"EMPUJAR EL MURO HASTA QUE CAIGA" (La Hora de Cuba conversa con el sacerdote católico Alberto Reyes en una serie de dos entrevistas) Por Anet García La Hora de Cuba 15 de noviembre de 2023
Alberto Reyes en el parqueo de la Casa Diocesa de La Merced, en Camagüey (Anet García).
El nombre de Alberto Reyes encabezó la lista de los solicitantes camagüeyanos de la marcha del 15 de noviembre de 2021 (15N). También en noviembre, poco antes de los sucesos del 27N, vieron la luz en Facebook las Crónicas del Noroeste, una serie de textos críticos que convirtieron a su autor, el sacerdote Alberto Reyes, en una figura de connotación política en las redes sociales. La Hora de Cuba aborda nuevamente a Alberto, esta vez para conocer sus opiniones sobre la posición de la iglesia como actor de la sociedad civil y la situación del pueblo cubano, así como sus gestiones personales a favor de los derechos humanos.
¿Qué cambios percibe usted en la sociedad cubana en los últimos tres años?
"Creo que los mayores cambios se han dado en las personas, en la capacidad de las personas de expresarse, de manifestarse, de defender sus derechos, todavía no a un nivel suficiente, pero creo que hay como un 'despertar' cada vez mayor de la conciencia de este pueblo de la vida que se merece".
En sus primeros textos se dolía del silencio de sus obispos. ¿Qué opina hoy al respecto? ¿Qué cree que puede estar influyendo en la posición oficial de la iglesia?
"Es un tema muy complicado, delicado. Desde el inicio de la Revolución los obispos tomaron la decisión de decir las cosas al gobierno cara a cara. Sé que lo han hecho, sé que lo hacen, y es un estilo que ellos han mantenido. Muchas veces me gustarían planteamientos más públicos, pero es mi gusto y no tengo derecho a imponer mi gusto a nadie. En alguna conversación ellos nos han dicho 'Nosotros sí estamos diciendo lo que tenemos que decir, sí estamos haciendo algo por esta tierra, aunque no se publicite', y yo respeto eso".
El panorama eclesial de los últimos años ha estado marcado por la crisis económica y la emigración del laicado y el clero. ¿Considera que ello puede disminuir el prestigio y el peso de la iglesia como actor de la sociedad civil?
"El prestigio de la Iglesia va más allá de eso. Vivimos un momento de mucho desánimo y de mucha desesperanza. La emigración, incluso de sacerdotes, de laicos comprometidos, lo que hace es que aumenta el desplome, la desesperanza, hace más difícil vivir una fe a nivel de comunidad, comprometida, gozosa. Creo que nos aplasta un poco la impresión de que la única solución es irse, esto hace más dura la misión de la iglesia de mantener la fe y la esperanza en un pueblo que está cada vez más hundido y más desesperanzado, creo que nos dificulta más la misión".
Usted ha afirmado, en varias ocasiones, que el único actor de la sociedad civil en condiciones de liderar un posible diálogo es la iglesia católica, no obstante, en sus textos reconoce el empuje de animalistas, intelectuales, artistas y otras denominaciones cristianas. ¿Qué importancia le confiere a estos grupos? ¿Existe algún mecanismo de intercambio entre la Iglesia y los mismos?
"Creo que toda fuerza que sume hacia la libertad es bienvenida y es válida. Más allá de que podamos tener visiones diferentes en cuanto a algunos temas, todos coincidimos en que es necesario un cambio, que Cuba se abra a la libertad y a la democracia. En ese sentido, si bien yo creo que la iglesia tiene una capacidad de liderazgo importante, no es la única y tampoco está llamada a hacer esto sola. Creo que es un trabajo de todos, incluso de los cubanos de la diáspora, que también tienen derecho a dar su opinión sobre Cuba".
Desde su experiencia como sacerdote y psicólogo, ¿cuáles son las principales carencias, tanto materiales como espirituales, que identifica en el pueblo cubano?
"Es un tema muy complicado y muy amplio. A nivel material el tema 'comida' es evidente. Está la falta de medicamentos y la disminución en la calidad de la atención médica, sobre todo por la ausencia de recursos. Me preocupa la situación de los ancianos, están muy desprotegidos y vulnerables, sobre todo aquellos que no tienen quienes los sostengan, los ayuden. Por otro lado voy notando una disminución marcadísima de la calidad de la educación.
"A nivel más profundo me preocupa mucho la falta de civismo de mi pueblo, es lo que Dagoberto Valdés llama 'el daño antropológico', es decir, el cubano, humanamente, está muy dañado. Me alarma la falta de humanidad que estamos viviendo, la falta de esperanza. Este pueblo se ha derrumbado y por eso también busca desesperadamente huir, salir del país, ha perdido la fe, incluso en el cambio".
A pesar de los más de mil presos políticos que hay actualmente en Cuba, sólo una ínfima parte del pueblo reclama la libertad de estos, el resto, ya por miedo, ya por apatía, permanece al margen. ¿Qué le diría a estas personas?
"Primero: están presos por pedir la libertad para todos, también para los que no estamos en la cárcel chiquita (porque yo sigo diciendo que Cuba es una cárcel grande, y si te portas mal te meten en una más chiquita). Es importante no olvidarlos y hacer cuanto sea posible por sacar el tema en todos los escenarios, porque es una injusticia terrible, grave, que esas personas estén presas simplemente por reclamar un derecho natural y universal como la libertad. Es vital que este tema no se duerma, no se muera, porque están padeciendo cárcel por pedir libertad para todos nosotros".
Su activismo en defensa de los derechos humanos lo llevó esta primavera al Parlamento Europeo. ¿Valora de positiva su gestión en Bruselas? ¿Cree que ha cambiado algo?
"Creo que lo de Bruselas fue positivo, en primera porque permitió un intercambio muy franco y sereno con parlamentarios europeos sobre la situación actual de Cuba. Por otra lado fue otra oportunidad de poner sobre la mesa el tema Cuba, porque el Parlamento Europeo tiene muchas cosas en que pensar en este momento.
"Además, este encuentro generó una nota de advertencia del Parlamento a Cuba sobre el incumplimiento de los tratados y fue una voz más de petición de libertad para los presos políticos. ¿Ha cambiado algo? –No. Evidentemente y abiertamente no, pero yo creo que de lo que se trata es de empujar el muro en la dirección correcta. Yo creo que hay que insistir, dar pasos, y volver a decir las cosas y hablar. Es importante empujar el muro hasta que caiga, parece inamovible pero no lo es".
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