El pasado 30 de marzo, falleció en La Ciudad Luz, una gran dama cubana. América nació en San Cristóbal de La Habana en 1932, en cuya universidad estudió periodismo.
En 1956 un ingeniero francés llamado Marius Fissolo, que había ido a Cuba por motivos de trabajo, visitó el Salón de Esgrima en el que América estaba entrenándose. Como él no sabía español, a alguien se le ocurrió llamar a la joven América, la cual hablaba francés e italiano. Ella sirvió de intérprete al galo, pero parece que en aquel momento Cupido se encontraba volando sobre la capital cubana y los flechazos fueron fulminantes.
En 1957 se casaron y se fueron a vivir a Ecuador por motivos de trabajo de Marius. En ese país estuvieron en contacto con exiliados cubanos que habían huido del régimen de Fulgencio Batista.
Al triunfo de la Revolución en enero de 1959, ambos regresaron muy entusiasmados a Cuba, pero ya en el 1961, decidieron regresar a Ecuador debido al rumbo que tomaba el régimen. Continuaron viaje hacia París en donde vivieron hasta el final de sus días.
América tuvo esperanzas de que en Cuba regresara la Democracia. Fue invitada como periodista en 1966 a la Conferencia Tricontinental, pero no le permitieron hacer ninguna entrevista. Ese mismo año decidió no volver nunca a su tierra natal, debido a que su nombre fue mencionado durante el juicio celebrado a su amigo de juventud Rolando Cubela, ya que él había sido hospedado en París por la familia Fissolo durante sus viajes a Francia.
Recordemos que Cubela fue condenado a 30 años de cárcel por un supuesto complot para realizar un atentado contra Fidel Castro. Fue liberado en 1979 y se trasladó a España en donde ejerció como médico.
Conocí a América, su esposo y a Jean-Luc, fruto del amor entre América y Marius, en 1981 al llegar a Francia con mi esposa e hijo de 5 años. Su apartamento en París era una especie de Embajada de Cuba Libre. América se dedicó en cuerpo y alma a ayudar en todo lo que pudo a los numerosos cubanos que llegaban como refugiados a París. Siguió militando por la Defensa de los Derechos Humanos hasta su último suspiro, siempre con esa educación y refinamiento que la caracterizaron.
Recuerdo con que cariño y simpatía nos recibió en su hogar para cenar hace algunos meses. Considero que dejó una excelente imagen entre todos los que tuvimos la suerte de conocerla y de formar parte de su entorno.
Su sepultura se encuentra en el cementerio de Montparnasse.
Su partida me hace recordar una bella canción de Alberto Cortez: “Cuando un amigo se va”:
Querida América: Mi esposa e hijo se unen a mí para enviar nuestras más sinceras condolencias a Jean-Luc y desearte que descanses en paz por la eternidad junto a Marius.