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La rusificación se paga con dólares. Por Ernesto Pérez Chang. Cubanet.

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La rusificación se paga con dólares
Por Ernesto Pérez Chang
Cubanet
17 de noviembre de 2023

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LA HABANA, Cuba.Hay muy pocos dólares en la calle. Tampoco hay los suficientes pesos cubanos en efectivo para comprar los que van apareciendo de “buchito en buchito”. La demanda de ambas monedas —sobre todo por los dueños de mipymes y demás contrabandistas, con licencia y sin ella— es alta pero sin una no se puede acceder a la otra, de modo que la tasa de cambio informal da la impresión de que se ha estancado en un punto muerto entre los 250 y 265 CUP por USD, cuando en realidad no termina de escalar de una vez hacia los 300 pesos (o más) porque sencillamente entre la bancarización, el éxodo masivo, los bajos salarios y el desabastecimiento no puede hacerlo.

No es posible para la inmensa mayoría en Cuba pagar más por un dólar, a no ser como acto de desesperación del que emigra, empujado a vender sus propiedades por el precio que sea, por tal de no marcharse con las manos vacías.

Así los precios de las casas han caído como nunca antes, y hasta aquellos apartamentos y caserones del Vedado y Playa por los que antes de 2019 sus dueños pedían más de 50.000 pesos, hoy, según testimonios de varios corredores, cuesta trabajo venderlos por más de 20.000.

He escuchado incluso de gente que ha debido marcharse sin vender y hasta sin la esperanza de lograrlo algún día. También de negocios “privados” y hasta “estatales” que han sido proyectados para parcelas y edificaciones aún ocupadas por sus moradores pero que ya tienen sus bandadas de buitres rondándolas, con la certeza de que más pronto que tarde quedarán vacías y listas para ser compradas en remate.

De modo que esta “parálisis” del dólar y su evidente escasez, a la luz de la bancarización y demás medidas encaminadas a una simulación de “normalidad” (o de que estamos en camino a ella), y además bajo el contraste de un país que se derrumba y la fiebre de construir hoteles, negocios inmobiliarios y galerías comerciales— todo el tiempo huele a que —ganado dócil a fin de cuentas— estamos siendo acarreados al matadero de aquellos que se benefician con nuestra “muerte”, es decir, con nuestra huída y también con la aceptación de las reglas de un juego donde está perdido el que no emigra (en busca de los dólares) y donde los ganadores (con un pie aquí y otro allá) ya están cantados, incluso con el apoyo de sus grandes adversarios. 

El dólar podrá llegar a los 300 dólares en algún momento, quizás en este durísimo final de año, pero ni siquiera los “menos pobres” podrán pagarlo así por mucho tiempo. No hay efectivo en moneda nacional para hacerlo, nadie quiere dinero en sus tarjetas —a no ser el imprescindible para pagar luz, gas y agua, o para justificar los papeles de la ONAT— y más allá de eso solo queda cruzarse de brazos y esperar un milagro.

Para los verdaderamente ricos, quizás menos del 1 por ciento de la población y, probablemente, hasta menos del 10 por ciento de las figuras que integran el régimen, la historia del dólar frente al peso cubano es el mismo capítulo que para nosotros en tanto igual están a la caza del billete verde, aunque la suya es la historia escrita entre líneas, y llevan la ventaja de acomodar las reglas del juego siempre a su favor, así que pocos se extrañarán cuando, en unos años, habiendo ya logrado sacarnos —y sacarles a remesados y mipymeros— hasta el último centavo, los veamos emerger de sus propias ruinas, al estilo de los oligarcas rusos.

Porque el esquema del régimen no es que se parezca al de sus aliados exsoviéticos de la KGB, el PCUS y hasta el Komsomol, sino que es el mismo, clonado de la misma cepa, y quizás sazonado con algunas “chinerías” traídas de Beijing para hacerlo más atractivo pero en realidad el mismo esquema, y ahí están los asesores del Kremlin para gritar bien alto sus “derechos de autor” en los oídos que aún no quieren oír, ni siquiera estando a 90 millas, que la rusificación de Cuba se está pagando en dólares.

Dicen que la fea Embajada de Rusia en La Habana fue diseñada para evocar la empuñadura de una espada antigua, un símbolo de dominio, de territorio ganado en batalla y de pueblo rendido a los pies del conquistador. Cuando miramos bien el edificio, sin dudas se nos revela como una tosca arma de hierro clavada en la tierra. Esa misma es la imagen que veremos los cubanos durante años, con la diferencia de que somos nosotros mismos quienes estamos ayudando a empujar la espada.  


Embajada rusa en La Habana