Arrebatar las redes sociales como quien arrebata una cartera Por Ernesto Pérez Chang Cubanet 15 de febrero de 2023
 Cubanos conectados a Internet (Foto: Sonoma)
“Arrebatar” como el asaltante que arrebata una cartera o como el ministro de Cultura que, de un manotazo, quería secuestrar el celular del joven que lo enfrentaba a la entrada del Ministerio. El jefe del Departamento Ideológico del Partido Comunista, es decir, el tipo que “orienta” cómo debemos pensar y actuar para no ser declarados “enemigos”, no ha usado cualquier otra palabra para definir cómo será la estrategia del régimen contra quienes se le opongan o cuestionen, sino que ha echado mano a un término que rezuma violencia, como clara señal de que no tienen argumentos para enfrentar una “guerra mediática” que los supera.
Una “guerra” que, de existir, no sería otra que esa misma comenzada por el propio castrismo, cuando décadas atrás, sin internet ni redes sociales, le resultaba fácil manipular la información y castigar las diferencias e independencias de pensamiento. Pero las nuevas tecnologías propiciaron en gran medida un cambio en el curso de los acontecimientos y quienes ayer estuvieron en la ofensiva —siempre con la violencia como arma principal, jamás con verdaderos argumentos— ahora se escudan tras el papel de víctimas para justificar esa agresividad que siempre los ha definido, y que indudablemente ha trascendido a todos los ámbitos de la sociedad.
En realidad, lo que el régimen, a través de sus ideólogos “favoritos”, califica como “guerra” no es otra cosa que pura e indiscutible rebelión, insubordinación, pero de reconocerlo implicaría en ellos no solo la aceptación de que han sido derrotados en sus propósitos de crear a sangre y fuego una sociedad ideológicamente homogénea sino algo peor: que han perdido totalmente el apoyo popular que alguna vez justificó crímenes y excesos ante la opinión pública internacional.
Una desaprobación que más bien sabe a reprobación y condena incluso dentro de las propias filas de los comunistas y que, precisamente porque han sido aquellos “ciegos leales” de ayer los más perjudicados por las “reformas económicas” (dirigidas apenas a sostener a una élite militar en el poder) se torna peligrosa, más cuando se siente traicionada, frustrada y sin más alternativas que la protesta pública, aunque apenas sea en los ámbitos de la internet y las redes sociales, cuando no cuenta con la posibilidad de emigrar o distanciarse del sistema en virtud de un apoyo económico externo (una remesa, por ejemplo).
Solo basta con leer los comentarios de lectores en páginas como Granma, Cubadebate y demás sitios administrados precisamente por el Departamento Ideológico del PCC para comprender de dónde proviene la mayor y más letal cuota de descontento aun cuando lo publicado pase por el filtro de moderadores que más bien actúan como censores. Con las excepciones de los escritos como “tarea de choque” por las “ciberclarias”, el resto suelen ser comentarios con altas dosis de enojo.
De modo que, si hay una guerra en el ciberespacio, ya que las fuerzas represivas no dejan tomar las calles, sería lo más parecido a un conflicto interno entre leales y renegados, una guerra civil, y no esa conflagración que ataca desde “afuera” usando a terceros, aun cuando de haberla está bien justificada en los miles de cubanos y cubanas que han sido forzados al exilio por no comulgar con el Partido Comunista.
Y entre la desaprobación y las condenas que reciben a diario desde las redes sociales e internet, donde no cesan las críticas, burlas, denuncias y abucheos —bajo la forma de esos comentarios de lectores a las publicaciones en sus propias páginas y cuentas “oficiales”—, entre el éxodo masivo que es traducción de rechazo y hartazgo generalizados, y las intermitentes protestas callejeras, se han visto obligados a replegarse en tanto no se trata de la “guerra convencional” que ellos quisieran sino de la sublevación que mucho temen porque saben que no cuentan con las “armas” necesarias para enfrentarla. Y entre ellas estaría la razón, que no la tienen de su parte.
Por eso el recurso de la violencia, con la desesperación y la mediocridad que implica, así la falta de imaginación que se traduce en cero ingeniosidad. Todos ingredientes indispensables para pretender algo de éxito y, hasta el momento —sobre todo a juzgar por la táctica de la violencia, del arrebato, que además es sinónimo de “locura”—, están bastante perdidos.
En el ciberespacio, a diferencia de la calle, no se gana a fuerza de garrote, y aunque se pudiera alcanzar alguna que otra pequeña victoria a costa de trampas legales, amenazas, cárcel, exilios, silenciamientos y demás abusos del poder, estas se revertirían a corto plazo en apabullante derrota en tanto lo único que logran es diezmar sus propias filas porque, reitero, se trata en esencia de una guerra interna.
Las pruebas de ese conflicto propio, de esa latente implosión, que se resisten a aceptar, ellos las tienen ahí, en las estadísticas que jamás hacen “oficiales”, y que los está haciendo temblar, no solo porque debido a tanto desengaño y desilusión, debido a la violencia que practican de manera sistemática y “sistémica”, se les está yendo la fuerza laboral sino que, además, se trata de una fuga masiva que incluye la mayor deserción de militares, policías, diplomáticos, militantes y “cuadros” del PCC en más de medio siglo de dictadura.
Porque no solo se han quedado sin trabajadores las empresas estatales y los negocios privados sino que tal desolación la experimentan hoy las escuelas, academias y unidades militares y policiales, el cuerpo diplomático y las principales instituciones del Partido Comunista. Se trata de un verdadero zafarrancho que corre en sentido opuesto al “continuismo”, aun cuando se disimulen esas rupturas y alejamientos con “decisiones personales”.
Puedo imaginar cuáles serán los recursos nada “tecnológicos” del régimen para “arrebatar” —tal como lo haría un vulgar asaltante— las “redes sociales al enemigo” aunque no creo que en realidad pueda hacerlo con la efectividad que necesita, ni siquiera apoyándose en la tecnología que faciliten sus aliados rusos y chinos; y hasta no descarto que los jerarcas cubanos se sientan tentados de imitar a Daniel Ortega en la locura de decretar la “muerte civil” de los 222 presos políticos deportados días atrás pero, comienzan mal la “contraofensiva” cuando se niegan a reconocer que no hay fortaleza por asaltar ni enemigo externo que derrotar y sí, en cambio, una batalla que se libra en su interior.
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