La casa de las Américas. El primer gran concierto. Su estilo y sus preocupaciones estéticas.
El dieciocho de Febrero de 1968 en la sala “Che Guevara” de la Casa de las Américas tuvo lugar el primer recital –devenido en verdadero acontecimiento histórico y al propio tiempo símbolo para la nación cubana– que uniría por vez primera a los jóvenes: Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola.
Tal vez este hecho determinó esa postura estética en el arte de Nicola, esto es, su preocupación permanente por lo más autóctono del saber latinoamericano y sus incursiones en el estudio del folklore más genuino de nuestra isla; aspectos muy poco abordados por los que han comentado o escrito sobre Noel Nicola, una figura imprescindible de la música cubana que debe ser valorada en su real dimensión.
Su comprensión por el sentido de la praxis latinoamericana la demostró con sus profundos estudios de la obra del gran poeta peruano César Vallejo. A la musicalización de su poesía dedicó parte de sus años. El disco que grabó en Lima, Perú, en 1986, “Noel Nicola canta a César Vallejo” es solo el resumen coloquial de sus estudios en este sentido.
Al escuchar y repasar estas obras –recordemos que la obra de Nicola necesita repasarse, volver a escucharla y familiarizarse para poder comprenderla, de ahí su poca popularidad si se le compara con otros trovadores de su generación– percibimos los aires del sur del continente a través de las formas musicales empleadas, del estilo adoptado en el rasgueo tan sui generis de su inseparable guitarra, y en ciertas cadencias, que si bien resultan peculiares en Noel, se hacen más evidentes en este grupo de obras.
Laura, milonga y lejanía - Noel Nicola y Santiago Feliu
Noel Nicola es capaz de llevarnos sur adentro a través de un viaje por nuestro continente. Su canción Laura, milonga y lejanía lo logra a través de su lirismo: “Laura, yo me pregunto: ¿si nuestro breve encuentro fue un llegar a una orilla o un viaje Sur adentro, regalo o semilla?” Por su parte Llueve en Agosto de 1981 resulta ser más recia y enérgica, toda vez que pretende llevarnos a un Salvador y una Guatemala ensangrentados: “Llueve un Cono Sur, cruz retorcida, cruz gamada, sombra chinesca de traición, gran contramarcha, y un apartheid que es como un tajo en las entrañas…”
Por otra parte, sus estudios de nuestro folklore lo conducen hasta el maestro Argeliers León, del cual fue discípulo y a su trabajo como auxiliar de investigación en el Instituto de Etnología y Folklore de la Academia de Ciencias de Cuba entre 1967 y 1969.
La diversidad de géneros en la extensa obra del músico demuestran no solo el dominio desde el punto de vista técnico, sino la preocupación estética y la visión abarcadora que lo motivaron a incursionar en formas que recuerdan la trova tradicional cubana, el cha-cha-cha-, el sucu-sucu, el son, el songo, la canción de cuna, la conga, el danzón, la tonada y otros tantos géneros y formas musicales, de lo que su disco Tricolor, con poemas para niños de Vivien Acosta y Olga Marta Pérez, nos da la medida de su altura en este sentido.
Doña Lechuza
Dedicado a varias personalidades de la cultura musical cubana, el compositor nos va acercando a la peculiar forma de cada una de estas figuras a través del género o del estilo que los identifica. De esta forma, dedica el songo “Doña lechuza” a los principales exponentes de esta forma musical: Juan Formell y José Luis Quintana (Changuito), el cha-cha-chá “Excursión a la playa” a Jorrín, Lay y Rosendo Ruíz, el son “Don gallo” a Pedro Luis Ferrer, el son “La paloma enamorada” a Miguel Matamoros e Ignacio Piñeiro, y la canción “Molino” a la trovadora y pedagoga Teresita Fernández.
Su formación musical. Compositor, cantante y guitarrista extraordinario.
Nieto de Clara Romero de Nicola, la precursora de la escuela cubana de guitarra, guitarrista de depurada técnica y notable pedagoga. Hijo de Isaac Nicola Romero, el decano de la enseñanza de la guitarra en Cuba y concertista destacado, y de Eva Reyes, violinista de la Orquesta Filarmónica de La Habana. Sobrino de Clarita Nicola Romero, pedagoga y creadora de un “Método de guitarra folklórica”.
Noel se formó bajo la influencia de estas notables figuras de la música cubana. Heredó de su padre la forma de colocar su mano izquierda y la posibilidad de tocar con uñas y con yemas –como lo solía hacer Isaac Nicola–. De su madre el lirismo y la ternura adquiridos en la ejecución del violín, y de su tía Clarita el dominio de los ritmos populares y de la ejecución de la guitarra popular.
Estas influencias tan diversas que van desde lo más académico de su padre, el afamado maestro Isaac Nicola, hasta la gracia de Clarita, incidieron en el trabajo creacional de Noel. Su obra está llena de complejidades técnicas que la hacen indudablemente más depurada –influencia de lo académico y de lo clásico–, pero al mismo tiempo incursiona en un son o va hacia los inicios de la canción trovadoresca cubana –influencia de lo popular y autóctono de las tradiciones musicales de nuestro país–.
El maestro Leo Brouwer al comentar sobre la música de Noel Nicola se refirió a ese grado de complejidad que no es exactamente popular en las armonías, letras y melodías en su obra. Frank Fernández expresó que “tuvo la suerte de ser completo”, y su hermano en el arte, Silvio Rodríguezafirmó que era uno de los sonidos más depurados y que “podía cantar tan fuerte y sostenido que le pedíamos dar las notas más agudas en los coros”*.
Esas melodías complejas, que resultan difíciles de interpretar por un artista y de poderse memorizar para ser cantadas por el público en general; esas letras complejas que nos narran un acontecimiento político, un suceso social, una epopeya o un diálogo amoroso, ya sea mediante el símil, la metáfora o la imagen; estas creaciones que jamás caen en lo fácil que acaricia el oído demandante de las multitudes, han determinado que este compositor notable y músico de depurada técnica no sea precisamente un hombre popular.
Cuando se hace referencia al gran suceso cultural que es la nueva trova cubana hay nombres imprescindibles: Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Pablo Milanés y Vicente Feliú, sus fundadores y al propio tiempo sus figuras emblemáticas. Si le preguntaran al público – y me refiero al público que pudiéramos considerar promedio, y no precisamente a los intelectuales o entendidos en materias musicales o artísticas en general– acerca de las obras de estas notables figuras, todos podrán responder y darnos una extensa lista de títulos, sobre todo de Silvio y de Pablo, que son al mismo tiempo los que han alcanzado una notoriedad internacional y los que llenan grandes plazas, estadios y enormes teatros en cualquier lugar del mundo.
TE PERDONO (NOEL NICOLA)
De Noel Nicola solo algunos podrán mencionarnos: “Es más, te perdono” o “María del Carmen” (Para una imaginaria María del Carmen). Esa complejidad de texto y de música lo aparta de la popularidad. Sin embargo esto lo engrandece y lo envuelve en cierto aire de misterio que nos invita a un descubrimiento o a un redescubrimiento de su grandeza.
Lo descubrí siendo muy joven cuando aprendí, y también canté –como la mayoría de los jóvenes con inquietudes intelectuales de mi generación– su ejemplar “Comienzo el día”, su original “Calma y algo más”, o las imprescindibles “Es más, te perdono” y “Para una imaginaria María del Carmen”.
Ahora que han pasado trece años de su prematura muerte lo intento redescubrir, pero como una necesidad de volver con una óptica diferente –y como es lógico con la madurez que se alcanza con más de medio siglo de existencia– a aproximarme a la inmensa obra de este genial hombre que pensó, y llegó a estar convencido, de que no tenía suerte.
Sus canciones “Animo trovador” y “Trovador sin suerte” recogidas en una de sus últimas producciones discográficas así lo demuestran. Los versos de “Ánimo trovador” que cito a continuación hablan por sí: “Hay cantos que nacen con buena fortuna y otros que traen su espina, como la flor, ánimo trovador, ánimo” (…) “Si en cada canción va un pedazo de vida, de la misma vida nace la canción a veces es beso, a veces mordida, y a veces te va la vida en la canción”.
Noel Nicola - Trovador sin suerte
No importa Nicola que canten “Es más te perdono”, y no sepan que te pertenece, o que durante meses repitieran el tema de presentación de la telenovela cubana “Pasión y prejuicio” interpretada por Miriam Ramos y te ignoraran. La gente ha cantado durante sesenta o setenta años “Negro Bembón” y “Sóngoro Cosongo” con la música de los Grenet y han ignorado y sepultado para siempre las magníficas musicalizaciones que hizo Amadeo Roldán a pesar de la genialidad de este último.
El nombre de Noel Nicola es imprescindible en la historia de la música cubana, no solo en la llamada trova o nueva trova, sino en la música cubana en su generalidad. Si solo nos hubiera entregado “Es más, te perdono” – su más emblemática canción, según la cantante Miriam Ramos– pasaría a la lista de las obras imprescindibles de la música cubana junto a “Tu, mi delirio” y la “Canción de un festival” de César Portillo, “Novia mía” de José Antonio Méndez, “Palabras” y “Llora” de Marta Valdés, “Imágenes” de Frank Domínguez, “Ella y yo” de Oscar Hernández, “Ojala” de Silvio Rodríguez, “Créeme” de Vicente Feliú o “Yolanda” de Pablo Milanés.
Su extensísima producción no está limitada a la canción trovadoresca; aunque sin duda es la fundamental. Nicola compuso para múltiples obras de teatro. Fue un conocedor de los secretos de la llamada música incidental. Sus vínculos con varios grupos teatrales, y ante todo, con Teatro Estudio y la sala Hubert de Blank serán agradecidos siempre por los artistas de este medio.
Al final de los ochenta y principios de los noventa se destacó en este tipo de trabajo; pero ahora para la televisión. Así, aparecieron sus colaboraciones una tras otra en series de este medio como: “Papaloteros”, “Hermanos”, “Pasión y Prejuicio” y “El eco de las piedras”, esta última en coautoría con Sergio Vitier.
Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. La guía de Leo Brouwer.
La experiencia dentro del Grupo de Experimentación Sonora, del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica, ICAIC, fue extraordinaria para todos sus integrantes. Convocados por el intelectual Alfredo Guevara y asesorados por el maestro Leo Brouwerse fundó en 1969. De nuevo Silvio, Pablo y Noel aparecen unidos, junto a ellos la cantante Sara González, los guitarristas Eduardo Ramos y Sergio Vitier, y el pianista Emiliano Salvador, entre otros.
Noel ya traía la base musical de sus primeros estudios con sus padres, además de los que realizó entre 1954 y 1956 con el profesor Douane Voth, de quien aprendió la ejecución del flautín o picolo, y con Martín Quiñones, solfeo y otras disciplinas teóricas. Ahora llegaría la sabiduría del maestro Leo Brouwer, el genio cubano de la guitarra y la composición, además de las clases que ofrecían los músicos: Juan Elósegui, Federico Smith y el propio Sergio Vitier.
La labor del grupo fue extraordinaria. Dejando a un lado los fines y matices eminentemente políticos del nuevo cine, vale recordar títulos emblemáticos de la filmografía cubana de ese tiempo como: La primera carga al machete, Columna juvenil del centenario, El hombre de Maisinicú, entre otros tantos que están respaldados por la música compuesta y ejecutada por el grupo. De esta etapa son como: “Cuba va”, en conjunto con Silvio y Pablo, “A otra vuelta del mundo”, “Con las letras la luz”, “Exámenes y naranjas”, “Comienzo el día”, “Para una imaginaria María del Carmen” entre otras.
En el grupo se aprendía de Leo, Elósegui, Smith y Vitier, los de mayor formación académica; pero se nutrían también de lo que cada uno de ellos ofrecía. El lirismo y la inspiración permanente de Silvio, la influencia del feeling a través de Pablo, amén de su exquisitez interpretativa ganada durante su estancia en agrupaciones vocales, amén de la orientación siempre sabia del maestro Luis Carbonell, las ideas renovadoras y el poder de improvisación del Jazz a través de Emiliano Salvador.
Pero el grupo fue además la segunda casa para todos. La primera había sido la Casa de las Américas: la semilla germinal. Ahora el ICAIC ofrecía esa posibilidad de transformación a través del perfeccionamiento, del estudio, de la dedicación y del trabajo grupal. Esta verdadera escuela experimental de música, unida al talento indiscutible del trovador y a sus estudios musicales académicos durante su niñez y juventud determinaron la versatilidad de Nicola y su grandeza como compositor, intérprete, guitarrista y también arreglista e instrumentista de muchas de sus obras.
Epílogo. Un trovador sin suerte.
Un tanto alejado de presentaciones públicas, de entrevistas, de filmaciones y grabaciones, y ahora refugiado en las oficinas de la editora Atril de los estudios de grabación Abdala, este trovador sin suerte, como el se autodefinió, seguía aportando su sabiduría. Su experiencia organizativa como parte del ejecutivo del naciente movimiento de la nueva trova, – movimiento del cual llegó a ser su primer presidente– fue volcada hacia la producción y organización discográfica.
Su prematura muerte aquel verano de 2005 en La Habana nos sorprendió a todos los que, de cierta manera, también imaginamos como el a una María del Carmen, a una Laura, a una Nadia, o a una Alina; a los que aprendimos junto a el a perdonar, aún cuando no se nos amaba (“en fin, te perdono no amarme”); a aquellos que si supimos amar a la "luna llena" para que diera “la luz a nuestros compañeros”; o a levantarnos día a día y rodar "en un beso cama abajo" (“rodamos en un beso cama abajo y siento que estás viva de milagro”).
*Noel Nicola es de esos pocos compositores que al propio tiempo son excelentes intérpretes, algo muy poco usual entre los trovadores cubanos, incluyendo a los más altos exponentes del filin, quienes fueron o son excelentes compositores y guitarristas precisos, pero no precisamente buenos intérpretes. Nicola sabía impostar su voz como ninguno de sus contemporáneos, con lo que lograba exquisitos agudos. Escúchese el final de su emblemática obra Para una imaginaria María del Carmen donde demuestra su excelencia como cantante, por solo citar un ejemplo.