'Cuba es tan culpable como Rusia de la agresión a Ucrania' Diario de Cuba 9 de mayo de 2022
Un niño ucraniano, víctima de la invasión rusa. UNICEF
¿Quién tiene la culpa de la guerra? ¿Hay peligro de que comience una Tercera Guerra Mundial? ¿Qué debe hacer Occidente? DIARIO DE CUBA conversa con el analista político Juan Antonio Blanco.
La invasión rusa a Ucrania ha venido acompañada de una campaña de desinformación y propaganda ejercida por el Gobierno de Vladimir Putin, de la cual los medios oficiales cubanos se han hecho eco. Acerca de esto, del escenario geopolítico y del impacto de la guerra en el destino de la humanidad, DIARIO DE CUBA conversa con Juan Antonio Blanco, doctorado en Historia, analista político entrenado en negociaciones y transformación de conflictos, profesor universitario y ex diplomático en Naciones Unidas.
Señor Blanco, ¿los dos bandos tienen culpa por igual de que haya estallado esta guerra?
Afirmar eso sería una blasfemia. Esta es una guerra de agresión de un Estado contra otro. La ONU definió el concepto de agresión en diciembre de 1974 (después de negociarlo durante seis años) y es muy claro al respecto. La acción de un Estado constituye agresión cuando se dan siete condiciones, entre las que destacan las siguientes: que sea una invasión o ataque de un Estado al territorio de otro; cuando un Estado bombardea o usa armas de cualquier tipo contra otro; cuando un Estado bloquea puertos o costas, o ataca por tierra, mar o aire a otro Estado; cuando un Estado envía bandas armadas, grupos irregulares o mercenarios al territorio de otro Estado para implementar ese tipo de acciones. Por cierto, en gran medida estas fueron las características que propuso la URSS en 1933 para definir el delito internacional de agresión. Sin embargo, todas se ajustan a lo hecho por Putin contra Ucrania.
Las imposiciones de Putin, en el sentido de que Ucrania no podía ser parte de la OTAN ni de la Unión Europea, son inaceptables por constituir decisiones soberanas solo de Kiev. No aceptarlas no es causa que justifique o explique una guerra de agresión. Que La Habana, Chomsky y hasta el Papa Francisco traten de poner a agresor y agredido en el mismo plano es un insulto a la inteligencia y una abominación.
¿Hay peligro de que comience una Tercera Guerra Mundial por el apoyo occidental a Ucrania?
Existe un conflicto mundial, pero no empezó ahora con Ucrania, sino por la constitución en varios países, tras la caída del Muro de Berlín, de Estados mafiosos antiliberales.
El totalitarismo ruso y el cubano no consideraron haber sido derrotados; continuarían su lucha por otros medios. De burocracias administradoras de economías estatistas centralizadas, se transformaron en oligarquías que dictaminan su hegemonía sobre el mercado y participan activamente de la economía criminal transnacional. Vean el caso del marine preso en Rusia que fue cambiado este mes por un "piloto ruso narcotraficante". ¿Por qué el Kremlin tiene interés en ese piloto? Porque no es un simple delincuente, sino forma parte de un entramado criminal transnacional estatal en el que participan Rusia, Bolivia, Cuba, Venezuela, así como la narcoguerrilla colombiana y carteles mexicanos.
Estas nuevas oligarquías son antiliberales y se consideran en guerra permanente con Occidente y sus sociedades abiertas con Estados de Derecho. Cuando algunos expertos en seguridad internacional proclaman querer “evitar un conflicto”, reflejan ignorar un dato básico. Ese conflicto existe, es permanente y se expresa a veces en guerras abiertas. Existe desde hace años y lo vienen ganando esas oligarquías cleptocráticas porque en occidente muchos no las entienden, ni reconocen su forma de pensar y propósitos.
En resumen: nos guste o no, lo sepamos o no, estamos en un conflicto permanente porque una parte de nuestros enemigos nunca consideraron la caída del Muro de Berlín su derrota final. Se transformaron y adaptaron para continuar socavando —a veces de manera abierta y otras encubiertas— las sociedades democráticas, liberales, con Estado de Derecho.
¿Cuál es el papel de Cuba en la guerra contra Ucrania?
A Ucrania no la agrede solo Rusia, sino también algunos de sus aliados. Esta es una guerra híbrida con varios campos de batalla: militar, diplomático, comunicacional. La diplomacia y propaganda rusa nunca tuvieron la eficiencia de la cubana y mucho menos ahora. Ese es el instrumento de colaboración con Putin del régimen cubano, como lo es también el del chino en esta agresión contra Ucrania.
La máquina de propaganda, agentes de influencia y mecanismos de desinformación de La Habana construyen y diseminan narrativas en las que se equipara al agresor con el agredido, para procurar abstenciones diplomáticas en Naciones Unidas y confusión ideológica en América Latina, África y Medio Oriente. Esa labor se lleva a cabo por medio de su influencia histórica en el Movimiento de Países No Alineados, sus medios de comunicación y los de sus aliados (la propia Rusia, Venezuela, Irán, China). De igual modo, la máquina de propaganda moviliza a su red de agentes de influencia en medios intelectuales, académicos, periodísticos y políticos de Estados Unidos y la Unión Europea para diseminar confusión en torno a las causas de esta agresión rusa contra un vecino en Europa.
Cuba es tan culpable como Rusia de la agresión a Ucrania. Si Rusia todavía financia su guerra con las ganancias de las ventas de gas a Europa occidental, La Habana puede invertir en apoyar a Moscú gracias a los euros provenientes de las inversiones y cooperación de la Unión Europea. Irónico y obsceno.
¿Cómo debe actuar Occidente para evitar una escalada que provoque una respuesta y guerra nuclear con Rusia?
Es más fácil decir cómo no debe actuar. La disuasión nuclear mantuvo la paz en medio de las grandes tensiones de la Guerra Fría, porque cada parte creía capaz a la otra de usar el arma nuclear, y ser el primero en hacerlo representaba un suicidio. La doctrina que de facto prevalecía era la de la Destrucción Masiva Asegurada (Massive Assured Destruction o MAD por sus siglas).
Lo más importante que se aprendió de aquellas peligrosas décadas es que para evitar una escalada nuclear era imprescindible la completa predictibilidad de que quien la iniciara desaparecería de la faz de la tierra por la resolución inequívoca del adversario a hacer uso de su propio arsenal nuclear.
Dicho de otro modo: la paz fue posible por un delicado balance psicológico de percepciones reciprocas, además del número de misiles y ojivas nucleares de que disponía cada parte. De nada valía tener armas nucleares si llegado el momento se proyectaba una indecisión en la disposición a utilizarlas.
Occidente no debe proyectar la imagen de un animalito asustado que reconsidera sus pasos cada vez que Putin o Lavrov insinúan que son "actores nucleares irracionales". No lo son.
Abrir un debate público sobre la pertinencia de desacelerar o disminuir el apoyo a Ucrania cada vez que Putin amenaza con "volverse loco" y "apretar el botón" siembra dudas sobre la determinación real de Occidente en su apoyo a Kiev y alienta a Putin a continuar su escalada agresiva.
Por otro lado, ganar esta guerra contra el estado mafioso de Putin es demasiado importante. No debe ser dejada en manos exclusivamente de los gobiernos. Es necesario que la sociedad civil democrática se movilice en todo el mundo en favor de Ucrania.
Cada confusa señal de vacilación occidental alimenta la escalada rusa, no la conjura. Hace más factible que Putin tenga la posibilidad de "apretar el botón" sin que su entorno haya sopesado antes seriamente la necesidad de controlarlo o destituirlo so pena de ser arrastrados todos a un holocausto.
Rusia ha invadido Ucrania por tierra, mar y aire, usa todo el poderío de sus fuerzas armadas y grupos de mercenarios extranjeros y dispara misiles desde submarinos y territorio ruso contra aquel país soberano. Pero no le basta: desea a base de chantaje nuclear imponer el criterio de qué armas e inteligencia pueden ser transferidas a su víctima.
Esas amenazas no pueden provocar en Occidente una timidez que en algún momento decisivo les cueste la independencia a los ucranianos. Aun peor, como ocurrió con las concesiones a Hitler, vaya a envalentonar a este agresor del siglo XXI. Cuando Hitler negoció con Chamberlain no estaba loco. Su insaciable apetito se desencadenó cuando no solo ganó tiempo para su rearme, sino comprobó la debilidad que asumía en sus enemigos. La guerra no se evitó mostrando tibieza y disposición a acomodar a quien ya había agredido a Austria y reclamaba Checoslovaquia. Tampoco la evitó luego Stalin al dividir Polonia con los nazis.
Cuando Kennedy quiso evitar una guerra nuclear con la URSS en 1962, no envió desde un inicio mensajes razonables a quien se comportaba de forma irracional. Primero impuso un bloqueo naval (suavemente llamado "cuarentena") para evitar que siguieran enviando armas estratégicas a la Isla, movilizó a cientos de miles de tropas para invadir Cuba y puso las fuerzas nucleares en estado de alerta DEFCON 2. Esos pasos son lenguaje, códigos de comunicación. Kennedy le estaba comunicando a Nikita Jrushchov que no podía permitir bajo ninguna circunstancia lo que estaba haciendo y que las consecuencias serían incalculables para la URSS (aunque lo fueran también para EEUU y el mundo). Kennedy sabía aparentar la capacidad de transformarse en un actor nuclear irracional si lo llevaban al límite. Una vez enviado ese mensaje inconfundible de firmeza, ambos comenzaron a negociar un entendimiento. Por eso se evitó la guerra nuclear. Si EEUU hubiera cedido y hubiera levantado el bloqueo naval para permitir que entraran en operaciones los misiles nucleares de alcance intermedio en Cuba, la historia mundial habría sido otra.
Ronald Reagan tampoco era un actor nuclear irracional, pero así lo percibían en Moscú por su sostenida política de paz por medio de la fortaleza en todos los escenarios. Reagan tuvo una cosa clara que le comunicó desde el inicio a su primer gabinete de gobierno: su objetivo no era contener el comunismo —política establecida desde fin de la segunda guerra mundial—, sino derrotarlo.
En resumen, hay lecciones de fracaso y de éxito del siglo XX que Occidente debería repasar en las actuales circunstancias.
¿Y qué podría hacer Ucrania para alcanzar la paz?
Ganar militarmente la guerra lo antes posible. Esto supone apoyo militar ininterrumpido, pleno y eficiente de los aliados sin ceder a las recurrentes vacilaciones de algún que otro gestor del proceso de toma de decisiones en Estados Unidos y la Unión Europea. Ucrania no debe pagar con sangre, o con parte de su territorio y soberanía, ponerle fin al costo económico que les supone a sus aliados occidentales mantener las sanciones contra el agresor ruso. Ese es el precio a pagar no solo por salvar a Ucrania sino a toda Europa de nuevas agresiones rusas que puedan desatarse posteriormente por la voracidad de Putin.
Ninguna paz duradera podrá ser alcanzada en Ucrania ni en Europa si no se basa en la retirada de Rusia de todo el territorio ucraniano (incluido el Donbás y Crimea). Cualquier acuerdo de paz tiene que basarse en la total e incondicional retirada de las tropas rusas, de sus mercenarios paramilitares, y en el irrestricto reconocimiento de Rusia y de toda Europa a la soberanía, integridad territorial e independencia de Ucrania.
Es de esperar que, pese a la desinformación rusa y la ignorancia de algunos "expertos" que sugieren recetas para el desastre en los medios de comunicación occidentales, no se ceda al chantaje del Kremlin. Hoy es Ucrania, mañana serán Moldavia, Rumania, Lituania, Polonia y otros más.
Clave en el sostenimiento de la paz mundial es la reactivación persuasiva de la otrora doctrina de Destrucción Masiva Asegurada entre potencias nucleares. A partir del instante que Rusia crea que Occidente bajo ninguna circunstancia usaría sus arsenales se pierde todo poder de disuasión frente a ésta y otras futuras agresiones que puedan provenir de la propia Rusia, China, Irán u otro país. El mundo sería extremadamente peligroso, en especial en lugares como Taiwán e Israel.
Los ucranianos son hoy la primera trinchera de la civilización frente a la barbarie de la mafia rusa. No hay otra opción que derrotarla o el siglo XXI será mucho más incierto que el XX.
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