Cubanet entrevista a Arturo Sandoval: "no quisiera morirme sin poder regresar a Cuba". Por Damian Fernández. + VIDEO.
29-03-2024
Arturo Sandoval: no quisiera morirme sin poder regresar a Cuba Por Damian Fernández (Redacción) Cubanet 29 de marzo de 2024
Arturo Sandoval, unos de lo más virtuosos músicos que ha dado la cultura cubana, no ha podido regresar a la Isla en décadas. Incluso estando en el exilio, la dictadura censuró su trabajo y hostigó a su familia. Sin embargo, el artista destaca por transformar los reveses en victorias. Su impronta profesional es innegable.
Con 11 premios Grammys que avalan su experiencia, y más del doble de nominaciones, Sandoval ha recibido honores de alto calibre en Estados Unidos y puede ostentar colaboraciones con grandes de la escena norteamericana.
Desde un sofá de su apartamento en Miami y la cálida cubanía que le caracteriza, el músico conversó con CubaNet sobre momentos duros e inolvidables de su vida, sus mayores logros y el futuro de la dictadura.
¿Cómo y por qué te fuiste de Cuba?
Mucha gente me pregunta, ¿y cuándo saliste? Y mi respuesta siempre ha sido y será la misma: cuando pude. No es nada agradable ni placentero cuando uno siente la necesidad de escaparse del país que le dio la vida y que lo vio nacer. No es nada simpático.
Fueron momentos terribles, momentos de tristeza, de incertidumbre, de muchas cosas, pero nunca dudé de que era un paso absolutamente necesario. Dios me había dado la posibilidad de ser músico y mi futuro, lo que iba a pasar con mi vida en Cuba, no tenía idea de que pudiera tener ningún tipo de éxito.
También mi responsabilidad era con mi familia, con los hijos. Después, gracias a Dios, pude traerlos a casi todos. Vuelvo y repito, no es nada agradable cuando uno tiene que hacer eso, pero nunca me voy a arrepentir.
Yo creo que el país de uno y su lugar es donde uno es admirado, respetado, y donde las cosas marchan bien, y donde tienes absoluta libertad para hacer lo que quieres y cómo lo quieres. Ese es tu lugar. Puede ser en cualquier parte del planeta. Somos terrícolas, somos ciudadanos del mundo.
Hubiese querido que todas estas posibilidades las hubiese tenido donde nací, en la bella isla de Cuba. Desafortunadamente, hace más de 65 años que todas esas posibilidades están truncadas por un sistema oprobioso, una dictadura horrible que no da margen para nada. Siempre he dicho que la vida sin libertad no es vida.
Cuando uno tiene la posibilidad, sobre todo, de haber sufrido vivir bajo un régimen totalitario que te oprime en todos sentidos y descubres qué cosa es la libertad, que no obstaculiza en nada tus esperanzas o lo que quieras hacer con tu vida, la diferencia es abismal. Entonces ahí es que realmente puede comparar una vida y la otra.
Y en ese momento de tomar la decisión de irse, de no regresar a Cuba, ¿cómo fue ese sentimiento de separación familiar? ¿Cuánto duró?
Durísimo. Nosotros pudimos salir porque la dictadura cubana cometió el error de darnos un permiso especial a mi esposa y a nuestro hijo para que vinieran a Europa a pasarse unas vacaciones conmigo durante una gira que yo tenía, una bastante extensa. Empecé con mi propio grupo, cubanos todos, ellos regresaron a Cuba y yo me quedé para hacer otra gira continua con la orquesta de Dizzy Gillespie.
Cuando nos dieron ese permiso para que mi esposa y mi hijo vinieran a pasarse unos días en Europa, ahí vimos los cielos abiertos. Ellos llegaron y al otro día cuando abrieron la embajada norteamericana, ahí estaba yo con Dizzy Gillespie pidiendo asilo político.
Adelanto un poco y te digo que desde la llegada a los Estados Unidos me han pasado cosas de todo tipo, pero cosas muy lindas también. He tenido oportunidades que ni siquiera pude soñar, ni siquiera pude imaginar. Imposible. Desde un principio muchísimas oportunidades se me abrieron y empecé a desarrollar mi carrera de una manera prácticamente vertiginosa.
¿De esas oportunidades, cuáles son las que más te han dado?
Son millones. Yo he participado en grabaciones, por ejemplo, con las más grandes estrellas de la música americana, empezando por Frank Sinatra, Barbra Streisand, Johnny Mathis. La lista es enorme. He hecho 48 discos. En Cuba hice uno en toda mi carrera.
¿Y la carrera de cuántos años en Cuba?
En Cuba, bueno, yo empecé a los 11 y me fui a los 40.Un disco. Y aquí, en los 34 años que llevamos, he hecho 48. De ellos 24 han sido nominados y 11 han ganado Grammy. He ganado Emmy también y tengo la condecoración más importante que ofrece el Gobierno norteamericano a un civil, que es la Medalla Presidencial de la Libertad.
Hay otros tres músicos de jazz que han obtenido esa medalla en toda la historia de Estados Unidos: Duke Ellington, Ella Fitzgerald y Count Basie. Y este guajirito de Artemisa se encuentra en ese grupo de cuatro personajes.
Son incontables, desde que llegué, todas las universidades principales de la Florida que me ofrecieron trabajo. En Cuba nunca me permitieron dar una clase ni me invitaron jamás. Es más, una vez me invitó un muchacho que yo conocía, que era profesor de trompeta en la Escuela Nacional de Arte, donde yo estudié un par de años. Cuando llegué allí, él me invitó a un examen, una competencia de trompetista, supuestamente para un concurso en Europa.
La gente de las oficinas me vio, lo llamaron y le dijeron “¿Y este qué hace aquí?” “No, yo le invité, porque…” “No, no, no, no, esto no está graduado aquí de nada, es más, no, no, no. Dile que se vaya”. Y me sacaron de allí.
Eso fue mi experiencia en Cuba. Aquí, desde que llegué, las principales universidades me ofrecieron full time, o sea, la posición más alta dentro del rango de la docencia. Hay profesor asistente, profesor y hay full time profesor. A mí me ofrecieron todo eso. Y estuve 20 años enseñando en la Universidad Internacional de la Florida, hasta que me retiré.
¿Y a qué achaca eso de que en Cuba siempre hayan sido, a pesar de su talento demostrado, recelosos con su magisterio?
Yo estoy más que convencido de que en Cuba cualquier persona que se destaque en cualquier rama, en cualquier profesión, o que tenga dos dedos de frente para pensar un poquito, no es de la predilección de la dictadura.
Ellos prefieren a las personas que sean fácilmente controlables y que puedan dominar, y que no tengan un criterio que pueda ser escuchado por varias gentes o por multitudes. Y yo posiblemente me encuentre en uno de esos, porque cuando empezamos a viajar con Irakere la prensa especializada en Estados Unidos y en Europa hablaba cosas muy bonitas y empezamos a destacarnos un poco. Ya cuando empiezas a destacarte y no piensas exactamente como ellos, de entrada te conviertes en un enemigo de la dictadura.
¿Considera que no tenían el control de tus opiniones?
Claro, es que nunca lo tuvieron, te lo juro sinceramente. De muchacho, cuando tenía creo que 19 o 20 años, tuve mi primera salida al exterior. Y te cuento algo que para mí fue impactante y nunca lo voy a olvidar. Fuimos a un festival que se llamaba el Festival Mundial de la Juventud, en Berlín Democrático, que era el Berlín Comunista.
Un buen día un señor que era traductor de nosotros, simpatizaba conmigo y era fanático de la música, me invitó a un lugar que está en el centro de una plaza muy famosa en esa ciudad de Berlín del Este, que se llamaAlexanderplatz, la Plaza Alexander. Allí hay una torre enorme, muy alta, y tiene encima como una bola que es un restaurante. Tú te sientas y en 60 minutos da la vuelta completa y puedes ver todo alrededor.
Este señor me llevó y me dijo: “quiero invitarte ahí para que veas una cosa”. Nunca se me va a olvidar. Cuando dimos la vuelta empezamos a ver al otro Berlín, el Berlín del Oeste. Era una cosa tan chocante, tan violenta, que eso me sacudió completo porque de un lado era todo gris, oscuro, pobreza, las calles medio rotas (…) Y al otro lado estaba Alemania Federal.
Esa ciudad de Berlín del Oeste sigue siendo una de mis favoritas, aquello era donde se veía un esplendor extraordinario, los adelantos, los edificios, todo. ¡Ni que hablar de los carros! Mercedes Benz, Porsche, Audi, BMW, todos los grandes carros europeos estaban del otro lado. Después fui muchas veces y el día que cayó el muro de Berlín, yo estaba tocando ahí, en un club de jazz muy bueno que se llamaba Quasimodo.
Cuando regresé a Cuba, que pude hablar con mi familia y mis amigos les dije: “oye, como decimos en buen cubano, estamos embarcados, pero muy embarcados. Hemos cogido el camino al revés, estamos nadando contra la corriente y este sistema no va a llevar a nada bueno”. Sonaban como palabras proféticas, pero no, ha sido la realidad, no es profecía.
El sistema no funciona, está más que demostrado, ningún país con un sistema totalitario, con una dictadura, bajo un régimen socialista o comunista, como quieran llamarle, ha tenido éxito. Aniquila el espíritu, el alma del individuo, no te deja desarrollar ni tus ideas, ni tu pasión.
En Cuba recuerdo cuando estaba en el servicio militar obligatorio,yo oía en un “radiecito” de pilas una transmisión que hacían a diario que se llamaba La Hora del Jazz, y por 45 minutos ponían todas las grabaciones más concurrentes de lo que estaba pasando en ese momento. Para nosotros era imprescindible, porque ahí estaba la música que tanto nos gustaba, pero no había otra forma de escuchar. En Cuba le llamaban a la música del jazz la música del imperialismo yanqui,también le llamaban así al rock and roll.
¿En qué año era hecho todo eso? Para los más jóvenes.
A mí me llamó el servicio militar en el año 71, tenía unos 20 o 21 años.
Entonces, ¿en el 71 el jazz en Cuba no se escuchaba?
El jazz, no. Creo que desde el 60 o 61, no, para nada. Incluso cuando formamos el grupo Irakere, a nosotros nos prohibieron usar los platillos en la batería, porque decían que eso sonaba a rock and roll, a música imperialista. Tuvimos que cambiar los platillos por los cencerros, campanas. Parece un chiste, pero es el total control de todo.
¿Y en el servicio qué pasó?
Tres años estuve en el servicio militar. En un rincón, en la barraca esa. Me tocó pasarlo en una casa abandonada de la Habana Vieja, en la calle Amargura. ¡Ah! ¡Qué coincidencia! La calle Amargura, en la Habana Vieja.
Aquello estaba lleno de ratas y cucarachas. Así tuve que pasar tres años de mi vida. Y yo estaba en un rincón de aquel lugar lúgubre, oscuro y asqueroso, oyendo aquel “radiecito”. Entonces llegó un sargento y me dijo: “¡Eh, te cogí!”, porque oyó que hablaban en inglés. “Tú eres un traidor, estás oyendo la voz de los americanos”. Me condujo hasta la oficina y me metieron tres meses y medio preso, en un calabozo, por escuchar música de jazz.
Me pasaron cosas horribles en Cuba. Lo más triste es que llegué a Estados Unidos y todo me fue muy bien. Pero, llegaba de trabajar en la universidad, o de gira, o lo que fuera, y me sentaba en un sillón y tenía una tristeza por dentro inmensa porque en mi cabeza lo único que tenía era mi madre y mi padre. El resto de mi familia también.
Mi padre tenía 72 y mi madre tenía 70. Para mí eso fue terrible. Desde el día uno que llegué, empecé a hacer gestiones para poder traer a mi madre y a mi padre. Esas gestiones duraron por más de dos años y medio. Me estafaron, se burlaron de mí, me robaron dinero, diciéndome que lo iban a traer por aquí, por allá. Bueno, pasó de todo, pero yo nunca cesé de tratar a toda costa de conseguir las dos visas para que ellos pudieran venir.
Un buen día, después de dos años y medio, el Departamento de Estado, a través de conocidos y amigos y políticos aquí en Miami, y todo eso, me otorgaron las dos visas para mi madre y mi padre. Ese fue uno de los días más felices de mi vida. Le envié las dos visas a la Oficina de Intereses que estaba allá en el malecón. Le pusieron las visas norteamericanas en los pasaportes, yo le mandé los dos pasajes, todo listo.
Y 24 horas antes del viaje, los citaron a una oficina del MININT (Ministerio del Interior). Había un general y dos coroneles, y ahí les pidieron los pasaportes con las visas americanas.
Mis padres nacieron, se criaron y vivieron hasta ese momento en Artemisa, un pueblito de gente extremadamente humilde. Aprendieron a leer y escribir después de adultos, ni siquiera fueron a la escuela. O sea, que más humilde era imposible.
“¿Usted tiene los pasaportes con las visas norteamericanas? Y los pasajes que le mandó su hijo”. Cuando el hombre los tuvo en la mano, desbarató los dos pasajes, los dos pasaportes, los tiró en la basura. A mi mamá le dio una cosa, por supuesto
“Tengo un mensaje para usted del Comandante en Jefe. Nunca van a poder salir de aquí, olvídense del santo viaje, ustedes nunca van a poder salir de Cuba y al traidor de su hijo nunca lo van a poder ver otra vez. Ya se pueden ir”. Ese es mi último recuerdo de Cuba.
Unos meses después mi madre y mi padre se montaron en una balsa con 8 o 10 personas más y malamente llegaron a un cayuelo al sur de Cayo Hueso. Mi padre llegó de este color negro así lleno de moretones. Mi mamá se fracturó tres vértebras porque fue en enero e imaginate los cogió un mal tiempo. Ahí los recogió el guardacosta y los llevó al hospital de Cayo Hueso.
Yo estaba en Tokio, cuando mi mujer me llamó me dijo: “Oye los viejos llegaron están en el hospital de Cayo Hueso”. Esa fue la noticia. Bueno, mi mamá estuvo más de 6 meses paralítica en una silla de ruedas, no podía ni peinarse, pobrecita.
La gente me pregunta si yo no siento nostalgia, y les digo “¿nostalgia?”, el odio es muy feo, el rencor, el sufrimiento… Todo eso es muy feo, pero yo nunca voy a poder olvidar todas esas cosas que me hizo la dictadura cubana, es imposible. Eso está ahí, en la memoria. No quisiera acordarme, pero es que fue demasiado, mucho atropello, mucho desprecio por lo que uno pudiera ofrecer. A mi hermana y al esposo los votaron de trabajo. Ella era profesora de un preuniversitario.
Después de todo eso, cuando nos quedamos, a mis padres les tiraban piedras, les tiraban huevos culecos de esos apestosos en la casita donde vivían en Artemisa. Les hacían mítines de repudio, como hablan ellos, en varias ocasiones. O sea que los recuerdos que yo tengo en Cuba son de una isla preciosa que me vio nacer y ahí empecé mi carrera, pero son cosas tan duras de digerirlas y de aceptarlas, que sinceramente lo único que quisiera es que algún día se acabara esa dictadura.
¿Y qué esperanza tiene de eso?
La esperanza es lo último que se pierde en la vida, no se puede perder la esperanza, aunque ha sido difícil porque ya pasaron 65 años.
¿Y a cuáles no vio más?
Bueno, a los que se quedaron en Cuba. Hace 34 años y medio que salí y nunca regresé. No he podido regresar más. Sí fui una vez, hace más de 20 años, a la base naval de Guantánamo. Ahí le toqué a los balseros, que había miles. Pasé dos días ahí en territorio cubano.
Hablando de conciertos, los jóvenes actuales, sobre todo de Cuba, ¿escuchan Arturo Sandoval?
¿Cómo lo van a escuchar? Desde que salí está prohibido tocar mi música. No se puede tocar, no se puede poner un video, no se puede mencionar mi nombre en ninguna publicación. Eso es una de las cosas que más tristeza da, porque eso es una cosa sui generis de Cuba. En todos los países del mundo, no importa el régimen que sea, si tú eres una persona que has tenido aceptación, que has tenido cierto éxito en lo que haces, tu país va a estar orgulloso de eso. No importa donde sea, pero Cuba no. En Cuba la gente murió y nunca supo quién fue Celia Cruz. Tanta gente que se ha muerto y que Cuba no permitió que se conociera, que se difundiera su obra, grandes artistas en el exilio.
Un poco para entrar en polémica, ¿y esos artistas actuales del género urbano que regresan a la Isla y lo ven todo, para no decir color de rosa, lo ven todo bien?
¿Y tú dijiste “artistas”? ¿“Artistas”? Esa es una palabra sagrada. No debemos ofender a los artistas. En primera, si tú te consideras artista tienes que ser un profesional y debes tener un cierto conocimiento de lo que tú desarrollas o tratas de hacer. Una persona que de tres brincos y grite, diga una sarta de improperios y de cosas desagradables, no, es injusto llamarle a eso artista.
El artista tiene que amar el arte, tiene que respetar al público, tiene que subirse a un escenario a hacer cosas que ilustren y enriquezcan el intelecto de las personas que están en ese lugar. Si lo deterioran, si denigran a la mujer, por ejemplo, y dicen una sarta de malas palabras eso no se puede considerar arte.
Todo esto que ha contado de lo que ha pasado en Cuba, de las experiencias, de los recuerdos, de los malos recuerdos que tiene. ¿Extraña a Cuba como país?
Sí, claro. Eso es lo que más me duele porque no puedo quitarme eso de la cabeza. No puedo borrarlo. Me voy a morir siendo cubano. No soy chino, ni austriaco, ni americano. Hablo como cubano y como arroz, frijol y yuca todos los días. O sea que no es una cosa que yo pueda borrar y empezar una vida completamente desde otro punto de vista, no, para nada. Me voy a morir siendo cubano.
Cuba me duele muchísimo y a veces hasta me deprimecuando veo en las redes sociales las miserias, los atropellos, cómo hacen esto, la gente quejándose, llorando porque no tiene comida que darles a los niños. Es inevitable que me duela muchísimo, y me parte el alma, porque dios mío hasta cuándo.
Estamos hablando de lo que ve en las redes sociales, pero esa es su elección, si quieren no lo ve.
Sí, pero es inevitable, porque cuando veo la palabra Cuba me llama la atención y tengo que leer lo que están diciendo, es una cosa incontrolable. Yo no puedo decir, voy a obviar esto o voy a hacerme el de la vista gorda. A veces digo: “oye, me estoy martirizando porque la vida es una sola”, pero es que eso está por dentro de uno.
¿Le gustaría regresar a Cuba a reconstruir, en su caso, la cultura cubana?
Yo no tengo capacidad para eso ni mucho menos, pero sí me gustaría hacer todo lo que pudiesepara reconstruir esa Isla. La gente se queja mucho de la cuestión material, el deterioro de los edificios, de las calles, las miles de toneladas de basura en las calles, el hambre, todo eso. Yo creo que eso se puede solucionar bajo un régimen que respete las libertades absolutas en poquísimo tiempo. Lo que si va a ser muy difícil de arreglar es el daño mental, el daño psicológico que ha hecho ese sistema. La gente no sabe vivir en el mundo moderno, no tiene idea de cómo funciona todo, para su propio beneficio, no saben qué hay que hacer.
Entonces, un daño psicológico o profundo que costará mucho, yo diría que generaciones para que la gente pueda entender cómo resolver incluso hasta sus propios problemas y desarrollar sus ideas.
Otra cosa que es terrible también y me da mucha tristeza. En todos mis años en Cuba, jamás vi una dama, una muchacha o una señora, decir malas palabras de las peores, de las más groseras. Hoy en día es muy común. Tú la ves en los videos y dicen unas palabrotas que yo digo: “Pero es una mujer en público y delante de una cámara”. Parece una tontería, pero eso es parte de la degeneración psicológica, moral, de principios, de ética. Todo eso que en Cuba era brillante hasta el año 59 se ha ido, no sé ni a dónde.
Ahorita hablábamos de las protestas en Cuba y me decía que no estaba bien. O sea, hay protestas, pero no hay salida.
Si no son masivas. No estoy hablando de cuatro, cinco gentes en una esquina, en un barrio. Estoy hablando del pueblo que se tire para la calle completamente, de forma pacífica.
Además, no tienen otra forma, porque en Cuba todos saben que ningún civil tiene permiso para tener ningún tipo de armamento. ¿Cómo se van a defender de los cuerpos represivos con piedras y palos? Es imposible. Estamos hablando de manifestaciones completamente pacíficas, pero contundentes.
Y masivas. Si no son realmente masivas, que puede que sean incontrolables para los órganos represivos. Ahí no va a pasar nada. La gente tiene que tomar conciencia de eso, y no estoy incitando a nadie a romper nada, ni a poner bombas, ni hacer asaltos como hacían los rebeldes antes del 59, que mataban gente injustamente y hacían de todo tipo de sabotaje.
Es solamente salir a la calle y pedir libertad. Eso es lo único que va a resolver el problema en Cuba. Los sucesos del 11 de julio, que fue del año 2021 fue como un respiro. Yo diría que aquello fue como una pequeña luz al final del túnel. Después de eso ha habido un impasse ahí que no ha pasado nada, y la gente como que se ha mal acostumbrado a soportar tanto atropello y tanta miseria y tanta desesperanza. Porque la esperanza es lo último que se pierde en la vida, y cuando tú tocas ese fondo, pues ya nada tiene sentido en la vida, nada.
Es una desilusión generalizada ya adentro del pueblo de Cuba, y también el desconocimiento total de cómo es el resto del mundo por la propaganda comunista que le han metido en la cabeza desde los años 60. Al principio, por ejemplo, a los negros le decían que no se fueran a Estados Unidos porque ahí le echan los perros. Esa es la mentalidad, y que aquí los grandes propietarios explotan a la gente, y todo ese tipo de propaganda que ha penetrado en la mente de los más vulnerables, personas simples, sin una educación, sin conocimiento de cómo funcionan los regímenes sociales en el mundo.
El capitalismo no es perfecto. Eso no hay duda. Estamos conscientes de eso. No ha existido hasta el día de hoy un sistema político que se pueda considerar perfecto, pero mi pregunta es, si tú dices que el capitalismo es imperfecto, por favor, muéstrame la alternativa. El otro sistema que esté comprobado, que funciona eficientemente y que proporciona mejores condiciones de toda índole para los humanos, mencióname ese sistema, si me lo mencionas y está comprobado eso, perfecto.
Yo seré el primero en apoyar ese sistema que se llame riqui raca. No sé cómo, pero hasta el sol de hoy, el único sistema que se ha comprobado que funciona es el sistema capitalista. Es el que incentiva al ser humano, a crear, a ser más productivo, a ser más responsable. Y de eso no hay duda, porque tú ves los logros de todos los sistemas de todos los países que han abrazado el sistema capitalista.
¿Confía en que en algún momento de su vida pueda regresar a una Cuba libre?
Este año cumplo 75 años. No sé qué tiempo más Dios me deja estar en el planeta Tierra, pero cada día lo veo más difícil. Te confieso, vamos a suponer que hay una transición violenta, una transición grande en Cuba. No quisiera regresar de inmediato así a ver todos esos basureros en la calle, la gente recogiendo rastros dentro de la basura para comer, y ver pobrezas y ver las calles destruidas, los edificios. No sé, no quisiera regresar a esa Cuba. Creo que esperaría un tiempo a que las cosas se normalicen un poco para que no sea una impresión tan desagradable. Te repito, la esperanza es lo último que se pierde, yo no quisiera morirme sin poder regresar a Cuba.