El Señor Gustavo Petro Introduce su Delicado Pie. Por José Vilasuso Rivero.
 José Vilasuso Rivero.
Es preocupante y de lamentar que un presidente latinoamericano recién electo cometa un descuido de cálculo tocante a la tensa situación internacional. Precisamente en instantes de coincidencia, cuando Vladimir Vladimiróvich Putin estremece al mundo con sus baladronadas nucleares, el señor Gustavo Petro lo secunda oponiéndose al envío de armas a Ucrania. Ignoro cómo se reciba dicha propuesta en la opinión pública colombiana, tampoco hasta el momento dispongo de aclaraciones complementarias; aunque en el resto del mundo moderno deseoso de paz, dicho pronunciamiento no ha caído bien, por no calificarlo de verdadera bomba. No deben abrigarse dudas. Es que se repiten gastadas consignas típicas del sufrido angelismo latinomericano, cito; “no envío de armas a Ucrania” termino la cita, pero paso libre y abierto al cruce de la frontera ucraniana por los tanques rusos.
El señor Petro es probable que para su pifia se apoye en la coincidencia con don Andrés López Obrador presidente mejicano, cuyas habituales manifestaciones historicodoctrinales se remontan a la época de la conquista española, siglo XVI. Caramba, aquellos tiempos turbios de nuestra historia regional, en los que según afirmaciones de afamados historiadores puertorriqueños, los conquistadores comandados por Hernán Cortés solamente en México mataron siete millones de indios. Dato curioso y más que curioso pintoresco para la historiografía e industria armamentista que, desgarra su incuestionable interrogante ¿pudiera ser que por entonces los conquistadores españoles se servían de ametralladoras?
Aunque en el caso del presidente mexicano tomamos en buena cuenta infinidad de factores ausentes por entero en nuestra actual referencia política a Colombia. No olvidemos que tanto la simpática manifestación verbal popular mexicana, como su venerable literatura, se representan tan ajustadamente mediante la pluma de Amado Nervo, Alfonso Reyes, u Octavio Paz, como la charla picaresca de Mario Moreno, Cantinflas.
Los viejos carcamales andan vagando por otros techos y no son siempre de vidrio.
El presidente colombiano protesta por apoyar a Ucrania país invadido, pero desconoce o pasa por alto, el cruce de la frontera por los rusos en dicho país; en otras palabras, compromete a su gobierno en una guerra que la humanidad responsable repudia, excepto en Latinoamérica Daniel Ortega, Nicolás Maduro, Raúl Castro y alguno más.
Ahora bien, como no escribimos conforme a consignas o formularios rigurosamente trazados. Conviene ahora reconocer el gesto loable del señor presidente colombiano de ofrecer asilo y la ciudadanía a don Sergio Ramírez, Ilustre pluma paisana del vate nicaragúense, Ruben Dario; esta es una buena noticia; pero que, como tal destapa el inevitable conflicto con la familia Ortega Murillo extensiva a, admítase o lo contrario, a los citados aliados regionales del señor Vladimir.V. Putin. En pocas palabras, lamentablemente don Gustavo Petro ha introducido su delicado pie en terreno pantanoso. Antes bien, diferido al tema literario, desde este instante he de constatar que me sitúo en vanguardia, hombro con hombro, junto a los colombianos.
Pasemos la página. En una sobremesa Sir Winston Spencer Churchill luego de aspirar el aroma de su habano, admitió que la democracia era un mal sistema. Muy cierto, lo malo es que el resto de los sistemas políticos modernos es peor, agregó el veterano caimán británico. Consejo sano y sabio aplicable a quién le pueda interesar. Colombia ofrece hoy un cuadro político ya conocido. Cuando a las naturales protestas callejeras cualquier mandatario responde lanzando sus huestes oficialistas siempre más numerosas, tarde o tempano debidamente entrenadas, y luego tal vez mejor armadas; el remedio no es original, ni se estrena en La Cochinchina, me remito pues a la Italia de Mussolini, Alemania nazi y en nuestra América Latina desde Juan Domingo Perón, hasta Hugo Chávez, Fidel Castro o Che Guevara. El listado incluye mayor clientela, pero reducimos el espacio comprobatorio. No, Señor Autoridad de aquellas tierras heroicas y bautizadas por El Libertador como La Gran Colombia, esperábamos que a las legales protestas de la ciudadanía, no importan sus causas, error o razones, se les respondiera con debida mesura y particulares razones, debate de razones y de altura, inseparable a los hombres de estado. Precisamente para ello resultan electos, para honrar razones, nobles ideales, soluciones a los escollos propios de toda colectividad y con ellos dar ejemplo de inteligencia, madurez, confianza en si mismo, talla política y civilidad imprescindible a la hora aciaga de enfrentar a quien piensa distinto. El reto del momento se llama quién usa mejor su cerebro, no quién cuenta con mayor número de partidarios callejeros. Ya que cuando se trata de deslizarse por tales suelos inciertos de la humana convivencia, me vienen a la memoria aquellos episodios, en La Habana, Cuba, por los años sesenta del pasado siglo. Entonces personas de cuello y corbata frente a las baladronadas y demagogia fideloguevarista, respondían ondeando pañuelos blancos y cantos de paz, y como en la opinión pública el contraste devenía de impacto, y aun no se había implantado totalmente la censura, incontables ciudadanos progresivamente se vieron hermanados con los pañuelos blancos y cantos pacíficos. Pero pronto los Jóvenes Comunistas se encargaron de poner fin a las protestas de los ciudadanos de cuello y corbata esgrimiendo pañuelos blancos y entonando dulces melodías. Esta organización revolucionaria salía a las calles, aparte de custodiadas por la policía, armados con cadenas, fuetes, cabillas, otros perforocortantes y repitiendo amenazadora, disuasivamente consignas oficialistas, Patria o Muerte.
Confío en Dios para que en la tierra del general Francisco de Paula Santander y la pluma de León Valencia jamás se repita nada de la misma o similar índole.
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