Lcdo. Frank Braña Fernández.- Bogotá-Colombia.- En el año del 169 aniversario del natalicio de José Martí, la vigencia de sus pensamientos alumbra la modernidad como espada que indica la próxima batalla. Sus ideas son la forja de una vida dedicada a mostrar a Latinoamérica y al mundo los riesgos del futuro y el único camino posible para labrar el destino: la lucha.
Pocas veces fue una figura de su dimensión tan incorrectamente interpretada y utilizada por diferentes facciones políticas en busca de beneficio propio. Trascendentales en la historia sus obras completas, los tomos no publicados o las cartas que han marcado polémica, a Fermín Valdés Domínguez, a Máximo Gómez invitándolo a la lucha o a Manuel Mercado, su testamento político.
Para los cubanos su herencia debe percibirse como mucho más que el del hombre imaginario, fantástico o divino; es el real que sufre y siente como cualquier persona; pero que como profeta sacrificó su vida ante el máuser como Cristo sus carnes en la cruz; sacrificios no por caprichos sino por un trazar un legado.
La Cuba de hoy, herida, obsoleta y aferrada al pasado, no es la que soñó Martí. El olor a pólvora de Dos Ríos, se suponía revertido en “Todos y para el bien de todos”; pero no existe un lugar del planeta en que no viva un cubano como resultado de una nación desmembrada y ahogada en la ignominia de la élite del poder.
Si de algo adolece la Mayor de las Antillas es de unidad, de esa por la que vivió, cedió y murió el Apóstol; todos las redes están saturadas de críticas y partidos o movimientos políticos, pero nada se concreta más allá de los llamados influencer que en sus programas farandulean de política y chismes, muchos que siguen jugando a la oposición de los años 70 y una diáspora que en su gran mayoría le interesa lo económico y mantener una puerta abierta para Cuba. El cambio vendrá, es imposible detener el tiempo y sus consecuencias; muchas voces querrán entonces adjudicarse los méritos tratando de ser protagonistas de un nuevo ciclo.
Una nación no necesita mendigar el derecho a conducir sus destinos ni depender de otras para lograr su libre albedrío. Sería injusto que la fértil tierra cubana regada con sangre noble tuviera que esperar para ver crecer sus retoños, para que los pinos nuevos sacudan sus hojas en los vientos de libertad.
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