Una ONG catalana colabora en el adoctrinamiento de los niños cubanos en el Centro Fidel Castro Se les da un curso para impregnarse de la vida y milagros del caudillo Por Juan Izquierdo 14ymedio 9 de agosto de 2024
“Fidel por Cuba ha hecho muchas cosas, pero lo más importante ha sido salvarnos”. Con este lenguaje –más cercano al catecismo religioso que a la historiografía– se expresaba este viernes uno de los 39 niños que el Centro Fidel Castro ha elegido para un curso especial de verano. El objetivo del programa, para el que ha aportado dinero la organización española de izquierdas Alkaria, con sede en Cataluña, es que los niños “se adentren” en la vida y milagros del caudillo.
Desde el pasado 8 de julio, los niños han recibido instrucciones para servir como guías del museo que alberga el centro. En imágenes publicadas por Televisión Cubana se les ve ofreciendo explicaciones sobre el tipo de armas, vehículos militares o episodios históricos en los que Castro se involucró.
Una niña de menos de diez años explica a los visitantes que se encuentran en la Sala de la Palabra, donde múltiples pantallas –rodeadas por versículos de discursos de Castro– muestran a “Nuestro Comandante” sermoneando a una multitud. Otro infante explica quiénes son los “periodistas de Fidel” y cómo contribuyeron a difundir su imagen por el mundo.
Otra tiene la labor de mostrar el jeep K-69, el favorito del dictador, y uno detalla las partes del yate Granma. Además, tienen que detenerse en imágenes que rozan lo perturbador, como la que muestra a Castro acostado en una suerte de cámara de donación de sangre, con médicos y aparatos alrededor.
La jefa del “escuadrón” es Elianet Espinosa Chávez, una especialista del centro que ha sido la instructora del grupo, de entre 6 y 14 años. “Son muy pequeñitos, algunos ni siquiera han dado Historia de Cuba”, admite. Su misión ha sido ayudarlos a descubrir “cómo sienten a Fidel” en cada aspecto de sus vidas.
Un taller de manualidades –también para impregnarse de Fidel– es financiado por Alkaria como proyecto adjunto. Además de los 39 “guías”, se suman unos 50 niños por día. Xavier Barreda, director de Alkaria, supervisa personalmente el desarrollo de los talleres, para los que dedica –asegura– “al menos el 20% de su presupuesto anual”.
Alkaria se autodefine como una organización de “cooperación para el desarrollo”, y pertenece a la miríada de instituciones extranjeras que “ayuda” al régimen de La Habana, no siempre de modo transparente. De hecho, en la web de Alkaria no hay una sola palabra sobre el adoctrinamiento de los niños cubanos, y el único proyecto que admiten haber destinado a La Habana es una ayuda –en forma de donaciones médicas– al asilo de ancianos de San Miguel del Padrón.
Según su perfil de X, Barreda trajo consigo desde España 300 kilogramos de material sanitario, educativo y deportivo, una donación que reunió con ayuda del Ayuntamiento del municipio español de Santa Perpètua de Mogoda, dirigido por el Partido Socialista Unificado de Cataluña.
Desde que comenzó el verano, el Centro Fidel Castro ha puesto a los niños de la capital en su mira. Talleres, cursos, películas y conversaciones con militares retirados han conformado un detallado programa de adoctrinamiento en los “valores” del castrismo. “Quiero aprender qué hizo Fidel”, repiten, uno tras otro, los niños registrados en el programa. El pasado 10 de julio, Ramiro Valdés en persona fue a dar una conferencia infantil sobre Castro y “sus enseñanzas”, con el objetivo declarado de que los niños “continuaran su obra revolucionaria”.
Dirigido por los historiadores René González Barrios y Elier Ramírez, el Centro se ha convertido en la meca de los estudiosos de Castro y su personal ha sido seleccionado escrupulosamente. Esto no ha impedido las deserciones, como cuenta a 14ymedio Miriam, ex empleada del lugar.
“Cuando abrió el centro los trabajadores estábamos satisfechos, porque nos vendían una caja de pollo congelado y de manera subsidiada”, explica. Sin embargo, hace pocos meses dejó el trabajo. No solo le habían quitado “muchos estímulos”, incluyendo el pollo, sino que el “obstine” por la presión que ejerce el Centro sobre sus empleados había llegado al punto máximo.
A medida que se aproxima el 13 de agosto –el aniversario del nacimiento de Castro–, en la prensa oficial comienzan a proliferar textos que no temen recaer en lo idolátrico. Los acercamientos a la figura del dictador se realizan con una prosa romántica, que exagera sus rasgos e idealiza su vida.
Este viernes, un artículo de Sierra Maestra aludía a Birán –el batey de Holguín donde se crió Castro– como un lugar idílico, donde el “dulzor de las cañas y el bramido de las reses” acunaron el nacimiento del dictador. El periodista desarrollaba entonces una desconcertante argumentación para demostrar la “influencia del medio”: si Castro había llegado al poder fue porque Birán estaba impregnado de espíritu revolucionario desde la época taína –por las hazañas de un sangriento cacique que diezmó la región– hasta una supuesta posta mambisa que se estableció en la zona.
El reportero admite que Ángel Castro, padre del dictador, llegó a Cuba –”paradójicamente”– como parte de las tropas peninsulares dispuestas a acabar con los mambises. El soldado gallego se enriqueció y llegó a ser dueño de todo lo importante en el batey, desde la oficina de correos hasta la escuela privada. Fidel y Raúl, que nacieron fuera del matrimonio de Castro, crecieron al margen de la casa que ahora se presenta como familiar.
La vida semisalvaje que llevaron ambos muchachos –de la cual dan fe, veladamente, las entrevistas de Castro– la sintetiza el periodista en varios párrafos. Los que conocieron a Castro de joven aseguran que “iba con los demás jóvenes para el charco El Jobo, se bañaban y volvían y cocinaban cerca de la casa”. Otro explica que Fidel era “socio de los haitianos”. “Aquí había como 60 o 70. Casi todos los obreros de aquí eran haitianos”, explica un vecino, sin aclarar que Ángel Castro mantuvo su finca con mano de obra barata de Haití, el oriente cubano y hasta de su Galicia natal.
Decenas de páginas sobre Fidel Castro y su “impronta” no faltarán este 13 de agosto. Las escriben los autodenominados “privilegiados del tiempo”, los periodistas a los que el dictador admitió alguna vez en sus conferencias de prensa o fiestas privadas. Ellos mismos ofrecieron testimonio en una suerte de hagiografía colectiva. Planean vender el libro internacionalmente y las ganancias de la venta –prometen– serán donadas a los “niños de Cuba”.
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