La prensa oficialista empieza a preocuparse por el desempleo en Cuba después del coronavirus Por Orlando Freire Santana Diario de Cuba 28 de Mayo de 2020
La demora de las autoridades en comenzar el proceso de reapertura de ciertos servicios públicos empieza a ser vista con suspicacia.
No son pocos los que ya observan con suspicacia la demora de las autoridades cubanas en comenzar el proceso de reapertura de ciertos servicios públicos, máxime si consideramos que la pandemia del coronavirus parece ir en retroceso en la Isla. Es como si Díaz-Canel y compañía trataran de ganar tiempo en aras de afrontar los males que sobrevendrán tras la emergencia sanitaria.
Por lo pronto la paralización del transporte público, esa medida que tanto molesta al cubano de a pie, debe de haberle reportado al Gobierno un ahorro sustancial de combustible, algo que mucho aprecia el castrismo en este momento, cuando —¡quién lo iba a decir!—, su aliado Maduro necesita que le envíen petróleo para sobrevivir.
Otro filón que el Gobierno le ha extraído a la pandemia se relaciona con los empleos generados con motivo del enfrentamiento al coronavirus. Porque últimamente el desempleo en Cuba no es nada despreciable. Según cifras oficiales, antes de la pandemia había en la Isla unos 30.024 trabajadores interruptos (eufemismo al que se recurre para no hablar de desempleo).
Y, por supuesto, esa situación tendía a agravarse con el cierre de los hoteles y otros centros turísticos, y también con la paralización de actividades en empresas y unidades presupuestadas como parte de las medidas de aislamiento social.
Fue entonces cuando Díaz-Canel y compañía decidieron reubicar a sus interruptos. Trabajadores del turismo limpian las salas de los hospitales donde permanecen ingresados los pacientes de la pandemia; otros actúan como mensajeros-vendedores de comida a domicilio; mientras que obreros de algunas industrias se dedican a confeccionar nasobucos. Ah, y los de menos suerte han debido marchar a la agricultura con tal de no morirse de hambre.
Sin embargo, una vez desaparecido el coronavirus no habrá más ingresados por la enfermedad, ya no repartirán comidas a domicilio, no habrá necesidad de los nasobucos, y es poco probable que la agricultura pueda asimilar toda esa mano de obra interrupta. Sobre todo si consideramos que los gobernantes aspiran a una agricultura eficiente.
Lo anterior en medio de un contexto en el que, de momento, no se espera una rápida recuperación de la actividad turística, y por tanto el país no podrá contar con su principal fuente de ingresos y, en consecuencia, tampoco podrá importar las materias primas necesarias para echar a andar muchas industrias nacionales.
Sin dudas un sombrío panorama que no pudo ser eludido por el periódico oficialista Trabajadores cuando, en su edición de este lunes 25 de mayo trató el tema de la reubicación laboral de los trabajadores interruptos. El artículo titulado "Insuficiencias y desafíos" concluyó de la siguiente manera: "Hoy las labores relacionadas con el enfrentamiento al Covid-19 se han convertido en fuente de empleo; sin embargo, habrá que pensar con luz larga, porque cuando disminuya el impacto de la pandemia continuarán existiendo las interrupciones laborales y habrá que buscar otras vías de reubicación para preservar la fuerza laboral".
Solo nos quedaría desentrañar a qué se refiere el articulista cuando recurre a esa "luz larga que posibilite encontrar otras vías de reubicación". A algunos es posible que esa luz larga los traslade a los años 90 del pasado siglo, cuando la crisis del "Periodo Especial" obligó a las autoridades a abrir el diapasón del trabajo por cuenta propia con tal de asimilar la mano de obra que el Estado debió despedir.
Sin embargo, el momento no es muy propicio para que alguien se vea estimulado a emprender un negocio particular. La cacería de brujas —tan publicitada por los medios de difusión oficialistas— contra todo aquel propietario que posea un inventario superior al aceptado por las autoridades, una especie de Ofensiva Revolucionaria como la de 1968, mantiene en un temor constante a los actores no estatales de la economía. Ah, y hay que recomendarle al señor Díaz-Canel que se baje de las nubes y ponga los pies sobre la tierra. Porque hasta las guaraperas que él tanto ensalza con vistas a mitigar el hambre de los cubanos, han sido cerradas por el miedo de sus propietarios.
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