Licenciado Manuel Alejandro Saeta Quintana
Dr. Alberto Roteta Dorado.- Santa Cruz de Tenerife.- España. El 1492 marca un antes y un después en la historia de España y del mundo. Por una parte, el 2 de enero de este año culminó la llamada reconquista con el rendimiento del último de los reinos musulmanes en la península ibérica, el nazarí de Granada; por otra, el 12 de octubre de 1492 con la llegada del almirante Cristóbal Colón a tierras de América, se inicia la conquista del Imperio Español a América, el hecho más trascendental de la historia de España, no solo por lo que representa el llamado descubrimiento en sí, sino por su significado desde el punto de vista político, social y cultural.
El destacado cineasta español José Luis López-Linares, en su libro: “España, la primera globalización” afirma que el descubrimiento de América es un suceso único en la historia, “no tanto por el hecho de que Colón llegara a dicho continente – probablemente otros lo precedieron en este sentido–, sino por lo que el concepto del término descubrimiento supone”. Esta sentencia es determinante para comprender la esencia de lo que representa este hecho que, por desgracia, a través del tiempo muchos han pretendido minimizar en importancia, y lo peor, tergiversar su verdadero sentido.
El tema de la llamada “colonización” de los pueblos de gran parte de América por parte del Imperio Español ha sido objeto de múltiples revisiones desde diferentes ópticas. Están los que defienden sobremanera la idea poco trascendente de dicho descubrimiento, anteponiendo especial énfasis en la legitimidad de la “colonización” de los territorios conquistados; los que niegan la idea de un descubrimiento, toda vez que América existía en un contexto tanto histórico como geográfico, y se supone que fuera “descubierta” por otros antes de la llegada de los españoles; también están los defensores acérrimos de una cruel colonización con exterminios humanos y saqueos de recursos naturales; así como los que, con conocimiento de causa, han investigado con profundidad el tema del famoso encuentro formulando sólidas hipótesis que permiten desmentir la llamada leyenda negra española.
Monumento a Cristóbal Colón en el centro de Madrid. (Foto cortesía de los autores)
En este escrito vamos a referirnos y a utilizar como fuentes de información las investigaciones de estos últimos escritores, historiadores, analistas y ensayistas, por considerar que lo que aportan son fundamentos de gran solidez, resultado de múltiples estudios, cuyas fuentes trascienden las fronteras españolas para ir más allá del Atlántico – como hiciera en su tiempo Cristóbal Colón y los que le acompañaron en la gran aventura– y llegar a los territorios que otrora fueron virreinatos de la gran España. Me refiero, en este sentido, a varios historiadores y académicos que siendo hispanoamericanos se han adentrado con seriedad y profundidad en estos polémicos temas para defender – dejando a un lado los prejuicios y rencores indigenistas– la grandeza del Imperio Español.
De modo que, trataremos de exponer algunos de los argumentos que desmienten toda posible idea relacionada con la leyenda negra, algo que tanto daño ha hecho a esta primera globalización del mundo, cuyo protagonismo corresponde en su totalidad al entonces Imperio Español.
Retomemos la idea del cineasta antes citado, cuya obra documental en el séptimo arte sirvió de base para un extraordinario libro que deberían leer detenidamente aquellos defensores de la leyenda negra española.
LO QUE REPRESENTA LA IDEA DE UN DESCUBRIMIENTO MÁS ALLÁ DEL DESCUBRIMIENTO EN SÍ. LA HUELLA DE ESPAÑA EN LAS TIERRAS DE AMÉRICA.
Hemos de tener en cuenta que este encuentro de dos mundos no se limitó a un reporte científico. De hecho, los fines del almirante genovés, no fueron precisamente científicos, sino religiosos. Su motivación y fin último fue tomar el islam por la retaguardia para reconquistar Jerusalén, independientemente de las aspiraciones comerciales de otros que contribuyeron a la materialización del primer viaje, mediante la búsqueda de nuevas rutas, una vez que había fracasado la tradicional vía de acceso al oriente luego de la caída de Constantinopla, en 1453.
Monumento a Cristóbal Colón en la Catedral de Sevilla, España. Las más recientes investigaciones demuestran la autenticidad de los restos mortales del navegante genovés. (Foto del autor)
El descubrimiento de América, que si fue un descubrimiento a pesar de la negativa de los que se empeñan en descreditar la contribución de España al mundo, fue más allá del descubrimiento propiamente dicho para trascender las fronteras del tiempo y permanecer como uno de los más extraordinarios hechos de la historia. De ahí la idea de López-Linares en relación con el descubrimiento más allá del descubrimiento en sí.
El politólogo e historiador argentino Marcelo Gullo Omodeo en su libro “Madre Patria”, luego de un análisis acerca de las múltiples hipótesis que intentan desmentir, o al menos minimizar, el descubrimiento por parte de España concluye:
“Con la palabra descubrimiento – malinterpretada e ideológicamente mal utilizada en nuestros días por los propagadores de la leyenda negra– no queremos decir que el pueblo español fuera el primero en llegar a América; muchos otros podrían haber llegado antes, pero habrían guardado para sí el descubrimiento. Es cierto que los vikingos pasaron de Groenlandia a Terranova, pero no sabían adónde habían llegado. Ni supieron ni imaginaron que habían descubierto un nuevo continente, ya que carecían de los conocimientos científicos necesarios para saber cómo era el mundo” (…) “España si hizo público el conocimiento impreciso de la existencia de tierras allende el gran mar que los vikingos habían poseído y no les interesó divulgar. Es por ello por lo que se puede decir con propiedad que España sí descubrió América”.
No se puede ver la conquista de América como una colonización, por cuanto, no hicieron colonias; sino que España trasladó la manera de vivir de los españoles a los pueblos de América, lo que, sin duda, contribuyó a:
1.- La conformación de una nueva cultura, la cultura hispanoamericana, cuya identidad no es un simple conglomerado de elementos de las tradiciones del nuevo mundo con la impronta de lo español, sino un verdadero fenómeno de transculturación.
2.- La contribución al surgimiento de una etnia fruto del mestizaje entre indígenas y españoles – fenómeno biológico que no se da en naciones conquistadas por ingleses, franceses y holandeses, por cuanto no se mezclaron, como sucedió en América, donde no solo se permitió, sino que se alentó el casamiento entre españoles y nativos–. Téngase presente que, en 1503, la Reina Isabel reclamó al gobernador Nicolás Ovando, hombre fundamental en los primeros años de la presencia europea en América, que fomentara los matrimonios mixtos, “que son legítimos y recomendables porque los indios son vasallos libres de la Corona española”. En una Real Cédula emitida por Carlos V, en 1514, se permitía el matrimonio entre españoles e indias: “cásense españoles con indias e indias con españoles”.
El fenómeno del mestizaje en América fue algo muy sui generis. En el modelo legal español se consideraban súbditos de Felipe IV los indios, los no indios, los mestizos, los no mestizos, los nacidos en Europa y los nacidos en América, o sea, todos sin excepción. Este aspecto difiere si se compara con el colonialismo de otras potencias para las que había una delimitación bien establecida entre la metrópoli y sus colonias.
3. Mostrar al mundo la grandeza de la obra misionera de la evangelización cristiana. Los grandes templos cristianos, comparables y a veces superiores a las propias iglesias de España, son la mayor prueba de la presencia del cristianismo en el Nuevo Mundo. No hay una sola ciudad americana que no tenga varios templos dedicados al culto religioso católico. El tema de la religión también ha sido demasiado polémico, toda vez que algunos sostienen la idea que España impuso su religión a los pueblos recién conquistados.
Téngase presente que dichos pueblos tenían modalidades de religiones muy primitivas que incluían el sacrificio de vidas humanas, rituales de magia negra, entre otros tantos aspectos que contradicen la idea conceptual de lo que en sí es la religión, del griego religare, o sea, la unificación del hombre con Dios, algo que jamás se logrará mediante ritos antropofágicos que presupongan el daño a la vida. Se estima que en toda la América precolombina los sacrificios humanos podían alcanzar las cifras de decenas de miles anualmente. Muchos académicos hacen referencia a un aproximado anual de 20.000 víctimas por parte del imperio Azteca, la mayoría sacrificadas en relación con ceremonias religiosas y eventos patrocinados por el Estado; aunque las cifras oscilan entre 10.000 y 80.000.
En la cultura inca, los sacrificios de niños se realizaban durante momentos de gran importancia ritual. Los infantes elegidos eran ofrendados a los dioses desde las cumbres montañosas como forma de garantizar la armonía entre dioses y humanos. Según el arqueólogo mexicano Matos Moctezuma, refiriéndose a los aztecas:
“Los sacrificios de niños a Tláloc (Dios de la lluvia) eran realizados para asegurar la lluvia. En circunstancias de gran sequía, se seleccionaban infantes que, considerados puros, eran entregados a los dioses. Esta práctica, aunque con connotaciones religiosas, estaba vinculada también a situaciones de crisis agrícola y social”.
Por otro lado, el canibalismo era algo común, vinculado también a ritos pseudorreligiosos. Para los mexicas consumir la carne de los sacrificados tenía una connotación de perpetuidad del ciclo vital, toda vez que al comer la carne de los sacrificados los dioses se alimentaban y mediante ellos se aseguraba la continuidad de la vida de manera cíclica. Los mayas, además del sacrificio, practicaban el canibalismo en tiempos de crisis o para celebrar triunfos militares. La carne de los prisioneros se ofrecía a los dioses y en muchos casos se consumía por los participantes en las ceremonias.
Lo mejor que les pudo pasar a estos pueblos inmersos en la barbarie pseudorreligiosa fue que el cristianismo fuera asimilado como religión, algo que perdura en nuestros días. Posiblemente el sentimiento de religiosidad sea mucho mayor en gran parte de las naciones hispanoamericanas que en la propia España, donde, por desgracia, las ideas de izquierda unidas al ateísmo acérrimo se dan las manos.
4. La existencia del castellano como idioma oficial para todos los pueblos de Hispanoamérica. Una de las principales aportaciones de España al Nuevo Mundo fue la difusión del español, como idioma, por toda América, lo que ha servido no solo como medio de comunicación a gran escala, sino como elemento unificador para diversas culturas y etnias. Según Fernández-Armesto, en su texto “Los conquistadores: el origen del poder de Occidente en el Nuevo Mundo”:
“La expansión del idioma español ha permitido la creación de un espacio común de intercambio cultural, económico y social que sigue beneficiando a los países hispanohablantes”.
Gracias al descubrimiento y expansión por toda América del Imperio Español, el castellano se difundió por todo el continente, siendo el principal vehículo de comunicación entre todos los pueblos. El castellano se consolidó como lengua extraordinaria que alcanzó una posición privilegiada, lo que devino posteriormente como una de las lenguas más habladas en el mundo.
5. La presencia de algunos de sus mejores científicos, políticos e intelectuales, los que hicieron carrera en América y se establecieron como catedráticos en una treintena de universidades dispersas por todos los virreinatos de España en América.
Entre 1538 y 1812 España fundó en América más de treinta universidades. Desde la fundación de la Universidad de Santo Domingo, en Santo Domingo, en 1538, España no dejó de fomentar la construcción de sendas edificaciones sedes para la existencia múltiples centros de estudios superiores. Solo en México se establecieron centros de este tipo en Ciudad México (Universidad de San Pablo), Mérida de Yucatán (Universidad de Santa Catalina), Charcas (Universidad de San Javier), Puebla (Universidad de San Ildefonso), Ciudad México (Universidad de San Pedro y San Pablo), Guadalajara (Universidad Jesuítica de Guadalajara), Ciudad México (Universidad de San Francisco de Celaya), así como en Mérida (Universidad de San Bartolomé). En otras naciones como Perú, Colombia, Ecuador, Argentina, Chile, Guatemala, Venezuela, Cuba, Panamá y Nicaragua, también se establecieron universidades.
Estas universidades seguían el modelo de la Universidad de Salamanca, esto es, poseían su autonomía dado que el gobierno de las instituciones se encontraba en manos de un claustro, formado por facultades y doctores, así como maestros residentes en la ciudad o en sus cercanías. Pero lo más importante, si de negación de la leyenda negra y justicia para España en el día de hispanidad se trata, es el hecho de que dichas universidades estaban abiertas a los indios, especialmente a los hijos de los jefes indígenas, y en los tiempos de los Habsburgos, también a los mulatos libres. Decir que eran gratuitas sería mentir; no obstantes diferentes fuetes hacen referencia a lo módico de los derechos de matrícula, no así en los de graduación. Además, se concedían becas o exenciones de derechos a alumnos aventajados de familias pobres.
Ahora hemos de cuestionarnos de donde salían los profesores de estos altos centros. La respuesta es más que obvia: de España. Solamente en México enseñaron personalidades ilustres, entre los que se encuentran: Alonso Gutiérrez, Francisco Cervantes de Salazar, Bartolomé Frías de Albornoz y Antonio Rubio de Rueda, este último, el más importante de los jesuitas españoles enviados a América. En la Universidad de San Marcos, en Lima, Perú, se establecieron profesores formados en la prestigiosa Universidad de Salamanca, los que dejaron su huella de colosal sabiduría.
6. La existencia de hospitales gratuitos para todas las razas. Las Leyes de Indias, la primera de las cuales, fechada el 7 de octubre de 1541, en su Libro I, Título IV, señalaba:
“Que se funden hospitales en todos los pueblos de españoles e indios. Encargamos y mandamos a nuestros virreyes, audiencias y gobernadores, que con especial cuidado provean que en todos los pueblos de españoles e indios de provincias y jurisdicciones se funden hospitales donde sean curados los pobres enfermos, y se ejercite la caridad cristiana”.
Recordemos que España llenó a América de hospitales, algunos de ellos alcanzaron más notoriedad por sus avances científicos que los propios hospitales de la península, lo que demuestra, una vez más, que América jamás fue vista por España como un botín. En 1503, el gobernador de La Española, Nicolás de Ovando, fundó el hospital de San Nicolás de Bari, el primero en el Nuevo Mundo, institución que se mantuvo activa entre los siglos XVI y XIX. Según el académico mexicano Guillermo Fajardo-Ortiz:
“Su construcción (del hospital de San Nicolás de Bari) y sus servicios significaban una comunión entre los conquistadores y los conquistados, entre autoridades políticas, religiosos y pobres”.
Se fundaron otros hospitales no solo en Sano Domingo, sino en la Nueva España (México), donde el hospital de la Purísima Concepción y Jesús Nazareno se mantuvo en actividad durante cuatro siglos. En dicho virreinato se construyeron múltiples instituciones de este tipo, amén de otros centros dedicados al cuidado de los leprosos, sifilíticos, exclusivos para las mujeres, etc., algo que ocurrió de manera similar en el virreinato de Perú, donde se estableció un sistema de salud gratuito para todos.
EL FAMOSO GENOCIDIO NO EXISTIÓ, LA CONQUISTA DE MÉXICO NO FUE HECHA POR HERNÁN CORTÉS, SINO POR LOS INDIOS.
Uno de los más álgidos puntos en relación con la formulación de la leyenda negra española es el del supuesto genocidio. Hemos de precisar, una vez más, que no hubo tal genocidio por parte de los conquistadores. De manera particular en el caso de México, otrora Nueva España, donde la derrota del poderoso imperio azteca ha sido motivo de especulaciones y formulaciones de hipótesis carentes de sentido.
Cuadro de Hernán Cortés en el Archivo de Indias, ciudad de Sevilla, España. Hernán Cortés “construyó las bases de una nación, incluso de una estructura económica” (…) “Es un caso único: un estadista que crea un estado nuevo”. (Cortesía de los autores)
Recordemos que Hernán Cortés jamás contó con un verdadero ejército capaz de asumir una contienda de gran magnitud, como lo fue el enfrentamiento y derrota del imperio Azteca. Recursos militares como arcabuces, perros o caballos fueron de utilidad, pero no suficientes para alcanzar una victoria frente al poderío de los Aztecas, capaces de movilizar a un millón de soldados. Los pueblos indígenas sometidos por el imperio Azteca se unieron a Hernán Cortés en una total alianza, algo demostrado por la historia y por el sentido lógico y coherente de todo aquel que tenga la capacidad analítica y reflexiva para darse cuenta de que una minoría de españoles no podían por sí solos triunfar. Para el periodista y escritor italiano Vittorio Messori, en su libro “Leyendas negras de la iglesia”:
El imperio de los aztecas y el de los incas se había creado con violencia y se mantenía gracias a la sanguinaria opresión de los pueblos invasores que habían sometido a los nativos a la esclavitud” (…) “Las increíbles victorias de un puñado de españoles contra miles de guerreros no estuvieron determinadas ni por los arcabuces ni por los cañones. Aquellos triunfos se debieron sobre todo al apoyo de los indígenas oprimidos por los incas y aztecas”. Por lo tanto, más que como conquistadores, los ibéricos fueron saludados en muchos lugares como liberadores”.
No se trata de negar totalmente los enfrentamientos y las pérdidas humanas en el transcurso de la conquista de México. Solo pretendemos exponer las cosas como son. Cortés, como capitán de un ejército, practicó la violencia cuando fue necesario; pero jamás por el placer de hacerlo o con el propósito de lograr un exterminio. Sus “Cartas de relación” dirigidas al emperador Carlos V, en las que describe las maravillas del descubrimiento, son una prueba de su verdadero espíritu. Cortés, según el economista y político español Ramón Tamames, es el inventor de México, pues “construyó las bases de una nación, incluso de una estructura económica” (…) “Es un caso único: un estadista que crea un estado nuevo”.
España no tiene porqué pedir perdón. La actitud de algunos hispanoamericanos en este sentido demuestra su grado de ignorancia al desconocer la verdadera historia del descubrimiento y conquista de América. No son tiempos de rencores, de venganzas, de arrepentimientos, de exageraciones y tampoco de negar los enfrentamientos que en realidad hubo, pero que quedan minimizados ante la extraordinaria obra civilizadora que engrandeció a los pueblos de América. “Toda civilización es fruto de una mezcla que nunca fue pacífica”; pero de esto a la idea de un genocidio y un saqueo se extiende un gran abismo.
La hispanidad, cuyo día evocamos hoy, 12 de octubre, es lo que en realidad une a los pueblos de Hispanoamérica, y esto se debe a la permanencia de España en estos confines durante cuatro siglos.
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