Antonio Maceo, El hombre detrás del militar . Por Yosdany Valenti.
Era más bien de un temperamento sanguíneo, tendente a elevadas reactividad, sensibilidad, actividad, plasticidad y comunicación con el medio lo que, unido a la formación de una férrea voluntad, posibilitó, incluso, que ya en edades tempranas superara la tartamudez que padecía desde niño.
Cualidades que poseía: disciplinado, respetuoso, pulcro, trabajador, diestro en el manejo de las armas, robusto, mesurado, galante, decidido, de buenos modales y limpieza en el hablar.
La fineza de sus maneras, su pulcritud, su ejemplo personal en el combate, su austeridad y su altruismo lo llevaron a alcanzar un elevado prestigio y autoridad. Nunca fue de una obediencia mecánica; todos sus actos y comportamiento fueron resultados de un nivel superior racional consciente volitivo. Siempre fue rector en sus criterios la salud de su Patria, por lo que supo construir su obediencia y la de sus subordinados, atenido a estos principios.
Desarrolló un pensamiento creador matizado por una constante avidez de perfeccionar su propia personalidad y desarrollar, en su justa medida, las cualidades positivas que poseyó como todo un legionario. Su bondad le permitió amar al prójimo y reconocer las virtudes de los demás, fe que nunca perdía hasta convencerse de alguna decepción; ser honesto consigo mismo, otorgándose el derecho de vivir consciente de sus posibilidades como jefe y obrero de la libertad. Excluía de su persona cualquier sentimiento de inferioridad, manifestando un profundo orgullo, por su forma de ser, sin llegar a síntomas de presuntuosidad, así como tener un trato afable, cordial y respetuoso con todos sin adulación.
No necesitaba del halago, ni el desprecio de los demás, sino que siempre tuvo espíritu de comunidad y preocupación, no por puestos ni cargos, sino por su prestigio y pundonor.
En el medio de avatares, ataques contra su persona, malicia, actuaciones de mala fe, envidia y resentimientos de hombres con intereses mezquinos supo mantener inmaculada su figura de jefe y soldado honesto, no permitiendo los daños de las intrigas, siendo sincero hasta con los enemigos, al mismo tiempo que incapaz de herir el amor propio de nadie.
Tenía desarrollados, en grado sublime, la atención, las representaciones, la imaginación, la memoria y el pensamiento, así como el sentimiento de autoestimación que le posibilitó ser fuerte de espíritu y dueño de sí mismo. Sabía escuchar concienzudamente y sintetizar, en juicios correctos, el mensaje que recibía de sus interlocutores.
Al decir de Martí: "Estos son hombres, los que no empeñan la vida de las generaciones y la paz de su pueblo en vengar derrotas y rumiar."
De ahí el pronunciamiento martiano, que sintetiza la vida ejemplar del Titán de Bronce, cuando dijo: "Tenía tanta fuerza en la mente, como en el brazo." |