto al empeoramiento de la crisis alimentaria, Pérez Brito admitió que "hoy no superamos las 200.000 toneladas de alimento producidos". Eso en un país que, solo de arroz, necesita 700.000 toneladas para cubrir el consumo nacional y produjo apenas 27.900 toneladas en 2023, y habrá menos en 2024.
La masa de ganado porcino se derrumbó en un 72%, de 96.000 cabezas en 2020 a 26.000 cerdos que, además, "no están en buenas condiciones", aclaró el ministro citado. Entre otras razones porque el país "necesita entre 1,2 y 1,5 millones de toneladas de pienso al año y no superamos las 200.000", afirmó Ydael.
La producción de huevos se ha hundido aún más. De ocho millones de gallinas ponedoras en 2020 que producían entre cuatro y cinco millones de huevos diarios, ahora hay solo tres millones que producen 200.000. En fin, el inventario completo del desastre agropecuario es inacabable. A eso agréguese la falta de divisas para importar los alimentos que "la revolución" es incapaz de producir.
Ante tan insólita incapacidad castrista-socialista para producir, las familias cubanas para matar el hambre y engañar al estómago están inventando platos y postres alucinantes. No importan los riesgos de intoxicación o de males gastrointestinales, pues el hambre y el estrago en el estómago son peores que el riesgo que corren.
Por eso ya hay arroz congrí sin frijoles, y con hojas de guayaba. Y ropa vieja sin carne, a base de cáscaras de plátano que se hierven y luego con un tenedor se arrancan las fibras que tiene la cáscara por dentro y se sofríen en una cazuela con un poco de sal.
Se toma potaje de semillas de mamoncillo machacadas que se hierven en una cantidad de agua similar a la que se utilizaría para cocinar los frijoles. Hay arroz de col, que se muele y al cual se le pone sal, vinagre, y ¡zas!, listo para el almuerzo.
Se saborean chicharrones de puerco sin puerco. Se hacen de cáscara de yuca a la que se le quita la parte oscura, se hierve, se fríe en aceite, y a comer chicharrones.
También ha surgido el flan sin huevo. Se cocina arroz, se bate con azúcar, se mezcla con pan, y esa masa ya fría se pone en el refrigerador durante tres horas. Y listo el "flan".
Y el último invento que mencionaré es cosa de ciencia ficción: café sin café. Se hace de platanillo, una matica que huele a pimienta y da unas vainas con frutillas pequeñitas. Estas se sacan de la vaina, se secan al sol, se tuestan, se muelen, y a hacerse la idea de que se toma una clásica tacita de café criollo.
En resumen, en la Cuba de la "continuidad revolucionaria", en pleno siglo XXI de nuestra era, no solo no se satisface la segunda mayor necesidad humana desde el Neolítico, sino ni siquiera la primerísima de alimentarse adecuadamente. ¡Gracias, Raúl!
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