EL REGRESO DE OBAMA A LA CASA BLANCA. Por Alfredo M. Cepero. Director de /La Nueva Nación/.
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Obama, por su parte, se prepara a regresar a la Casa Blanca por la puerta lateral que le abriría un Joe Biden mediocre, balbuciente e incapacitado.
Aterrados ante la posibilidad de que el comunista Bernie Sanders fuera postulado en la convención del partido, los demócratas se han jugado la carta desprestigiada y decrépita de Joe Biden. Este manipulador político ha sido senador por siete períodos consecutivos, aspirado infructuosamente tres veces a la presidencia y logrado llegar a la vicepresidencia aferrado a la cola de Barack Obama. Y lo más reprochable es que se ha hecho rico ordeñando la vaca del potrero putrefacto de Washington.
Según la revistas Forbes, entre 2017 y 2018, Joe Biden y su esposa Jill ganaron más de 15 millones de dólares por concepto de derechos de autor y honorarios por comparecencias públicas. De acuerdo con la misma revista, el capital de los Biden supera en estos momentos los 9 millones de dólares. Por lo tanto, este diletante incoherente ya no puede hacer demagogia proclamándose campeón de la clase media americana.
Tampoco puede negar que es un corrupto que ha facilitado el enriquecimiento de varios miembros de su familia. El principal su hijo Hunter. Este "playboy" sin conocimientos energéticos fue contratado por 50,000 dólares mensuales por la compañía ucraniana de energía Burisma, la cual pagó otros 3 millones de dólares a la compañía americana de Hunter Biden. Pero el atraco mayor fueron los 2,500 millones de dólares invertidos por China Comunista en el espacio de seis años en una compañía conectada con Hunter Biden. No en balde, el viejo Joe no pierde oportunidad de cantar loas a los tiranos de Pekín.
Por otra parte, este "rascabuchador" congénito que tiene el descaro de proclamarse campeón de los derechos de las mujeres, ha sido acusado recientemente de violador. Por ejemplo, Tara Reade, que fuera empleada de la oficina de Biden en el Senado, ha presentado un recurso criminal en el que acusa al senador de haberla agredido sexualmente en 1993.
Lamentablemente, Tara no ha sido la única. La tiranía del espacio me obliga a la síntesis, pero quiero registrar los nombres de otras agredidas que han hecho públicas sus quejas. Ellas son: Lucy Flores, Ally Coll, Sofie Karasek, Amy Stokes Lappos, Caitlyn Caruso, DJ Hill, y Vail Kohnert-Yount. En este caso se demuestra una vez más la doble moral de la izquierda obsesa de poder. Esta gente destruyó la vida de un hombre honorable como Brett Kavanaugh pero mantiene un silencio cómplice ante las felonías de un depredador como Joe Biden.
Otro de los errores garrafales de Biden ha sido su drástico giro hacia la izquierda. Para congraciarse con los sectores radicales del partido Biden ha creado una comisión sobre cambio climático y puesto a cargo de la misma a la extremista Alexandria Ocasio Cortéz. Este hombre desorientado y oportunista no ha entendido que una cosa es correr hacia la izquierda y otra muy distinta es correr hacia el fondo del abismo que se encuentra a tu izquierda.
Pero quizás lo que haga más notorio a Joe Biden sean sus continuos disparates. En una oportunidad le cambió el nombre al periodista Chris Wallace, en otra dijo que el "supermartes" se encontraba a la vuelta de la esquina cuando ya el mismo había pasado y en otra se olvidó de un pasaje de la Declaración de Independencia y trató de arreglar el error diciendo:"ustedes saben a lo que me refiero".
Si no fuera por el daño que puede hacerle al pais Biden provocaría una infinita lastima. Este hombre es verdaderamente patético. La única contribución que Biden puede hacerle a su partido es su presencia corporal y mantenerse en la cueva en que se ha convertido el sótano en que lo tienen recluido. En ese sentido podríamos decir que su candidatura ha sido salvada por el coronavirus. Y que la única posibilidad que tiene Biden de resultar electo es mantenerse en cuarentena por los próximos seis meses.
Es aquí donde entran en función los planes de Barack Obama y de su pandilla de facinerosos. Después de un prolongado y elocuente silencio en que se negó a apoyarlo en sus aspiraciones presidenciales, Obama ha salido ahora a hacer campaña por Joe Biden.
Esta gente está empeñada en detener la hemorragia de sus trampas y maldades creada por la inesperada victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton en 2016. Contaban con que una victoria de la Clinton les diera un escudo de impunidad pero les salió el tiro por la culata. Por eso ahora se preparaban para hacer una guerra de tierra calcinada. La única forma de parar esa guerra sucia es yendo a votar en masa en noviembre por Donald Trump para presidente de los Estados Unidos por otros cuatro años.
Obama, por su parte, se prepara a regresar a la Casa Blanca por la puerta lateral que le abriría un Joe Biden mediocre, balbuciente e incapacitado. De hecho, este entramado juega a la perfección con los planes originales de Obama desde que salió de la presidencia.
La mayoría de los ex presidentes se retiran a sus estados nativos y adoptan posiciones de estadistas que aconsejan a políticos jóvenes. No hacen política activa ni apoyan públicamente a los candidatos de su partido. Pero en el caso de Obama las cosas son diferentes porque terminó su mandato siendo demasiado joven, porque ha demostrado que siente la política como una adicción y porque no puede ocultar que odia profundamente a Donald Trump. De ahí que no regresó a su adoptivo Chicago ni a su nativo Hawai sino decidió quedarse en Washington porque pretende seguir siendo un factor influyente en la política americana. Para ello, compró una residencia de 8 millones de dólares en el exclusivo barrio de Kalorama a dos millas escasas de la Casa Blanca. Tiene como vecinos nada menos que a Ivanka Trump and Jared Kushner, a Rex Tillerson y a Jeff Bezos con su mansión de 23 millones de dólares.
Por otra parte, nadie podría acusar a Obama de violar la ley si ejerciera poderes que Biden delegara en él. Pero ambos estarían incurriendo en una conducta inmoral. Porque la Vigesimosegunda Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos ('Enmienda XXII') establece un límite de dos mandatos al presidente de la nación. Ningún presidente, con excepción de Franklin Delano Roosevelt, ha gobernado a los Estados Unidos por más de ocho años. Y ese excepción se debió al hecho de que este país se encontraba enfrascado en una devastadora guerra mundial
Pero, a la hora de satisfacer sus ansias de poder absoluto, Barack Obama no se detiene en cuestiones legales ni en "resabios" morales. Sus desastrosos ocho años en la Casa Blanca dan testimonio de lo que digo. Desde la venta mentirosa de su plan de salud hasta su cobardía en perseguir a los asesinos de cuatro americanos en Benghazi son pruebas irrefutables de que este sujeto no tiene más principio ni meta que su beneficio personal. Al Capone, el personaje más notorio del corrupto Chicago tuvo los bemoles de decir: "En Chicago no hay gángsters".
Por lo tanto, con toda tranquilidad yo digo que, para Obama, no cuenta la amonestación de Lord John Dalberg Acton cuando dijo:
“El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Más bien podemos ubicar a este personaje dentro de las teorías del psicólogo Robert Greene y su libro sobre estrategia y poder titulado 48 Leyes del Poder. En el mismo, Greene aconseja: "Oculta tus intenciones, Obtén la atención a cualquier costo, Utiliza la honestidad selectiva y la generosidad para desarmar a tus víctimas, Aplasta a tu enemigo totalmente y Mantén a los otros en un terror continuo".
De ahí que no podamos concluir otra cosa que esa sería la estrategia que seguirían Obama y los miembros de su gabinete fantasma si Joe Biden fuera electo presidente nominal de los Estados Unidos. La misión de dicho gabinete usurpador sería no sólo dar marcha atrás a los logros del gobierno de Trump sino encubrir todas las fechorías cometidas en el gobierno de Obama. Sus miembros más notorios serían: John Brennan, James Clapper. James Comie, Susan Rice, Eric Holder, Samantha Powers, Sally Yates, Hillary Clinton, Andrew McCabe, Loretta Lynch, Valerie Jarrett, John D. Podesta y Benjamin J. Rhodes. Para nosotros, como para César cruzando el Rubicón: "La suerte está echada". Pero mi esperanza es que seremos los votantes, no las criaturas corruptas del pantano, quienes tendremos la última palabra.
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