NUESTRA AMÈRICA. Por Carlos Diaz Olivera.
La URSS se fue abolina como esos papalotes que de niño éramos incapaces de poder empinar desafiante, orgulloso y seguros de esa fantasía de grandeza que nos faltaba juvenilmente.
La URSS se fue al estercolero apestoso de la historia, de una historia colmada de muerte y desolación, de hambre y desesperación de momentos grises y traumaticos, de muertos que nadie les preguntarán esa terrible desición impuesta por los zares de la vida y la muerte.
"Todo pasa y todo queda, pero lo mío es pasar", decía el poeta que dejara los sueños cándidos y sutiles en tierras que no eran la suya pero, que al fin y al cabo, eran también tierra y piedras diminutas que nadie sabía de dónde habían venido.
Los sueños a veces nos traicionan en lo que esperamos de ellos, nuestro continente siempre fue colmado de sueños que platónicamente se quedaron en frustraciones divinas. Nuevas corrientes idiológicas desembarcaron en sus placenteras y tranquilas costas que llenaron de sombras y desolaciones a estas ancestrales tierras de emperadores y conquistas, de risas y de llantos, de muerte y opresión, de la nada en qué creer, a esa nada creída y vacía, puramente de nada.
Nuestra America muere y renace como esa leyenda del ave Fenix que de sus penurias y muerte, resurgen de aquellas cenizas encantadas y que se niegan a que el pasado nos robe el futuro necesario, el futuro soñado, el futuro salpicado por la sangre del pasado y que la lluvia trata una y otra vez de filtrarla a la tierra que la guarda y arropa como una madre a su hijo.
América se prepara para su última y más importante batalla, la batalla por su dignidad y su independencia frustrada, esa que todos soñaban aun después de muertos y que cada día, después de esa espera de siglos somnolientos, se prepara a cumplir su razón de ser libres y soberanos.
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