ESTUDIOSOS DE JOSÉ MARTÍ RECHAZADOS POR EL CASTRISMO. (Segunda parte). Por el Doctor Alberto Roteta Dorado.
Santa Cruz de Tenerife. España.- Ya se sabe, y se ha comentado demasiado, no siempre con verdadero conocimiento de causa, que el héroe cubano, también considerado Apóstol y Maestro, así con mayúsculas para resaltar su grandeza, jamás profesó el materialismo y el ateísmo, y mucho menos abrazó la tendencia socialista como ideal de su vida.
Las siguientes citas tomadas de su obra, por solo asumir dos ejemplos concretos para demostrar lo que intento exponer, nos dan la justa medida de un José Martí profundamente religioso, aunque insisto, con una concepción un tanto distante del tradicionalismo de su tiempo:
“Hay en el hombre un conocimiento íntimo, vago, pero constante e imponente, de un gran ser creador: este conocimiento es el sentimiento religioso, y su forma, su expresión, la manera con que cada agrupación de hombres concibe este Dios y lo adora, es lo que se llama religión. Por eso en lo antiguo, hubo tantas religiones como pueblos originales hubo; pero ni un solo pueblo dejó de sentir a Dios y tributarle culto, la religión está pues en la esencia de nuestra naturaleza. Aunque las formas varíen, el gran sentimiento de amor, de firme creencia y de respeto, es siempre el mismo. Dios existe y se le adora”.
“Todo pueblo necesita ser religioso. No solo lo es esencialmente, sino que por su propia utilidad debe serlo. Es innata la reflexión del espíritu en un ser superior, aunque no hubiera ninguna religión todo hombre sería capaz de inventar una, porque todo hombre la siente. Es útil concebir un gran ser alto; porque así procuramos llegar, por natural ambición, a su perfección, y para los pueblos es imprescindible afirmar la creencia natural en los premios y los castigos y en la existencia de otra vida, porque esto sirve de estímulo a nuestras buenas obras, y de freno a las malas. La moral es la base de una buena religión. La religión es la forma de la creencia natural en Dios y la tendencia natural a investigarlo y reverenciarlo. El ser religioso está entrañado en el ser humano. Un pueblo irreligioso morirá, porque nada en él alimenta la virtud. Las injusticias humanas disgustan en ella; es necesario que la justicia celeste la garantice”.
Igualmente es conocido para muchos, aunque sigue sin difundirse en Cuba, al menos desde el oficialismo, la posición martiana en relación con lo que llamó la idea socialista. La siguiente referencia constituye un ejemplo irrefutable de las concepciones del Apóstol respecto al socialismo:
“Una cosa le tengo que celebrar mucho, y es el cariño con que tratas: y tu respeto de hombre, a los cubanos que por ahí buscan sinceramente con este nombre o aquel, con poco más de orden cordial, y de equilibrio indispensable, en la administración de las cosas de este mundo. Por lo noble se ha de juzgar una aspiración: y no por esta o aquella verruga que le ponga la pasión humana. Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras; el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y la rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo, empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse como frenéticos defensores de los desamparados”.
Imagen arriba: Es demasiado contradictorio para un régimen totalitario que impuso el más acérrimo materialismo como única variante para las concepciones de la vida, del hombre y del universo, que el pensamiento del ser considerado paradigma de la nación sea totalmente opuesto.
En este análisis valorativo acerca de la preocupación de los investigadores cubanos de la primera mitad del siglo XX por el pensamiento de José Martí, merece la pena acudir a un estudio del intelectual cubano Carlos González Palacios, publicado en 1953, en un volumen dedicado al centenario del natalicio del Apóstol, que resume de forma excelente el pensamiento filosófico martiano; aunque su autor es muy conservador en cuanto a asumir de forma categórica la idea del Martí filósofo. Solo existe una frase, en toda la parte correspondiente a abordar el tema de filosofía y misticismo, en la que afirma su convicción al destacar que “aceptar el romanticismo de Martí, equivale a poner en peligro su equilibrio como filósofo”.
Sin duda, es un buen resumen de posibles influencias: desde Pitágoras y Sócrates, hasta Krause. Se ha omitido a Platón, que también contribuyó a la formulación del concepto martiano de la pre-existencia y la post-existencia del alma, a Balmes, de quien Martí estudió con pasión y a la vez, con enérgico sentido crítico sus obras, y las fuertes incidencias del librepensamiento, y la aplicación de los postulados filosóficos al terreno social y político de la Ilustración Francesa.
No obstante, no se llega a definir la idea del Martí filósofo. Considero que en su religiosidad y pensamiento filosófico, más que una madeja de tendencias y escuelas, hay un sentido de relación que lo conduce a la búsqueda de la esencia, y la encuentra en la filosofía de las relaciones y en aquel constante acudir a la idea de la armonía universal, cuya idea no llega precisamente de las influencias de las filosofías orientales, como comúnmente se cree, sino que son el fruto de su concepción abarcadora, que lo ha conducido a encontrar esa esencia que subyace en lo más recóndito de todas las filosofías y de todas las religiones, lo que se ha llamado Brahmavidia, Sabiduría de los Dioses o Sabiduría Divina. De este olvidado ensayo, cito la siguiente frase, en la que el autor trata de resumir; aunque sin comprender en su esencia, el pensamiento filosófico martiano:
“Para buscar las raíces de su pensamiento, se ha repasado casi toda la historia de la filosofía, y se han nombrado los más disímiles pensadores como responsables de las directrices de su pensar: desde Plotino a Spencer, y los románticos alemanes; desde el hinduismo al krausismo* españolizado del pasado siglo (siglo diecinueve). Su sentido rígido del deber se ha declarado influido por el imperativo kantiano; su deificación del bien se considera influenciada por la ética socrática y sus arrebatos de tipo panteísta se han querido filiar en Spinoza. Su amor a la naturaleza y su visión de los seres como ligados en misteriosa unidad, se señalan como reveladores de influencias orientales. Habría que recurrir a lo mismo o traer a cuento a Pitágoras para explicar su confianza delirante en la transmigración. Y ved que esta opinión no es singular en la literatura de Martí. En su obra poética se repite constantemente su confianza en la vida en serie y en el ascenso, tras muertes y vidas sucesivas, desde lo inferior al tipo supremo del vivir”.
Como es de esperar este autor pasó al listado de los olvidados para dar paso a aquellos que después de 1959 empezaron a hacer aproximaciones entre el enorme hombre de Dos Ríos y Ho Chi Min, a establecer paralelos entre la sabia palabra del Maestro y los encendidos, enajenantes y kilométricos discursos del dictador Fidel Castro, o a justificar la disparatada idea castrista acerca de una autoría intelectual carente de sentido atribuida al autor de Ismaelillo.
Como también fue ocultado un texto imprescindible de esta etapa, cuyo título hace temblar a las “autoridades” de la isla. Me refiero a José Martí, el Santo de América, de la autoría del intelectual cubano Luis Rodríguez-Embil. Este autor lo llama místico práctico y realista activo “de tradición europea y cultura occidentales, de cepa teresiana y española. Como tal, una de las fuerzas mayores de este mundo”, que encuentra el camino de la santidad por “la acción, el pensamiento y la aceptación heroica de su destino”, palabras que considero determinantes, y que a modo de códigos, nos permiten tener la verdadera visión del más genuino de los cubanos de todos los tiempos; pero Rodríguez-Embil no podía imaginar desde la contextualidad de su tiempo que se enfrentaría a la censura del comunismo cubano que se instauró a partir de 1959, exactamente en los inicios de 1961 con la declaración del carácter socialista de la llamada revolución cubana por Fidel Castro.
Lea la 3ra Parte.
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*El Krausismo español fue un movimiento intelectual y filosófico limitado a España, desarrollado a partir de las ideas del filósofo alemán Karl Krause (1781-1832) presentadas en este país por su discípulo, el jurista y profesor universitario Julián Sanz del Río (1814-1869). El Krausismo, si bien, no tuvo una gran influencia en Alemania, la patria de Karl Krause, en tierra española tuvo una gran resonancia. El movimiento contribuyó a cambios radicales que renovaron la enseñanza y las teorías pedagógicas. El Krausismo se basaba en la interpretación de las obras de Krause, que defendía el panteísmo inspirado en el idealismo alemán y en Spinoza. Krause logró sintetizar desde el punto de vista metafísico la moral de los ideales humanitarios y las matizó del misticismo.
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