El cubano y su situación. Por Marta M. Requeiro Dueñas.
Considero que es una verdad bien grande que cada uno es el problema, y a la vez la solución, de su propio problema. Es triste saber que el conflicto persiste y se posterga por no querer ver dónde está la solución. ¡O peor!, por no hacer nada sabiendo lo que se debe hacer.
Por lo tanto si se espera que las cosas marchen como es debido en Cuba, cada cubano tiene que hacer su propia "revolución interna" para evitar la aniquilante involución que carcome al país -en todos los aspectos- y que carcome en cada uno de ellos su voluntad.
La psicosis de persecución que se padece en Cuba desde 1959 a la fecha, iniciada o quizás profundizada con la creación de los CDR, y que nos recordaba de forma jocosa el estribillo de una canción que se popularizara hace unas décadas atrás y que se usara a modo de advertencia: "siempre hay un ojo que te ve..." Ha dado al traste con que (por lo general) en la sociedad cubana, la gente que es abordada y cuestionada, por un periodista o un turista, no hable siquiera con relativa verdad u honestidad. Si no que opta por responder con evasivas, incoherencias y falsa aprobación hacia el régimen, porque saben que al ir de un lado para otro como loco péndulo y argumentar con frases y criterios banales su supuesta forma de pensar y su opinión sobre un tema o conflicto del que se les pregunta, no se les tendrá en cuenta o no se verán envuelto en problemas. Incluso muchos prefieren callar por aquello de que "el que calla otorga".
El cubano con el tiempo ha ido devaluando su palabra, ha ido perdiendo el respeto a lo ético. No es prioridad para él cumplir con un compromiso, con un horario. Ha ido olvidando que el trabajo es la mayor fuente de riqueza porque su lucha por la subsistencia diaria les ha ido ir adquiriendo otras destrezas y habilidades que solo son propias de él como individuo.
Atrás quedaron aquellos días de los que nos hablaban nuestros abuelos y padres en que la palabra dada, la promesa hecha, y el concepto de asistencia y puntualidad se valoraban y te hacían poseedor de respeto y prestigio. Además hay algo muy importante en lo que también debemos hacer hincapié y es que el léxico se ha reducido al uso de unas pocas palabras. Se pueden contar con los dedos de las manos, y ojalá no me sobren dedos, las que el cubano usa para relacionarse en el cotidiano vivir.
El conducirse con desenfado y expresarse con desparpajo es penosamente el sello de identidad inmediata de una gran parte de los cubanos. Estos ademanes que han traspasado las costas de la isla y llegado a los más incalculables confines del mundo.
Para algunos puede resultar gracioso ese comportamiento pero muchos hijos de ese caimán dormido han aprendido que fuera de ese hábitat tienen que esmerarse como es debido para incorporarse a las sociedades que pretenden que los acojan.
En ese caos conductual y moral va "avanzando" y desenvolviéndose la nueva generación cubana, se salva un reducido porciento de ésta que se conduce en pro de cumplir un sueño.
Es vergonzoso ver cómo la forma que tiene gran parte de los cubanos, sobre todo la juventud, de abordar los tema, discusiones o el pretender solucionar conflictos en el cotidiano vivir es a través de la expresión de términos soeces, con arrebatos de ira y el uso de la gesticulación excesiva. Además de mostrarse poco tolerantes y conflictivos ante cualquier nimia contradicción que se les presente, e indiferentes ante lo realmente mal hecho. Pueden protestar porque alguien se coló en la cola del agro, pero no protestan contra un régimen que los tiene al borde de la hambruna. Pueden manifestar su desagrado por el bache en la calle, por la suciedad en ellas, por los salideros que hacen que el agua se despilfarre, por cosas que no tienen solución como es el calor en un día cualquiera de agosto. Pero viejos, jóvenes, todos, son incapaces de unirse para hallar la solución definitiva y el vuelco que los haga llevar una vida más digna.
La nueva generación cubana no tiene la culpa de estar desmotivada y es posible que hasta haya quien me diga que: ¡Pobrecitos los cubanos! Sí. Es posible que no tenga la culpa un joven de veinte años de lo que ha hecho un régimen de más de sesenta que ha robado los recursos del país y privando de oportunidades a sus ciudadanos, pero pobre de ese joven y de aquel que desaprovecha la oportunidad diaria que le regala la vida para hacer un cambio, para vivir como sueña, como se merece y para alzar la voz en el reclamo de sus derechos sin el uso, ¿y por qué tendría que ser?, de la violencia.
luis_balboa02@yahoo.es |