El MLC tiene los días contados Por Rafaela Cruz Diario de Cuba 18 de abril de 2024
Se ha convertido en inesperado escape para el sector privado cubano; por lo tanto, la duda no es si el castrismo va a desaparecerlo, sino cuándo.
Como Frankenstein financiero, el castrismo ha creado ya varias "criaturas" monetarias que, al igual que el monstruo de Mary Shelly, terminaron escapando del control de su creador y tornándose en su contra.
El último de estos adefesios inventados es el vergonzoso MLC, medio de cambio utilizado para que el Gobierno captase cada dólar llegado vía remesa, privatizando y dolarizando la cadena de abastos de víveres y demás artículos de primera necesidad. Como sus predecesores —CUC, chavitos, tarjetas de Fincimex, etc.— la génesis de esa monstruosidad crematística es el temor del castrismo a que los dólares lleguen al pueblo, dándole alguna libertad financiera.
El dólar, como llave del comercio internacional y medio de pago independiente al control estatal, es una moneda antitotalitaria, por lo que la dictadura cubana, cuando no ha podido prohibirla encarcelando a quien la porte, ha intentado sustituirla por "fichas" como el MLC, que no permiten acceso a bienes de capital e inversión —bases de la prosperidad—, sino exclusivamente a los bienes de supervivencia vendidos como artículos de lujo por el muy socialista Gobierno cubano. La política económica de la Revolución, en esencia, ha sido convertir a Cuba en un batey.
Pero ahora mismo el MLC ya no cumple su función y, además, se ha convertido en inesperado escape para el sector privado; por lo tanto, la duda no es si el castrismo va a desaparecerlo, sino cuándo.
Dada la posibilidad de transferir MLC entre individuos, se han acumulado grandes cantidades de estos en agentes privados que hoy ejercen de intermediarios financieros recibiendo divisas en el exterior y entregando MLC en Cuba, en operaciones que excluyen totalmente a los bancos estatales.
Hoy es tan o más sencillo, desde el extranjero, recargar una tarjeta MLC mediante estos intermediarios privados, que usando el mecanismo oficialmente establecido de acreditar divisas a un banco estatal, más cuando esto último provoca urticaria a muchos emigrados reticentes a transferirle dinero a la dictadura que los expulsó.
Este circuito paralelo de MLC se cierra cuando los beneficiarios, en vez de gastar lo recibido en tiendas estatales —único canal de absorción y cancelación de MLC por parte del Banco Central de Cuba (BCC)— los gastan en MIPYMES que, posteriormente, acuden nuevamente a intermediarios financieros privados para cambiar MLC por dólares para importar y reabastecer sus negocios.
Así, los MLC han pasado de herramienta para extorsionar a los emigrados y controlar al pueblo, a instrumento para mover fondos de manera mucho más eficiente que usando pesos, que en efectivo son escasos y sus límites de transferencia digital —cantidad que se puede transferir en un día o en un mes— son más estrictos que los de las tarjetas MLC, lo que le da dinamismo al comercio privado en Cuba.
El Gobierno ha quedado impotente observando en sus computadoras cómo los MLC saltan libremente de una tarjeta a otra en operaciones económicas que le dejan totalmente al margen, y por experiencia sabemos que, si algo disgusta al castrismo, es que la gente prospere, principalmente si lo hace por su propia cuenta.
No debe faltar mucho, entonces, para que desaparezcan el MLC, aunque probablemente sea de manera gradual, comenzando por quitarle la posibilidad de ser transferido entre tarjetas —dejándolo solo como medio de pago a empresas que usen terminales de cobro asociados al BCC—, bloqueando y eliminando así a los intermediarios financieros privados.
Pero eso no solucionará la causa original del circuito paralelo, que surge por el desabastecimiento de las tiendas estatales —en MLC y en cualquier otra moneda— por incompetencia burocrática, divisiones entre políticos y militares sobre cómo invertir las divisas de las remesas, y porque, además, le convenía al castrismo desplazar la demanda de productos básicos hacia un sector "privado" donde medra la nomenclatura y donde se puede culpar a los privados por la inflación.
Y como sin cambiar seriamente el sistema liberticida que lo mantiene en el poder el castrismo no puede resolver los males de fondo de la economía cubana, lo más probable es que, simultáneamente a la eliminación de los MLC, introduzca nuevos métodos de pago, seguramente digitales, para así volver a forzar a los emigrados a usar canales oficiales y depositar dólares y euros en los bancos castristas.
Por supuesto, esa será una salida cortoplacista —otra más—, que en nada mejorará la vida de los cubanos.
Eso no es sorpresa, pues si mejorar la vida del pueblo fuese prioridad, o al menos interés del castrismo, hace tiempo que habrían reconocido su fracaso y dado paso a las reformas que necesita el país; pero no, prefieren continuar pariendo engendros monetarios que les permitan hacer lo que mejor hace el socialismo… vivir del dinero ajeno.
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