ELECCIONES DE ESTADOS UNIDOS Y LA OBSESIÓN DE LOS “ANALISTAS” CUBANOS. Por el Doctor Alberto Roteta Dorado.
Santa Cruz de Tenerife. España.- Las recientes elecciones de los Estados Unidos de América ocupan el centro de atención de muchos medios de prensa del mundo, algo que no queda limitado a dichos medios, sino que políticos, politólogos, intelectuales, artistas e historiadores y filósofos se han pronunciado de una u otra forma sobre el suceso del momento.
No pretendo hacer un análisis político acerca del proceso eleccionario de la gran nación de América. Ya muchos lo han hecho, y como es habitual en mí, y también siguiendo la premisa de que no ocurra lo de La Boheme de Leoncavallo respecto a la de Puccini, prefiero dejar el álgido asunto en manos y mentes de quienes lo hacen desde una perspectiva analítica con mayor conocimiento de causa.
No obstante, no es posible permanecer en silencio por más tiempo y asumo el tema desde una perspectiva diferente, esto es, desde la idea de las reacciones de aquellos que se han manifestado de una manera demasiado crítica ante los recientes acontecimientos de Estados Unidos en relación a sus comicios.
En primer lugar llama sobremanera mi atención como desde Cuba se ha seguido cada detalle de las elecciones estadounidenses. Tal vez si se hubiera seguido con ánimos de estar al tanto de un suceso que puede afectar de alguna manera los designios de la nación cubana, sería justificado ese marcado interés por conocer el desenlace del polémico tema.
Sin embargo, los dogmáticos periodistas, analistas y comentaristas defensores del régimen de La Habana, han asumido una actitud de ataques continuos al sistema eleccionario de una nación en la que la democracia constituye uno de sus más enormes estandartes; pero como es habitual los “estudiosos” de la nación caribeña pretenden negarlo, y por si fuera poco, han establecido paralelos con lo que ellos consideran un sistema perfecto: la democracia socialista cubana.
Alguien de modo muy anticipado cuestionó el sentido de esa democracia de la nación norteña al valorar el mayor número de votos de Joe Biden respecto a Donald Trump. Para este dirigente de la cultura cubana estaba bien claro que si había más votos para el representante de los demócratas el triunfo era suyo; algo que demuestra el nivel de desinformación generalizada que existe entre aquellos que, se sobreentiende, sean capaces de aportar un mínimo de luz ante las desoladoras tinieblas de una nación que, lamentablemente, ha caído en las profundidades abismales de la ignorancia histórica y política a partir de la propaganda parcializada impuesta por el régimen castrista.
Por razones de espacio y tiempo no me detendré a exlicar el funcionamiento del sistema democrático eleccionario de los Estados Unidos de América. Solo le recuerdo al dirigente y partidista de la llamada “isla de la libertad” que una cosa es el voto popular y otra bien distinta es el voto que aportan los llamados estados clave para que sea realmente electo o no un presidente; algo que pudiera ser malinterpretado o tergiversado de manera intencional como lo han hecho aquellos demasiado preocupados desde la distancia por los resultados de los comicios estadounidenses.
Otros se han pronunciado de un modo inquisidor ante una demora que han considerado inexplicable respecto al conteo de votos y la idea de los votos directos y los recibidos por vía del correo, algo que es solo una cuestión que les debe interesar a los estadounidenses o a aquellos que sin serlo viven en esa nación y han logrado el estatus de ciudadanos norteamericanos, lo que les da el derecho y el deber de participar en las elecciones.
De cualquier modo, esto les debe servir a los “analistas” de la isla para establecer verdaderas comparaciones, algo que, por desgracia no hacen, toda vez que su estrechez mental solo les da para reaccionar de un modo demasiado parcializado contra el eterno “enemigo imperial” que su maléfico comandante eterno les impuso a través de una sombría oleada de desinformación y adulteraciones de la realidad democrática de los Estados Unidos de América.
Imagen Arriba: Miguel Díaz Canel, el cordero, actual presidente de Cuba, no elegido, sino designado, participando de un “simulacro” eleccionario, según los comunistas de la isla, el sistema "más democrático del mundo".
Como es lógico, en Cuba no puede haber demora alguna, por cuanto no existe un conteo de votos. Les recuerdo que el presidente de la nación no es propuesto ni elegido por nadie, excepto –solo la elección porque la propuesta es desconocida por el pueblo– esta última, esto es, la elección que tiene lugar a puertas cerradas y que está en manos de la Asamblea Nacional, cuyos miembros (una exigua minoría para nada representativa de los millones de cubanos) mediante un simulacro aprueban por unanimidad al supuesto presidente.
El secretismo constituye una de las principales características de aquel sistema que, solo según los simpatizantes del castrismo, es "el más democrático del mundo". Les recuerdo a los que se han pronunciado de modo tan enérgico respecto a los resultados de las recientes elecciones que a solo unos minutos de “elegir” (en realidad designar) a un nuevo presidente, primero ante la decrepitud total e incapacidad del “hombre eterno” (2008), y luego ante la disposición de su hermano de retirarse de su cargo al término de su segundo mandato (2018), no se sabía, aunque se suponía, quien sería el nuevo presidente.
Por otra parte, las polémicas en torno a las campañas precedentes a las elecciones propiamente dichas serán siempre incomprendidas por aquellos que jamás han pasado por esta experiencia. Téngase presente que en una nación, como Cuba, en la que no existen candidatos –al menos conocidos por el pueblo– no es necesario que exista una campaña pro-elección. La existencia de un partido único establecido de manera oficial, según ellos de tipo marxista, leninista y martiano, no da cabida para la participación de partidos opositores al régimen. Aún así, se empeñan en desacreditar al sistema estadounidense, organismo que ha funcionado por mucho tiempo de una manera transparente.
Y así las cosas, con una concepción demasiado preestablecida, y a la vez totalmente parcializada, todos alzan su voz en espera de que el futuro presidente de Estados Unidos –hasta el presente, todos afirman "con seguridad que es Joe Biden"– intervenga de modo milagroso para mejorar las penurias de una nación que cada día se sumerge un tanto más en la miseria, la desesperanza, la inseguridad y la incertidumbre. Vale también recordarles a los defensores de los demócratas que en Estados Unidos, a diferencia de Cuba y otras naciones totalitarias, el presidente per se no es quien pone o elimina sanciones, establece o no lazos cordiales con sus homólogos, levanta o destruye barreras, etc., algo que, como es de suponer tampoco podrán comprender aquellos que jamás han tenido la experiencia de conocer cómo funciona una democracia.
Preocúpense por el sistema eleccionario de Cuba, por tener un nuevo presidente elegido y no designado, un nuevo gobierno de carácter democrático, por dejar a un lado la absurda idea de una continuidad, entre otras tantas cosas, y dejen el asunto de las elecciones de los Estados Unidos en manos de los estadounidenses y nacionalizados en aquella nación.
De cualquier modo, y aunque muchos crean lo contrario, los graves problemas de Cuba deberán solucionarse en Cuba. Debe quedar bien claro para los cubanos que permanecen en la isla que da igual que sea Trump o Biden. Solo la aniquilación total del régimen comunista cubano pondrá fin al desastre económico, político, social, ético, moral y espiritual de la otrora próspera nación cubana.
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