 Foto: El Puerto de Rouseau en Dominique.
Querida Ofelia,
Félix José Hernández.- París, 17 de marzo de 2023.- El miércoles 1 de marzo desayunamos a las 6 y 30 a.m. en el Ristorante IL Gattopardo del barco, pues nos esperaba un día intenso. Una hora más tarde pudimos bajar en el puerto de Rouseau. Fuimos recibidos en el muelle por una orquesta que interpretaba música local. Esto ocurrió en cada una de las once islas que visitamos.
Había sol brillante, cielo azul, humedad intensa y +26° centígrados. Como diríamos en Cuba: había un sol que rajaba las piedras.
Como de costumbre, la amabilidad y profesionalidad de Andrea- jefe del servicio de excursiones- y de Sonia, Amélie y Marine– responsables de los turistas franceses-, fueron extraordinarias. Estos jóvenes son verdaderos embajadores de la Compañía Costa.
Dominica es una isla de lengua inglesa del archipiélago de Windward Island, que no tiene nada que ver con la República Dominicana, con la cual suele confundirse.
Dominica, que con sus pintorescas escabrosidades traiciona su origen volcánico, se encuentra entre las islas francesas de Guadalupe y Martinica. Su estructura montañosa conserva una vegetación de bosque pluvial frondoso. Es riquísima en especies vegetales y animales que viven entre saltos de agua extraordinariamente bellos y ríos llenos de recodos y con hermosos saltos y cascadas.
Es también impresionante la animación del Boiling Lake, simpáticamente definido por los habitantes como la "olla de presión". Se trata, efectivamente, del mayor lago de agua caliente de origen volcánico del mundo. Dominica, en ese sentido, es un auténtico paraíso, no solo para los turistas que la eligen por sus características tan insólitas con respecto a la de otras islas caribeñas más conocidas y frecuentadas, sino también para los geólogos, que llevan años estudiando sus orígenes, sus conexiones subterráneas y la patente energía que vive bajo esta corteza terrestre tan bella y frondosa.
La isla está habitada por unas 70 000 personas, de las cuales casi la mitad se concentra en la capital, Rouseau. Estuvo poblada en un principio por los caribes, amerindios guerreros que habían llamado a la isla Waitikubuli (mujer de cuerpo alto). Cristóbal Colón la llamó Dominica, simplemente porque precisamente un domingo, el 3 de noviembre de 1493, pasó por ella.
El capitán John Smith se detuvo poco más que Colón, en 1607, lo justo para fundar Jamestown, el primer centro de la isla. Puerto de tráfico marítimo de proporciones discretas, fue un baluarte inglés durante muchos años, hasta que los franceses se interesaron por él, dando vida a una batalla de intereses contra Inglaterra, la que no logró asegurarse el dominio de la isla hasta el año 1806.
Las riquezas de la isla y su notable importancia estratégica convencieron a los franceses de la necesidad de una verdadera guerra para obtener la supremacía en Dominica, la cual, en 1796 y en 1805, sufrió unos fuertes ataques que redujeron a cenizas gran parte de Rouseau.
La estabilidad llegó primero con Inglaterra, como colonia, y después con la pertenencia a la Commonwealth británica. La independencia se logró en los años setenta.
El primer gran drama de la isla-estado ocurrió en 1979 con David, un huracán de vientos de unos 200 kilómetros por hora, que acabó con la vida de 42 personas y causó daños al 75% de las viviendas de la isla. Pero también de esta prueba Dominica, se recuperó brillantemente, pasando a la historia, además, por otro evento, el nombramiento de Mary Eugenia Charles, en 1980, como primer ministro. Fue la primera mujer canciller del Caribe. Ella se mantuvo en ese cargo durante 15 años.
Roseau, a pesar de haber sufrido dos incendios y otros dramas en sus trescientos años de historia, es una ciudad alegre y dinámica que vive alrededor de su viejo mercado y que está muy orgullosa de su institución cultural más ilustre, el Roseau Museum.
Nuestro recorrido comenzó en el puerto y la primera visita fue Morne Bruce. Disfrutamos de unas excelentes vistas de la ciudad de Roseau desde una colina de 120 metros. Nuestro autobús continuó hacia el Jardín Botánico para ver algunos de los árboles más altos y exóticos del mundo y de las originales aves del escudo nacional, los loros Sisserou y Jaco. El autobús continuó por la ciudad de Roseau para después atravesar el Valle de Springfield, donde observamos los cercanos acantilados con una flora espectacular y aves exóticas.
Caminamos por el corazón del espléndido bosque tropical hasta la Piscina Esmeralda, que posee una cascada de 15 metros de altura. Luego nuestro tour prosiguió de vuelta bajando por el valle de Springfield, de un intenso verde tropical.
Hicimos una parada para tomar refrescos en una casa en medio del bosque. Después nos dirigimos a Trafalgar.
Nuestro simpático guía -que solo hablaba inglés-, nos acompañó a pie por el bosque del Valle de Roseau, hasta llegar a la plataforma, desde donde pudimos observar las majestuosas Cascadas de Trafalgar y su exuberante tropical.
En Roseau se ven muchas casas pintadas con colores muy vivos, pero en mal estado. Numerosos hombres vestidos humildemente, se ven sentados en las puertas de las casas o recostados a los postes de la luz.
Se conduce por la izquierda como en Gran Bretaña. Algo muy poco estético son los coches abandonados a orillas de las carreteras, oxidados y destartalados. Afean el paisaje bellísimo que ofrece la isla.
Conocimos a otra pareja de italianos muy simpáticos, de la ciudad de Bérgamo. Nos contaron sobre los inicios de la terrible pandemia del Coronavirus y de como los muertos eran transportados en camiones llenos de ellos.
Nuestra acompañante de My Tours fue la gentil y educada Chiara.
A las 7 p.m. zarpamos rumbo a Martinica.
Esa noche asistimos al espectáculo “C/Club Show” en el teatro y al “Gran Baile de las princesas” en el Grand Bar Toppkapi.
Terminamos la noche en el Salón Cheri con “La Noche Latina”.
Te seguiré contando en mi próxima carta sobre el final de este inolvidable crucero por Las Antillas Menores.
Te quiere siempre,

marcelo.valdes@wanadoo.fr |