Caricatura. Alen Lauzán /Diario de Cuba/
Rafaela Cruz.- La Habana 16 Jul 2021. En ningún caso los sucesos del 11-J se evaporarán en la bruma de la intrascendencia. La Cuba revolucionaria aguantó 62 años y 191 días solo para perecer junto al sol poniente de ese domingo en el que, en medio de la oscuridad habitual de un país sin alumbrado público, sin neones, sin esperanzas, por primera vez se viera luz, aunque no fuese la del final del túnel.
Como si de evento geológico se tratase, esta erupción social que se ha visto ahora, lentamente fermentó en cada apriete del tornillo del garrote vil donde el castrismo, con saña y sadismo, ha estrangulado las ilusiones de varias generaciones de cubanos.
En la Cuba nueva, el sistema antidemocrático y liberticida perdura, pero se ha roto el baldón de la paciencia infinita, ese mítico aguante de los cubanos ante los oprobios que el Gobierno les inflige y que ha hecho que muchos —desconociendo hasta dónde un sistema totalitario logra inhabilitar la respuesta civil— categorizaran al pueblo como carnero, mientras otros embrollaban ventajistamente el silencio con apoyo, incluso con complicidad.
Este 11-J no será un evento aislado de la biografía nacional, es el imprevisto comienzo del camino impredecible hacia el final del castrismo que, por vez primera, parece verdaderamente posible.
El pueblo tuvo una experiencia de vida, una epifanía: puede articularse de manera espontánea e instantánea sin darle muchas vueltas, sin más coordinación que la de un pequeño núcleo de valientes que encienda la chispa precisa en el momento adecuado; la Isla es un polvorín de descontentos.
El sudor nervioso en la camisa de Díaz-Canel, el trastabille de su voz, su ridículo y cobarde paseo por San Antonio de los Baños, rodeado de tropas disfrazadas de pueblo y los insulsos colectivos obreros agitando banderitas bajo la atenta mirada del Partido, que nadie se cree sean espontáneo respaldo, son el premio de una manifestación donde poquísimos actuaron como viles delincuentes oportunistas y sí muchos, muchísimos, pidieron libertad. Cuba supo protestar sin destruir lo poco que el castrismo está dejando en pie.
El pánico ante la fuerza del pueblo expuso a un Gobierno que se sostiene con la fuerza, que no dialoga porque no tiene más argumento que el bloqueo, la mafia de Miami y el "coco" neoliberal que quiere destruir la salud y la educación pública… mentiras y amenazas.
La lección más importante es para el exilio: sí hay apoyo interno para su empuje, la gente responde, su propaganda resuena no solo como cacofonía en Facebook o Twitter, sino que cuando logra vibrar con la fibra de la Isla se logra que las palabras se vuelvan hechos y "Patria y Vida" y "Díaz-Canel, singao".
Por suerte, y por más que el Gobierno intentó dinamitar antes y controlar ahora las amarras de la diáspora con su tierra, como la distancia y el tiempo no destiñen la cubanidad de muchos emigrados en Miami o Madrid, una vez más en nuestra historia, serán ellos quienes impulsarán el cambio en la Isla.
Pero el Gobierno no es estúpido. No solo recrudece ya la represión, sino que, intentando aliviar las causas inmediatas del conato, ha anunciado que permitirá a los pasajeros la entrada de medicamentos, comida y aseo a la Isla, sin límite de valor de importación y libre de pago de aranceles; ha prometido reducir los apagones, y no sería de extrañar que venda más pollo y picadillo; puede que hasta corran más el ron y los cigarros.
Y aunque admiten no tener divisas para importar, aún tienen reservas en el capital físico instalado —bienes inmuebles, maquinaria, tierras— del que pueden extraer mucha liquidez, no solo vendiendo hoteles o concesiones administrativas turbiamente negociadas en Panamá, sino, principalmente, no amortizando la depreciación del patrimonio de la nación, disponiendo para el consumo de los recursos que deberían invertirse para mantener en funcionamiento al capital fijo, que se desgasta con el uso y desaparece.
No le importará al castrismo hipotecar el futuro —aún más— para costearse unos días extra en el poder: en tiempos de emergencia el ahora es lo fundamental, mañana ya verán.
Es poco probable que nuevamente las autoridades cubanas se equivoquen manteniendo internet activa una vez inicie alguna protesta. Desde ahora, a la menor rebelión, por muy aislada que parezca, ETECSA desconectará la única herramienta de comunicación masiva que, aunque vigilada, es independiente del Gobierno y permitió se supiese inmediatamente lo que estaba sucediendo en San Antonio de los Baños, detonante para el resto.
La libertad de Cuba pasa por internet, es la única espada capaz de cortar el nudo gordiano del totalitarismo. El Gobierno, que lo sabe, ¿tratarán de bloquear definitivamente las redes sociales?
En cualquier caso, la suerte está echada, el castrismo está muriendo agotado, sus propios líderes solo sobrevivirán si logran convertirlo en algo totalmente diferente. El domingo 11 de julio se enteraron de que para hacerlo tienen menos tiempo del que pensaban, mientras que nosotros, cubanos dentro o fuera, nos enteramos de que sí se puede. |