“Ningún hombre será un gran líder si quiere hacerlo todo él mismo u obtener todo el mérito para sí mismo por hacerlo” Andrew Carnegie .
Roberto L. Capote Castillo.- Los cargos de directores han transitado por diferentes denominaciones, tales como Administradores, gerentes, director y director general. En el caso del director es asistido por un consejo de dirección integrado por los subdirectores (directivos), algunas áreas subordinadas directamente, así como los dirigentes del partido, la juventud comunista y el sindicato que son invitados permanentes. En el caso del director general el consejo está constituido por directores funcionales (directivos), y los participantes señalados anteriormente. En una de las últimas reestructuraciones convirtieron a las Uniones Empresariales en empresas y algunas en Grupos empresariales para evitar su desaparición, aunque lo merecían por ser un obstáculo burocrático en lugar de una entidad de orientación estratégica y control para la mejora.
Los organismos externos, controladores de las empresas, consideran al director el que decide la eficiencia de la misma y a los directivos colaboradores de menor importancia. En las organizaciones con problemas, siempre se sustituye al director y el consejo de dirección permanece inamovible haciendo que todo siga igual desde el punto de vista de la realización económica. No obstante, en la mayoría de los casos el nuevo jefe luego de asumir el cargo, efectúa la sustitución paulatina de los directivos existentes por otras personas que no son más competentes, sino “personal de su confianza”, para que desempeñen el rol de compinches y así garantizar la sumisión absoluta a su mando. Al respecto expongo una experiencia:
En una empresa en la que trabajé, productora de alimentos en conservas, el director después de varios años de incompetente gestión fue sustituido por un dirigente sobrante de la aniquilada industria azucarera. Una vez que asumió el cargo fue sustituyendo a los directivos del consejo de dirección, con experiencia en sus producciones, por compinches de su anterior trabajo. En ese entonces me encontré con un ingeniero de la empresa y le pregunté cómo les iba con el nuevo jefe y me respondió: “¡Ya estamos listos, si nos entregan caña fabricamos azúcar, porque de las anteriores producciones no hay nadie con conocimientos para dirigir!” En el caso anterior no resolvieron los problemas pues los malos resultados productivos y económicos continuaron aun con el cambio del director porque no encuentran “el hombre adecuado para el puesto adecuado”. En la empresa socialista cubana prevalece la idea de la centralización del poder en la figura del director, como premisa para el éxito, sin tener en cuenta la importancia de la colaboración del resto de los directivos y la activa participación de los trabajadores. Esta centralización induce que al director sólo le interese la obediencia y la ejecución en lugar de la responsabilidad y el trabajo de dirección de sus directivos. Peter Drucker manifestó al respecto:
“…Ser directivo significa participar en la responsabilidad por el funcionamiento de la empresa. Un hombre del que no se espera que acepte esta responsabilidad no es un directivo. Y un director que no la toma como su primera responsabilidad es malo, sino desleal a sus deberes”.
No conocí directivo cuya preocupación fundamental fuera el éxito de la empresa, por lo general, se ocupan del desempeño del área a su cargo (funcionalismo), según la subdivisión de la estructura de la empresa donde sea el jefe. Las causas de este comportamiento se deben al estilo de dirección del director cuyas exigencias generalmente se enfocan en el cumplimiento de sus órdenes y no en la responsabilidad de sus funciones. Según Drucker estos directivos son “malos o desleales a sus deberes”. Soy del criterio que una de las principales causas de la corrupción de los directores y directivos es la falta de responsabilidad. Para ser reconocido como bueno en el cargo, tanto el director o directivo, depende más de la obediencia y la guataquería que de la responsabilidad y la realización económica de su entidad. La carencia de responsabilidad de los dirigentes empresariales creí que era propio de nuestro socialismo “caribeño”, pero constaté que similar situación se manifestó en la URSS. En un artículo de la revista Sputnik el escritor Anatoli Pristavkin lo refleja de la siguiente forma: “¿Qué ha ocurrido con nosotros? ¿Por qué durante años hemos elaborado un mecanismo económico y social que a menudo se basa en la irresponsabilidad común?
Este mecanismo comienza con menudencias y termina en lo principal. Es difícil- si no imposible- encontrar al culpable, digamos, de que un autobús no salga a la ruta, de que falte leche en la tienda, de que los trenes no cumplan su horario, etc. Y lo más horrible es que ya nadie quiere buscar al culpable; porque sabes que perderás tiempo, fuerzas y nervios para escuchar una respuesta estereotipada: «No tenemos la culpa, la culpa es de otros...que ya no están aquí...» Siempre se trata de alguien inalcanzable, porque es reemplazable y está bien camuflado. Cuando ha desorganizado un asunto, lo trasladan a otro cargo”
La irresponsabilidad ha causado que la economía y la sociedad cubana funcionen inadecuadamente y que la ineficacia e ineficiencia estén presente en la generalidad del quehacer económico, social y el político, pero en nuestro caso hay un culpable principal e “inalcanzable”: “el bloqueo imperialista” o, en ocasiones, las incidencias del clima y las epidemias. Existe desconfianza entre jefes y colaboradores causada por un enrarecido clima laboral donde la doble moral no permite conocer con sinceridad la forma de pensar de un dirigente empresarial. En la abundante bibliografía del sistema económico capitalista, se expone que uno de los factores más importantes en la dirección y sus resultados es el estilo. Sobre los estilos de dirección hay diferentes clasificaciones, algunas son numerosas, en aras de resumir elijo las de Peter Drucker que son abarcadoras por su definición y precursoras de algunas de las nuevas:
- - El estilo de dirección autoritario o autocrático.
- - Estilo de dirección democrático o participativo.
- - El estilo de dirección espontáneo de “dejar hacer” (laissez faire)
El estilo de dirección autoritario o autocrático.
El dirigente autoritario toma personalmente las decisiones necesarias, y solamente delega su ejecución en los directivos. Considera a sus colaboradores como órganos que cumplen la finalidad de ejecutar de forma prefijada las órdenes emanadas de él, en virtud de su autoridad.
Este estilo de dirección, según mi experiencia, es el más generalizado en el sistema empresarial originando consecuencias negativas a la eficacia y eficiencia. Uno de los recursos que más se dilapidan por esta forma de dirigir son los humanos, pues impide desarrollar la iniciativa y la innovación entre los directivos y sus colaboradores. Lo anterior ha inducido un método de trabajo, en los directivos, que he denominado “dirección por acuerdo”. Esto significa que para permanecer en sus cargos solamente deben cumplir los acuerdos impuestos por el director en las reuniones realizadas. Aunque existe una convocatoria permanente para que las empresas apliquen un “estilo participativo” en la dirección, esto es una utopía inalcanzable hasta el momento, pues el director, por lo general, preside todas las reuniones de las organizaciones existentes en las mismas. En cada una impone su autoridad, incluso el núcleo del partido y el sindicato acatan sus decisiones.
Cuando la realización económica es negativa existe un gran “arsenal” de justificaciones, incluyendo la pereza de los trabajadores, pero si es exitosa es debido a la buena conducción del director y las acertadas orientaciones de la dirección del Partido y el Gobierno territorial. Pero las cosas empeoran cuando la mayoría de las decisiones se toman autoritariamente, aún aquellas de índole técnica, obviando la estructura de dirección y el capital humano existente. Sin embargo, la supervivencia de los directores con este estilo es alta debido a que la mayoría de los dirigentes de las estructuras superiores de las empresas, el PCC y el Gobierno aplican el mismo estilo y lo único que deben manifestar los niveles inferiores es obediencia absoluta, aun cuando las tareas se puedan cumplir o no.
Algunos directores en confianza me comentaron, respecto a esta situación: “Me comprometo a cumplir las órdenes de los jefes, aunque en ocasiones estoy convencido de que no funcionarán, pero siempre ocurre algo que nos libera de responsabilidad”.
Un síndrome que padecen los dirigentes políticos, del gobierno y las empresas es la “excusitis”. Es cierto que casi siempre el entorno favorece los incumplimientos de los directores y no se achaca a su estilo, su deficiente gestión o su irresponsabilidad como el causante de los problemas. En la designación de los directores o directivos de las empresas habitualmente no se consideran los resultados obtenidos en los cargos desempeñados anteriormente, se insiste en el requisito de la “confiabilidad” de la persona basada en su “fe comunista”. Además, los directores participan periódicamente en reuniones presididas por las máximas autoridades, del Partido y el Gobierno de su territorio, los que manifiestan un estilo de dirección autoritario aun en las decisiones que atañen al funcionamiento de las empresas. Este comportamiento proviene, en cascada, del autócrata mayor, Fidel Castro, que como decían sus acólitos: “se las sabe todas”, pero lo destruyó todo.
Estilo de dirección democrático o participativo.
El dirigente democrático intenta cumplir sus objetivos con la participación activa de sus colaboradores, tanto en la planificación o en la organización de las distintas actividades. Interviene, en cierta medida, en la ejecución; discute en el grupo el progreso de la actividad y propone medidas concretas para evaluar los resultados de los participantes.
Con este estilo conocí pocos dirigentes en las empresas y aquellos que lo aplicaron no sobrevivieron a la experiencia. En la planificación centralizada socialista existe una desmesurada cantidad de normas, regulaciones, cartas y leyes reguladoras, establecidas por una gran cantidad de organismos “rectores” burócratas o como los he bautizado “burrocratas”, que interfieren en las funciones de las empresas limitando cualquier gestión de los directores y su consejo de dirección. La toma de una decisión por el director o directivo, generalmente implica alguna acción prohibida, como se dice “según lo establecido”. Quiero exponer un caso conocido en los inicios de la década de los años ochenta:
- Un amigo fue designado subdirector de una empresa dedicada, fundamentalmente, a la elaboración de software para computadoras (mainframe) y minicomputadoras. En busca de ideas para introducir mejoras se reúne con los diseñadores de los programas. Estos especialistas expresaron que su trabajo se basaba en la creatividad para encontrar soluciones a los problemas planteados por los clientes. El mayor escollo para su labor era que no siempre tenían la mente en sus mejores condiciones en el rígido horario que tenían fijado en la empresa. Este directivo tomó la osada decisión de establecer el teletrabajo, para que los programadores trabajaran en sus hogares con la obligación de cumplir las fechas de las entregas y asistir a los controles que se convocaran.
Los resultados de la experimentación fueron exitosos, la productividad y los ingresos aumentaron así como la motivación mejoró sensiblemente. Pero los recelos de los trabajadores de las otras áreas, la preocupación del director por la reacción de los organismos “rectores” por el incumplimiento de las reglamentaciones laborales existentes, y por último intervinieron el núcleo del Partido y el Sindicato de la empresa para “defender los intereses de la Revolución”, llevando el exitoso experimento a la debacle y mi entusiasta amigo abandonó la empresa. Este, entre tantos casos, demuestra que aun cuando el director o los directivos, traten de aplicar medidas participativas para mejorar la productividad fracasan. La poca autoridad para la toma de decisiones de los dirigentes empresariales, tanto las relacionadas con el cumplimiento de la jornada laboral, el salario u otras, hacen prácticamente imposible la aplicación del estilo de dirección democrático o participativo. Actualmente ante la debacle económica como consecuencia del Ordenamiento, los “burrocratas” aprueban nuevas leyes, resoluciones y medidas para dar más autonomía a las empresas y rectificar sus burradas, pero no aceptan que en el sistema económico socialista no funciona ningún modelo, medida, regulación, etcétera. Pero además estas disposiciones siempre poseen algún acápite o contenido que las convierte en inviable.
Las máximas autoridades políticas y los dirigentes sindicales del país presumen de la democracia en los colectivos laborales, pero cuando se analiza el desempeño de las empresas y la autoridad conferida a los directores, directivos y trabajadores todo es una falacia. Decirle a un proletario que es el dueño de su centro de trabajo solamente le provoca una sonrisa sarcástica. En estas condiciones es imposible la dirección mediante un estilo democrático.
El estilo de dirección espontáneo de “dejar hacer” (laissez faire)
Este estilo de dirección se caracteriza porque el máximo dirigente comparte con sus colaboradores la información necesaria para la toma de las decisiones. Las determinaciones sobre planificación, organización y ejecución se dejan al grupo. El jefe no participa en la ejecución de las actividades, no realiza controles o evaluaciones, y no interviene en la definición e implementación de las medidas correctivas necesarias.
La expresión “laissez faire” cuyo origen es inseguro, parece haber sido utilizada desde la época de los fisiócratas. Este estilo está descartado en una economía socialista centralmente planificada, no he conocido ninguna empresa que aplique alguno lejanamente parecido.
El centralismo democrático en el socialismo.
Los académicos del socialismo real aseveraban, con una insistencia rayana en lo religioso, que la dirección es sobre todo ciencia elaborando sus cimientos teóricos con un enrevesado lenguaje, lleno de citas y referencias, fundamentando cualquier situación según los postulados de los clásicos de su ideología: Marx, Engels y Lenin. Pretendían ratificar (en el papel), la declarada superioridad de la economía socialista sobre la capitalista pues este sistema desaparecería según Karl Marx. Ningún libro escrito sobre dirección o gestión en la empresa socialista, que he leído, hace alusión exactamente en cuales organizaciones fue aplicado el modelo propuesto con éxito, y mostrar sus resultados a modo de paradigma, al igual que en la abundante bibliografía que al respecto se ha escrito sobre las empresas exitosas capitalistas. La gestión empresarial es una combinación de arte y ciencia, por tanto, hasta que no logra su madurez no pueden los académicos hacer sus contribuciones. La dirección empresarial socialista nació de la teoría y murió con ella pues nunca se lograron resultados positivos en su cometido siendo un rotundo fracaso en la práctica.
El liderazgo democrático es uno de los estilos de liderazgo más efectivos porque les permite a los empleados del nivel inferior ejercer la autoridad necesaria para aplicar decisiones acertadas. En Cuba se realizaban las asambleas de rendición de cuentas para, supuestamente, informar a los proletarios sobre la realización económica de la empresa de la cual eran “dueños”, pero solamente servían para adormecer a los trabajadores al atiborrarlos de estadísticas que pocos comprendían, pero sabían que en la mayoría de los casos la contabilidad no era confiable, además, si los resultados eran positivos o negativos su situación doméstica seguía igual.
capotecastillo@yahoo.es
|