VENEZUELA Y LA BACHELET (No. III) Por el Doctor Alberto Roteta Dorado.
Santa Cruz de Tenerife. España.- Otro acierto de la Bachelet fue el haberse reunido indistintamente con Juan Guaidó, el actual presidente interino, y con Nicolás Maduro, el considerado presidente usurpador del poder toda vez que su segundo mandato se considera ilegítimo por la Asamblea Nacional y por un numeroso grupo de presidentes de gobiernos democráticos del mundo; sin dejar a un lado su interés por la representación de sociedad civil y su posibilidad de acceso a la justicia.
Pero no todo fue positivo en la reciente y breve visita de la Alta Comisionada de la ONU. Su punto débil estuvo en hacerse copartícipe de las opiniones en torno a la influencia de las sanciones de tipo económicas sobre el pueblo venezolano. En este sentido expresó que “las causas de la crisis económica son diversas. Me preocupa que las sanciones impuestas este año la exacerben”, por lo que hemos de recordarle a Michelle Bachelet que la dramática situación del pueblo venezolano comenzó mucho antes del inicio de la aplicación de las sanciones económicas al régimen de Maduro por parte del gobierno estadounidense, y que dichas sanciones no tienen otro objetivo que asfixiar al régimen de Nicolás Maduro, y no al pueblo venezolano, como con frecuencia se suele decir.
De ahí que carece de sentido relacionar el asunto de las sanciones económicas con la grave crisis económica y social del pueblo venezolano, crisis que, como se conoce en el mundo entero, ha sido desencadenada y agudizada sobremanera en los últimos tiempos por un gobierno incompetente y aferrado a mantener un modelo económico y social que ha fracasado en todas partes del mundo, y que en Venezuela no será la excepción. El curso natural del devenir histórico así lo demuestra.
Y como Venezuela no será la excepción, lamentablemente ya se ha convertido en otra Cuba, por cuanto sus dos últimos mandatarios, esto es, Chávez y Maduro, determinaron seguir al régimen castrista en todos y cada uno de sus equivocados pasos, y no solo seguir sus errados pasos, sino dejarse manipular por las desfachatadas maniobras castristas en la dirección de una nación que otrora llegó a ser la más próspera de América Latina, y que hoy yace hundida en la peor crisis económica de la historia regional.
No obstante, Bachelet se mostró muy precisa y objetiva al reconocer que la situación de salubridad “sigue siendo muy grave debido a la falta de medicamentos, falta de insumos y problemas en el suministro eléctrico. La situación humanitaria se ha violentado, muchos ciudadanos no tienen comida en sus casas ni tampoco tienen medicinas”, y esto lo afirmó sin relacionarlo con la aplicabilidad de las sanciones económicas, esto es, culpó indirectamente al régimen de Maduro de la alarmante crisis sanitaria.
De acuerdo con un reporte de abril del presente año, Human Rights Watch (HRW), una ONG dedicada a la defensa de los derechos humanos, mediante su informe titulado La emergencia humanitaria en Venezuela: se requiere una respuesta a gran escala de la ONU para abordar la crisis de salud y alimentaria, existe un aumento de los niveles de mortalidad materna e infantil; brotes de enfermedades que podrían prevenirse con vacunación, como el sarampión y la difteria; e incrementos drásticos en la transmisión de enfermedades infecciosas, como malaria y tuberculosis. Según los datos ofrecidos también se evidencia altos niveles de inseguridad alimentaria y desnutrición infantil, así como una alta proporción de niños ingresados en hospitales con desnutrición.
Tal vez la condición de médica de Bachelet, un tanto dejada atrás dado su protagonismo en el campo de la política, le haga ser más sensible y lograr tener una percepción más exacta de la verdadera situación de salud del pueblo venezolano, sin duda, la peor del continente en el momento actual.
Hasta aquí todo muy bien por la valoración realizada por la Alta Comisionada de la ONU; pero de nada vale una caracterización profunda de una situación que ya de antemano sabíamos en todas partes, si no se ejecutan acciones concretas encaminadas a la erradicación de la causa de los males, y este ha sido el otro punto débil de la señora Bachelet, esto es, el hecho de haberse mostrado demasiado conservadora en relación con la estrategia a seguir para detener primero, y revertir después, el panorama sociopolítico del país caribeño, dado que la situación desfavorecedora en todos los aspectos del pueblo venezolano tiene su origen en la existencia de un sistema inepto para resolver las necesidades mínimas de la enorme población del país suramericano.
De ahí que el analista Héctor Schamis recién ha afirmado que [i]“reparar no es cuestión de congoja, es cuestión de acciones, decisiones, hechos políticos”[/i], haciendo alusión al aspecto compasivo de la Bachelet durante su visita a Venezuela, aunque, según el, “la angustia solo tiene valor si es consistente con lo que queda después de su partida, con lo que comunica al concluir su visita. Es que lo que dejó es solo la legitimación de Nicolás Maduro, así de simple”.
Foto debajo: Michelle Bachelet, la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, mencionó de manera protocolar a Nicolás Maduro antes que a Juan Guaidó, y prefirió referirse a este último como el presidente de la Asamblea Nacional y no como presidente interino del país.
La posición de Michelle Bachelet respecto a retomar rondas de conversaciones carece de sentido. Ya me he referido en otros escritos de este tipo que no hay nada más que hablar y que con supuestas negociaciones no se va a ninguna parte. Me hubiera gustado percibir una actitud más práctica y precisa en este sentido, bien distante del facilismo de acudir –una vez más– a la gastada técnica estratégica de “intercambios” entre ambas partes, lo que se sabe de antemano no sucederá. Sin embargo, la Bachelet de modo muy diplomático, y conociendo de la pata que cojean los empecinados “socialistas”, dejó antes de su partida un mensaje reconciliador al expresar:
“Me duele por lo que veo en la gente. Yo creo que es un país que quiere vivir en paz. Tenemos que buscar los acuerdos para lograr salir de esta situación (…) le he pedido a todos los sectores políticos que hagan un esfuerzo por el diálogo de Noruega o cualquier mecanismo que ayude a aliviar la situación (…) Las negociaciones pueden dar fruto si las partes se comprometen”.
Téngase en cuenta los fracasos sucesivos de los diversos intentos que han tenido lugar en este sentido, sobre todo los más recientes en Noruega, en los que no se logró absolutamente nada, excepto demostrar la prepotencia de los representantes del oficialismo, amén de la postura poco firme de Juan Guaidó, quien solo unos meses antes había dejado muy bien establecido que jamás dialogaría con el régimen.
Y así las cosas, la controversial presencia de Michelle Bachelet en Venezuela nos deja, al menos, la evidencia precisa de que existe en el mundo un acuerdo cuasi unánime –los casos de Bolivia y Cuba, cuyos desgobiernos siguen mostrando su solidaridad con el régimen de Nicolás Maduro, son una rara excepción en el actual momento, China y Rusia no hacen otra cosa que seguir un juego matizado por intereses de tipo económico en el caso de China, y de este tipo, además de intentar dar muestras de un poderío militar de relieve mundial, en el caso de Rusia– acerca de las monstruosidades que se cometen en Venezuela.
El hecho de que la propia Alta Comisionada se refiriera e hiciera pública la declaración acerca de la existencia de cientos de prisioneros políticos, y que dejara a sus representantes, no solo para monitorear y asesorar el acceso debido a la justicia, sino que enfatizó en la idea de la necesidad de supervisión de la Comisión Nacional para la Prevención de la Tortura, constituye la mayor prueba de las acciones criminales que tienen lugar bajo el mando de Nicolás Maduro. Si no se torturara en las cárceles no habría necesidad de mantener una supervisión a una comisión encargada de velar para que no se cometan acciones de este tipo.
Esto unido a sus declaraciones respecto a la crítica situación sanitaria por la que atraviesa el país demuestra que la representante de la ONU se mostró de manera imparcial al evaluar in situ las dramáticas condiciones sociopolíticas de esta nación, otrora la más próspera de la región y la poseedora de las mayores reservas petroleras del continente.
No obstante, me solidarizo con la opinión del analista Héctor Schamis, tal vez demasiada dura, pero con verdadero sentido visionario, y hasta ahora la más sincera y profunda que he podido consultar, cuando expresó hace solo unos días:
“No importa la solidaridad que dicen haber visto en ella, ni tampoco los abrazos cálidos que se observan en las fotos. Ni siquiera tienen valor cuántas lágrimas haya derramado al escuchar esos trágicos relatos (…) Dignificó un cargo mal habido, producto de una elección fraudulenta rechazada por medio planeta. Se refirió a encuentros con el "Presidente, Nicolás Maduro Moros", y varios ministros de Gobierno y otros altos cargos, incluyendo el Canciller, el Ministro de Defensa y el del Interior, la mayoría de ellos denunciados no solo por crímenes de lesa humanidad sino también por narcotráfico, lavado y crímenes conexos. Además de usurpación”.
Es cierto que le llamó presidente a quien en realidad es ahora usurpador del poder, que mantuvo vínculos con ministros corruptos y narcoterroristas; pero también es cierto que denunció con énfasis las atrocidades del chavismo y como ya expresé antes, le llamó régimen al desgobierno madurista.
Mencionó de manera protocolar a Nicolás Maduro antes que a Juan Guaidó, y prefirió referirse a este último como el presidente de la Asamblea Nacional y no como presidente interino del país; pero al menos lo hizo, esto es, sostuvo un encuentro con el actual representante máximo de la democracia venezolana. Que no es un gran mérito; es cierto, es lo menos que pudo hacer si tenemos en cuenta la popularidad en ascenso de Juan Guaidó y su reconocimiento por medio centenar de naciones democráticas del mundo***; pero si un acierto. Recordemos que representantes de varios países e instituciones han estado en Cuba como visitantes oficiales, incluidos varios Sumos Pontífices emisarios de la Santa Sede, y jamás se reunieron con representantes de la oposición.
Otra de sus debilidades fue el hecho de haberse encontrado con el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, organismo ilegítimo fruto de acciones fraudulentas y de manipulaciones del chavismo para aniquilar el poder democrático de la Asamblea Nacional, con lo que contribuía a la legitimación de dicho organismo. Este paso lo hubiera podido obviar, y en este sentido habría sido otro de sus aciertos; pero en esto falló también la Bachelet.
Con haber sostenido conversaciones con Maduro y Guaidó, en el caso de este último visto como presidente interino y no como presidente de la Asamblea Nacional, hubiera sido suficiente; pero al haber considerado a Guaidó solo como representante de la Asamblea Nacional, era obvio que, por diplomacia, también sostuviera un encuentro con el representante de la Asamblea Nacional Constituyente.
En fin, el tiempo dirá, si la señora Bachelet solo se dejó llevar por la emotiva pasión arrolladora del sentimiento, o si en realidad está replanteándose seguir en lo adelante con un punto de vista diferente en relación con su percepción de la realidad venezolana.
Por ahora solo contamos con una caracterización precisa y bien fundamentada realizada in situ por la Alta Comisionada. La aplicabilidad en el orden práctico del fruto de sus observaciones está por ver.
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***No es que el resto de los países del mundo no lo reconozcan como a veces se ha dado a entender para provocar confusión; sino que hay muchas naciones ajenas al conflicto venezolano, y demasiado ocupadas de sus penurias, necesidades y conflictos como para estar tomando partido en un asunto que ven muy distante de sus intereses prioritarios. Tal es el caso de muchos países africanos cuyos sistemas dictatoriales ejercen un poderío devastador. Por otra parte hay pequeñas naciones prácticamente insignificantes en el mundo que deben “favores” al chavismo y que han subsistido por el convenio de intercambio o envío de petróleo; se destacan en este sentido las islas caribeñas de San Vicente y las Granadinas, las que junto a Surinam, Dominica, Granada, San Cristóbal y Nieves siguen perteneciendo a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América - Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), el fantasmal organismo promovido por Hugo Chávez y debilitado al extremo en estos tiempos, pero sobreviviendo, cual espectral sombra de un remanente cadavérico en estado de putrefacción.
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