El efecto rebote de las técnicas difamatorias. Por Alejandro Tur Valladares.
Cienfuegos. Cuba.- Corría el año 1980 cuando en la pantalla de los televisores nacionales apareció la imagen de alguien cuya identidad era desconocida para la mayoría de los cubanos de entonces. Me refiero a Ricardo Bofill, fundador junto a media docena de intelectuales, allá por el año 1976, del Comité Cubano Pro Derechos Humanos (CCPDH), organización que desde entonces se dedica a monitorear la violación de los Derechos Humanos en la isla.
Si mal no recuerdo, surgía sentado tras un buró en un establecimiento policial mientras era interrogado por un oficial de los órganos de inteligencia cubano. Los detalles no los recuerdo, han pasado casi 40 años, tan solo conservo en la memoria dos elementos. El primero, la intencionalidad de aquel programa televisivo (el asesinato moral del detenido), el segundo, la técnica de manipulación audiovisual empleada, que al día de hoy pudiera parecernos primitiva o ridícula, pero que para la fecha en que se empleó era considerada de punta.
Los minutos que duró el audiovisual estuvieron dirigidos a tratar de demostrar cómo aquel “contrarrevolucionario” hacía lo que hacía por dinero. El material fílmico termina con la presunta respuesta de Bofill a una pregunta de su interrogador, quien aparenta indagar sobre los móviles que animan al opositor para sostener su activismo, a lo que un Bofill editado responde auxiliado por un interminable efecto de eco: “Vivir de esto chico, vivir de esto chico, vivir de…”
Para cuando la maquinaria propagandística del régimen lanzó los dardos del descrédito ya era tarde, la semilla había sido enterrada y en poco tiempo germinaría. Aunque Bofill pagó su osadía con la prisión, lo que el régimen nunca sopesó fue el efecto rebote que tendría aquella maniobra difamatoria. Una década después de aquel proceso, decenas de grupos cívicos emulaban con el CCDH en eso de quitarle la careta a la represión.
Por estos días he debido recordar aquel repulsivo acontecimiento. La Seguridad del Estado decidió activar y ejecutar el pelotón de fusilamiento moral contra José Daniel Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba (UMPACU). Lo curioso del caso es que 40 años después la intencionalidad y el método empleado contra Bofill, se repite. Pareciera que no han evolucionado – represivamente hablando– desde entonces.
Imagen debajo: La Seguridad del Estado decidió activar y ejecutar el pelotón de fusilamiento moral contra José Daniel Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba (UMPACU).
Durante estas cuatro décadas los represores han hecho uso y abuso de las técnicas difamatorias por lo que su efecto resulta de dudosa eficacia a estas alturas. En el pasado al menos los agresores contaban con el monopolio comunicacional, no existían cauces por los cuales el aludido pudiese responder o desmentir el insulto.
Sin embargo, en tiempos de la internet y las redes sociales, no se puede pretender golpear impunemente. En un universo tan plural siempre vas a encontrar voces contrastantes, con capacidad de respuesta, y lo más importante, con iguales posibilidades tecnológicas para descubrir, señalar y explicar el montaje.
Bofill no pudo replicar y dar su versión de los hechos hasta pasado un buen tiempo. En el caso de los ataques a José Daniel Ferrer las respuestas han sido inmediatas.
El ataque a la moral de Ferrer fue planeado en los laboratorios del MININT por un grupo de editores y especialistas en técnicas comunicacionales. Sin embargo, bastaron apenas 24 horas de lanzada la andanada de injurias para que todo un ejército de internautas, de forma espontánea y mostrando una agudeza admirable, fueran desmontando pieza por pieza todo el material represivo.
Alex Otaola, un influencer cubano con gran audiencia en las redes sociales, mostró en su programa como los vídeos incriminatorios televisados habían sido sacados de contexto. Los audios reales o las imágenes íntegras de esos fragmentos utilizados por la policía política, descubren un mensaje contrario al que quisieron vendernos. Si bien el material editado proyecta un Ferrer violento, los originales revelan a un hombre que defiende métodos pacíficos tanto en la lucha política, como en el comportamiento social.
El material distribuido por los seguidores de Otaola ya alcanza a miles de internautas dentro de Cuba, quienes seguramente lo compartirán con otros compatriotas. Este gesto por sí sólo, es un indicio de que los tiempos en que los esfuerzos de las agencias de inteligencia gubernamental daban el fruto deseado han quedado en el pasado y que, en lo adelante, cada nueva propuesta demonizadora deberá venir acompañada con una etiqueta de advertencia – como los fármacos– donde se advierta a los destinatarios del mensaje, que ese producto enlatado puede tener efectos contrarios a los deseados.
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