Biotecnología en Cuba: ¿valió la pena? Por Rafaela Cruz Diario de Cuba 20 de noviembre de 2020
Fidel Castro en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, La Habana. (ESCAMBRAY)
La biotecnología desarrollada en la Cuba castrista se ha basado en dos inmoralidades gigantescas.
Indudablemente, la contribución de la biotecnología cubana a la salud de millones de personas en el mundo es relevante. Ha producido notables avances en la cura y tratamiento de cánceres, hepatitis, SIDA, meningitis y muchas otras afecciones. Para cada individuo directamente beneficiado por los logros de los brillantes científicos de la Isla, la existencia de la biotecnología cubana está más que justificada. Pero, apartando esta natural consideración emocional, ¿lo está?
La racionalidad de una inversión no debe medirse meramente por sus beneficios, por muy humanitarios que estos sean. Los costos han de tenerse en cuenta inclusive en temas tan delicados como la salud o la vida, pues los recursos son limitados y deben usarse óptimamente.
Podría alegarse, por ejemplo, que la vacuna cubana contra el cáncer de pulmón vale cualquier dinero invertido, aduciendo que nada hay más valioso que la vida y que sin esa vacuna —y en última instancia sin biotecnología cubana— muchas vidas habrían terminado. Eso es una falacia, pues de no haber existido vacuna cubana contra este cáncer, muy probablemente otra empresa habría investigado en ese sentido y obtenido una vacuna homóloga.
Los éxitos hoy exclusivos de la biotecnología cubana no justifican su existencia, pues estos adelantos son "exclusivos" en gran medida porque al ya existir esos productos —con patente cubana— no hay necesidad de desarrollar otro producto para la misma necesidad. Si no existiese biotecnología en Cuba, otras de las muchas existentes habrían respondido a las necesidades que la cubana cubre hoy.
La humanidad no necesitaba ni necesita, específicamente, la biotecnología cubana.
Inversiones tan monumentales como las necesarias para desarrollar esta industria deben analizarse desde el cálculo económico, teniendo en cuenta que las malas inversiones disminuyen la riqueza humana y por tanto la felicidad total, incluso la propia vida. Entonces, para evaluar la biotecnología cubana es muy válido averiguar si ha sido un emprendimiento económicamente rentable, y aun si siendo rentable, era lo mejor que podía hacerse con unos recursos de tan tamaña magnitud, en un país con tantas carencias.
La pregunta importante sería: ¿por qué la tercermundista Cuba tiene una industria biotecnológica tan desarrollada? La respuesta es la misma a por qué Cuba ha ganado tantas medallas olímpicas, ha intentado construir un reactor nuclear o enviado ejércitos al África: la megalomanía de Fidel Castro.
El desarrollo biotecnológico necesitaba dos cosas: capital humano altamente calificado y grandes cantidades de inversión a alto riesgo y larguísimo plazo.
El capital humano no era problema, pues desde el inicio de la revolución se lanzaron masivos programas educativos.
La inversión, por otro lado, se hizo utilizando una parte de los ingresos que los cubanos dejaron de consumir y de invertir en proyectos alternativos con ganancias más inmediatas y a menor riesgo, para en cambio, utilizarlos a muy largo plazo y altísimo riesgo desarrollando la industria biotecnológica. El hecho de que ningún otro pueblo del mundo con ingresos semejantes a los cubanos haya usado sus recursos en un proyecto como este es muy significativo.
La realidad es que no eran recursos de los cubanos, eran producidos por los cubanos pero realmente eran de Fidel Castro, y las cosas se hacían o no según los caprichos de este —que literalmente jugaba con los recursos materiales y humanos de la nación—. Así que un día, tras una conversación con un oncólogo norteamericano, Fidel Castro decidió que Cuba tendría biotecnología.
A causa del oscurantismo contable causado por manejar la economía del país como un feudo privado, probablemente los cubanos no sepan nunca cuánto les ha costado este desarrollo científico. Nadie podría decir, por tanto, si está siendo rentable y si fue o no una buena decisión económica. Que hoy sea una industria autosostenible (que ingrese más de lo que gasta) no significa que se hayan amortizado las enormes inversiones hechas para crearla.
Más incalculable aún es el costo de oportunidad; es decir, cuánto desarrollo en otros sectores dejaron de tener los cubanos a cambio de complacer el voluntarismo científico de un Fidel que disfrutaba mostrando "sus" instalaciones biotecnológicas a cuanto invitado de algún nivel le visitaba.
Lo que sí sabemos es que la biotecnología desarrollada en la Cuba castrista se basó en dos inmoralidades gigantescas: una mano de obra muy calificada pero prisionera del sistema político y con bajos niveles de vida, de ahí que fuese tan barata; y las decisiones absolutistas de un hombre que dispuso de los capitales de la nación según sus deseos muy personales.
Si en vez de biotecnología, los cubanos hubiesen sido libres de utilizar sus recursos en otros emprendimientos para los cuales la Isla sí contaba con ventajas comparativas (turismo, agricultura, servicios, energías renovables), probablemente tendrían hoy suficientes riquezas no solo para disfrutar de un mejor nivel de vida, sino además para comprar a otros, en caso de necesidad, cualquier producto biotecnológico que necesitasen.
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