“Hasta que mis hijos no salgan de prisión no voy a parar” En abril de 2003, Harold Alcalá Aramburo y Maykel Delgado Aramburo participaron en un intento ilegal de salida del país con la lanchita de Regla Por Camila Acosta Cubanet 24 de enero de 2020
Julia Estrella Aramburo Taboas (centro), madre de Harold Alcalá Aramburo (derecha) y tía de Maykel Delgado Aramburo (izquierda)
LA HABANA, Cuba.- Julia Estrella Aramburo Taboas, madre y tía de dos de los condenados a cadena perpetua por el intento de salida ilegal en la lanchita de Regla, pide indulto para ambos. La petición fue presentada este martes a Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de la República de Cuba.
En abril de 2003, Harold Alcalá Aramburo y Maykel Delgado Aramburo participaron en un intento ilegal de salida del país. Junto a unos amigos, robaron la embarcación conocida como la lanchita de Regla, siendo atrapados a 30 millas de las costas de Cuba, cuando se habían quedado sin combustible.
Fueron juzgados en la Causa No.17/ 2003, por el delito de Actos de Terrorismo, según la sentencia No. 11/2003 del Tribunal Provincial de La Habana, y condenados a privación perpetua de libertad. El resto de las sanciones fueron: Ramón Henry Grillo y Yoanny Thomas González, cadena perpetua; Lorenzo Enrique Copello, Bárbaro Leodan Sevilla y Jorge Luis Martínez, a pena de muerte; Wilmer Ledea Pérez, a 30 años; Dania Rojas Góngora, Yolanda Pando Rizo y Ana Rosa Ladea Ríos, a 2, 3 y 5 años de privación de libertad, respectivamente.
Julia Estrella asegura además que en una de las ocasiones en que se dirigió a la Dirección de Cárceles y Prisiones, en La Habana, le dijeron que ellos —los condenados— “son los presos de Castro”.
En las sanciones les fueron aplicados los artículos 10 y 11-c de la Ley Contra Actos de Terrorismo, en donde se refieren a aquellos cometidos con artefactos explosivos, agentes químicos, biológicos u otras sustancias. No obstante, según explica el abogado Edilio Hernández —quien elaborara la solicitud de indulto— no eran aplicables pues ninguno de esos artefactos fueron usados por los acusados, “demostrándose un inadecuado uso del arbitrio judicial; habida cuenta de que los delitos principales, la toma de rehenes (de diez a veinte años) y el secuestro de embarcación (de diez a treinta años), no incluían como marco sancionador estas penas máximas aplicadas, debido a la ausencia de heridos ni muertos en los hechos”.
Aunque Aramburo Taboas, quien pertenece a la organización Damas de Blanco-Activistas de Cuba Independiente y Democrática (CID), reconoce que “los medios y métodos empleados para alcanzar la salida del país en aquel momento fueron erróneos, ilegales, peligrosos y punibles”, señala así mismo que se les impuso una pena excesiva.
Harold —de 38 años— y Maykel —de 46— son primos, pero Aramburo Taboas, madre del primero, los considera a los dos como sus hijos, pues su hermana, la madre de Maykel, falleció en 2006.
Ambos han permanecido en el Establecimiento Penitenciario Combinado del Este, en La Habana, en el Área Especial 47, popularmente conocida como el corredor de la muerte; “sin condiciones para cumplir una prisión perpetua de libertad, pues se supone que esas celdas son de castigo, no para extinción de sanción, sobre todo porque han mantenido un buen comportamiento durante su estancia en prisión”, señala el documento presentado.
La madre expuso a CubaNet que las celdas son tapiadas, sin ventilación, con poca iluminación, solamente un hueco por donde les pasan el alimento; las condiciones higiénicas son pésimas, la única llave para beber agua está situada junto a la letrina, pues tampoco tienen taza sanitaria ni lavabos; comen sentados en el piso, y no los sacan a coger sol diariamente, como establece el reglamento.
Aramburo Taboas cuenta que en prisión se les ha deteriorado enormemente la salud, y en disímiles ocasiones les han negado la atención médica. Estuvo un año exigiendo que internaran a Maykel en un hospital; cuando lo hicieron, tuvo que pedir que lo sacaran por las deplorables condiciones de la sala: “No había agua, el baño estaba extremadamente sucio, la comida mal elaborada y el arroz incluso con mal olor”.
“Además de los daños físicos, morales y psíquicos por la conciencia de perder su libertad, la principal condición del ser humano, después de la vida —declara la madre en la instancia— estos sancionados sufren en silencio el síndrome de culpabilidad por la afectación proporcionada a un núcleo familiar ligado para toda la vida en este agónico proceso, sobre todo para mí, pues estoy gravemente enferma del corazón. Y mi hermana y mi madre fallecieron en estos años de agónico proceso”.
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