FRACASO CENTENARIO Y MUNDIAL DEL SOCIALISMO COMUNISTA. Por el Doctor Alberto Roteta Dorado.
Naples, Estados Unidos.- El mayor auge del socialismo tuvo lugar a partir del establecimiento de sistemas de gobierno de este tipo en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y en parte de los países de Europa Oriental que fueron sometidos al yugo soviético a partir del fin de la segunda guerra mundial. En 1917, hace justo cien años, en Rusia se consumaba la idea socialista con el triunfo de la conocida como Revolución de octubre, con lo que comenzaba una nueva etapa en la vida política, social y económica de muchas naciones agrupadas en lo que se llamó Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Desde aquí se extendió a sitios tan disímiles y distantes como Mongolia desde 1924, China desde 1949, Vietnam (del norte) desde 1945, y Vietnam unificado desde 1976, Corea del Norte desde 1948, Laos desde 1975, y Cuba desde 1959, aunque la declaración del carácter socialista de su revolución no se dio hasta 1961. Prolegómenos y orígenes Sin embargo, decir que el origen del socialismo -al menos como acto consumado con el establecimiento de sistemas de este tipo en varias naciones- tuvo lugar en las cercanías de la segunda mitad del siglo XX, con la adopción de esta tendencia en varias naciones de Europa tras la segunda guerra mundial, es un grave error conceptual. Ya en 1847 el escritor y reformador social de origen francés Étienne Cabet (1788-1856) hizo un llamado para fundar una comunidad real a partir de lo ideado por él en su novela "Viaje a Icaria". Cabet salió desde Francia con un grupo de expedicionarios para establecerse en tierras de Texas, junto al río Rojo, y allí vivir de una forma un tanto excéntrica para su tiempo, y aún del nuestro, mediante un modo de vida según algunas de las normativas establecidas como paradigmas del socialismo actual. En su obra “Viaje a Icaria” Cabet difunde su doctrina basada en la instauración de una sociedad comunista fundamentada en ideales de igualdad, fraternidad, y justicia social, en la cual los bienes son socializados y donde la igualdad entre los sexos es casi total. Se describe además una sociedad ideal en la que la actividad social y económica es supervisada por un gobierno electo. El grado de organización de la sociedad, descrito por su autor, alcanzaba su clímax en la colectivización de los medios de producción -el rasgo más distintivo de la propuesta socialista- y en el establecimiento de bonos de trabajo para adquirir los bienes de consumo, pues el dinero ha desaparecido. La misma ropa para todos, un solo diario oficial y una vida organizada hasta el más mínimo detalle: levantarse a las cinco de la mañana intercalando las actividades con los descansos reglamentarios y fin de la jornada a las ocho de la noche. Esto inspiró a muchos, sobre todo a los de procedencia más humilde. Como era de esperar su proyecto fracasó del mismo modo que fracasaron todos los intentos socialistas posteriores a Cabet, y los colonos volvieron e establecer la propiedad privada, con lo que desaparecía este intento socialista. De igual modo, la idea marxista es tomada muchas veces de manera errónea como referente para establecer el inicio del socialismo. Sin embargo, la palabra socialismo, en el sentido moderno del término, no aparece hasta 1830 en Gran Bretaña y en Francia, casi simultáneamente, para designar las ideas de los seguidores de Robert Owen y Henri de Saint-Simon; aunque la palabra fue empleada por primera vez por el monje Ferdinando Faccginei en 1776 para referirse a aquellos que defendían la doctrina del contrato social como el fundamento de la organización de las sociedades humanas. No obstante, algunos hacen referencia a que el origen del término y las primeras definiciones conceptuales se remontan a la antigüedad. Algunas fuentes involucran hipotéticamente a Platón (427 a.C.- 347 a.C.) con la idea del socialismo, algo que, lejos de compartir, me resulta disparatado, por cuanto, el padre de la filosofía occidental estableció con precisión sus concepciones respecto a una sociedad clasista con una estructura triple, según la cual existirían los artesanos o labradores, los guerreros o guardianes y los gobernantes o filósofos, estos últimos responsabilizados de dirigir según su grado de inteligencia, y formaban la razón del alma de la sociedad; pero su acepción respecto a la armonía entre dichas clases ha sido interpretada muy a la ligera, y tal vez se tomara como una concepción de tipo socialista por la utopía de la igualdad social que propone el socialismo, y que se supone se ponga en práctica con la instauración de este régimen social. Platón sostuvo la idea de armonía de las clases sociales, pero no en la eliminación de las clases, e igualmente insistió en la idea de que la razón y la sabiduría (episteme) son las que deben gobernar, lo que no equivale a tiranía, despotismo u oligarquía, algo que lamentablemente, en el orden práctico hemos visto como rasgo distintivo en todos los países a los que se le impuso el socialismo como forma de modelo político. No es hasta la Edad Media en que nos encontramos con elementos bien definidos que coinciden con algunas de las propuestas teóricas del socialismo. Sir Tomás Moro (1478-1535) el hombre ejemplar que se enfrentó a Enrique VIII y que fuera sentenciado a muerte por su actitud, tuvo una visión adelantada a su tiempo cuando se refirió a la necesidad de igualdad, de jornadas laborales justas, de superación y repartición equitativa, entre otras características propuestas por los teóricos contemporáneos defensores y difusores del socialismo. En su gran obra “Utopía” (París, 1516), es utilizado por vez primera el término utopía, que deriva del griego "u", o sea, ninguna, y "topos", que significa lugar o parte. Utopía significa literalmente: lugar que no existe, pero en realidad la idea de Moro no fue precisamente la no existencia, sino lo inalcanzable o irrealizable, con lo que se anticipaba a la imposibilidad de llevar a efecto lo que desde el punto de vista teórico sería un paraíso. En la segunda parte de su obra Utopía, Tomás Moro describe un estado ideal en contraposición al estado monárquico de Enrique VIII. En este estado no hay propiedad privada ni dinero, el estado está fundado en la tolerancia religiosa ya que nadie puede ser expulsado de su tierra si profesa otra religión, el fanatismo religioso es castigado con el exilio, la organización militar se justifica solo en caso de existir peligro para el país, el trabajo de seis horas al día es obligatorio, lo que permite cierto ocio y placer moderados, haciendo olvidar las ansias de obtener cosas superfluas, la pena es proporcional al delito, la educación del pueblo es prioridad para el gobierno de la república de Utopía.
El marxismo
El término Socialismo Utópico fue manejado desde la primera mitad del siglo diecinueve por el francés Louis Auguste Blanqui (1805-1881), aunque alcanzó notoriedad a partir de los aportes de Marx y Engels en su "Manifiesto Comunista", los que criticaron a los socialistas utópicos por ser “idealistas” y, como fue habitual en ellos, de “ingenuos”, a aquellos que fueron capaces de prever que la doctrina socialista era algo irrealizable que quedaría como idea o proyecto. Para diferenciarse de los socialistas utópicos crearon el término Socialismo Científico, más tarde difundido como Comunismo Científico. El Socialismo Utópico proclamaba la creación de una sociedad ideal y perfecta, en la que el hombre se relacionase en paz, armonía e igualdad y sus fines y objetivos habrían de lograrse a través de su voluntad siempre de manera pacífica, idea que no coincide con los planteamientos marxistas, por cuanto estos defienden las revoluciones, huelgas y manifestaciones por parte de la clase trabajadora en sus luchas antagónicas contra la burguesía. La revelación del “Testamento político de Engels” en su versión completa -sin la exclusión de los puntos más revolucionarios y liberales que ponían en duda algunas de las rígidas propuestas del marxismo- tuvo un significado trascendental. La primera manipulación por parte de los marxistas más ortodoxos se había producido en vida de Engels cuando ciertos escritos suyos, y de modo particular su prólogo a “Las luchas de clases en Francia” de 1895, fueron publicados incompletos, exentos de sus puntos más controversiales. Aquellos “marxistas” pretendieron hacer del compañero de Marx uno más en el coro de los pacíficos justificadores de una vía parlamentaria electoral al socialismo. Engels destacó la posibilidad de aprovechar la legalidad capitalista vigente, específicamente la de sufragio universal, como camino hacia la conquista del poder por la clase obrera, no sólo en Alemania, sino también en otros países europeos. Con esta premisa Engels trataba de adaptar, según este criterio, con los dirigentes social-demócratas, los métodos de lucha de las clases trabajadoras a los cambios de circunstancias que se habían producido en Europa desde los días de las leyes de excepción y de las persecuciones contra los socialistas. De modo que la huella del marxismo, aunque con el matiz muy peculiar de Engels -a quien con frecuencia se le subestima y se le deja a un lado, destacando solo la figura de Marx- quedó plasmada en los partidos socialdemócratas europeos, los verdaderos herederos de la propuesta marxista, y no los bolcheviques con la impronta leninista, como a menudo se suele interpretar y asumir. Las tendencias actuales insisten en dos puntos cruciales para la socialdemocracia. El primero se basa en la idea de una independencia del estalinismo, y en cierta medida del propio marxismo, con lo que la socialdemocracia podría florecer en el presente, al menos, en Europa, donde tuvo su auge. El segundo está basado en el concepto del proyecto de reforma del capitalismo, el que probablemente iba a entrar en un período de agudo declive con el colapso de la Unión Soviética y el fin del largo boom económico. Sheri Berman en su “The Primacy of Politics” sugiere que la socialdemocracia -que no es justamente el liberalismo o el marxismo- fue “la verdadera vencedora de la edad de los extremos; pero la amnesia de la izquierda sobre este triunfo histórico ha llevado a una debilitadora pérdida de voluntad”. Dejando a un lado esta excesiva teorización -muchas veces necesaria, por cuanto se suele comentar con frecuencia sin conocerse a fondo las bases conceptuales de aspectos definitorios para el establecimiento del socialismo actual- y tratando de ser algo más prácticos al adentrarnos en las grandes polémicas actuales en relación con este sistema social, lo primero que hemos de cuestionarnos es la eficacia o no de este modelo económico y social que ha llevado al fracaso total desde el punto de vista económico y, ¿por qué no?, desde todo punto de vista -político, social, ético y moral-, a todas aquellas naciones que lo han tenido como tendencia política. El comunismo leninista Hasta ahora ninguno de los países de Europa Oriental que lograron “zafarse” del comunismo han retomado las riendas de la izquierda; ni siquiera se conoce de la existencia de intentos para hacerlo, lo que no significa que no existan de manera aislada algunos que sigan simpatizando con la tendencia socialista propuesta por Marx teóricamente y llevada a la práctica, aunque a su manera, por Lenin y Stalin en la vieja URSS, o que los partidos simpatizantes con la izquierda o ciertos movimientos “progresistas” estén en extinción total. De hecho, existen partidos socialistas y comunistas en gran número de países de Europa, y la oleada de países de América Latina que asumieron formas cercanas al socialismo, cuyos gobiernos han estado presididos por figuras representantes de partidos de tendencia izquierdista, son ejemplos concretos en este sentido. La historia de la URSS y la Europa Oriental es bien conocida por todos, o al menos por muchos, y hasta los menos letrados saben que allí existió el comunismo y se derribó un muro, aunque no sepan en sí donde, o si era una realidad o tuvo un carácter simbólico; pero saben de su existencia y también de su fracaso; aunque lamentablemente el momento actual exige hombres demasiado prácticos que, envueltos en un pragmatismo que va más allá de lo permisible, viven de espaldas a ciertos hechos definitorios dentro de la historia contemporánea, de los que no se escapa el desconocimiento de la debacle del socialismo en el pasado siglo XX. En la serie secuencial de pasos, que cual cascada algorítmica tuvieron lugar por estos lares, hubo ejes determinantes, como la llamada Perestroika, en la que jugara un papel decisivo el exmandatario Mijaíl Gorbachov; la sucesión de revueltas populares y rebeliones contra el régimen comunista impuesto en Polonia por Stalin desde 1944, y finalmente la llamada caída del muro de Berlín, tal vez, el punto crucial, o al menos, el más simbólico de todos, que determina la extinción definitiva del socialismo en esta región. Pero la llama no estaba extinguida en su totalidad. Los casos de Corea del Norte, China y Vietnam, y de manera particular Cuba, sobrevivían a la hecatombe europea. El fenómeno latinoamericano tiene sus orígenes a partir de la revolución cubana de 1959 y de las pretensiones expansionistas del dictador Fidel Castro -en relación con sus ideas megalomaníacas-. Para esto fue utilizado el comandante Ernesto Guevara, quien con sus aires de aventurero y su malvado espíritu guerrillero trató de propagar, aunque sin éxito, el socialismo por varios puntos de África y América. El centenario de la Revolución de Octubre y el silencio sepulcral en la propia Rusia Foto debajo: Los comunistas rusos conmemoraron el centenario de la Revolución de Octubre. El gobierno ruso desde el Kremlin guardó silencio sobre el hecho.
"El país que una vez contó su existencia a partir de octubre ahora asiste al centenario con un silencio ensordecedor", resumió el historiador ruso Ivan Kurilla en el diario Vedomosti. El Kremlin ha preferido el silencio y se ha mantenido al margen del centenario de este hecho que, para bien o para mal, no podemos sepultar para siempre y eliminar de la historia contemporánea, por cuanto presupone el inicio de la mayor polarización de las naciones del mundo en dos grandes bandos, el capitalismo y el socialismo; así como la difusión de este último por numerosas naciones en las que impusieron el terrible mal, aunque con un matiz de progreso aparente, de pseudodesarrollo económico, y de libertades y democracias que jamás existieron, con lo que desviaban la atención de aquellas grandes persecuciones, el aislamiento y el ostracismo, el estricto control de todos los medios de producción, la censura, la corrupción, y las múltiples muertes y desapariciones de aquellos que no mantenían una actitud acorde con los principios del régimen. Por estos días en que se está conmemorando el centenario de la instauración del primer estado socialista del mundo a partir del triunfo de la llamada Revolución de octubre, el gobierno ruso no ha organizado nada oficial para celebrar la fecha, ante el temor de ensalzar un hecho histórico que supuso un cambio de régimen. También para evitar polarizaciones en una sociedad dividida en torno a ello. De igual forma, algunos medios de comunicación electrónicos y televisados transmiten ciertos seriales de tipo histórico o recreaciones virtuales sobre esos acontecimientos que cambiaron el mundo; aunque de un modo discreto. Nada de actos, marchas, veladas, monumentos o condecoraciones. Solo los comunistas rusos evocaron el hecho mediante una marcha por el centro de Moscú para conmemorar el centenario de la Revolución Bolchevique de 1917 que acabara con el régimen zarista y diera inicio a la Unión Soviética. Convocados por el Partido Comunista de Rusia se congregaron en la plaza de Pushkin y marcharon desde ahí con banderas rojas y lazos rojos en las solapas. Participaron comunistas y miembros de organizaciones de izquierda provenientes de una decena de países del mundo. No debe confundirse la gran parada militar de la Plaza Roja, en la que participaron unos 5.000 militares, con la celebración del centenario de la Revolución Bolchevique -algo que han hecho los medios oficialistas cubanos ante la frialdad del gobierno ruso sobre este último suceso-: los militares rusos desfilaron para conmemorar la histórica parada militar que tuvo lugar allí en 1941, en pleno asedio de las tropas nazis, y tras la cual muchos soldados soviéticos salieron directamente hacia el frente. Dicho desfile se hace cada año y no responde a una celebración del centenario de la Revolución, sino que se trata de un acto patriótico sobre la llamada Gran Guerra Patria (en relación con la Segunda Guerra Mundial), una contienda sobre la que no hay divisiones y en la que el papel de los soldados soviéticos es motivo de orgullo nacional. Los participantes en el desfile marcharon con uniformes y armamentos de la época frente a la tribuna de honor en la que se encontraban veteranos de aquella histórica parada que, según muchos historiadores, fue crucial para la defensa de Moscú porque elevó la moral del ejército soviético. Para el Kremlin está bien precisado. Las conmemoraciones de la Revolución de octubre deben servir para sacar claras "lecciones" del pasado, entre las que han destacado: 1. Prevenir cualquier atisbo de contestación al poder por parte de la calle, aún más a pocos meses de la elección presidencial de marzo de 2018, en la que nadie duda que el presidente Vladimir Putin se presentará para un cuarto mandato. 2. Cualquier protesta social o política es 'diabolizada' y vista como el trabajo de fuerzas "antipatrióticas" más o menos vinculadas al extranjero. El autismo político actual de los regímenes comunistas latinoamericanos Paradójicamente, mientras en Rusia solo un grupo de comunistas quiso celebrar el hecho, en Cuba, cuyo sistema dictatorial fue el protegido de la URSS mientras duró el comunismo, se ha celebrado con “bombos y platillos” el acontecimiento. Y no solo en Cuba, sino que desde la isla, se dieron las orientaciones oportunas para que los presidentes de Venezuela y Bolivia, los sobrevivientes de la izquierda latinoamericana, se pronunciaran a favor del hecho. Con la participación de unas 4500 personas se celebró en el Teatro Karl Marx, en La Habana, el acto político-cultural, presidido por el dictador Raúl Castro, y con la presencia del embajador de la Federación de Rusia en Cuba, además de altos funcionarios y diplomáticos. Las palabras principales fueron pronunciadas por José Ramón Machado Ventura, segundo secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC), quien expresó que la Gran Revolución Socialista de Octubre marcó el comienzo de una nueva era para la humanidad y condujo a la creación del primer estado socialista. En Caracas, la capital venezolana, cientos de chavistas marcharon. Algunos, inmersos en su ignorancia y desconocimiento total de la verdadera historia que se esconde tras la propaganda comunista de la vieja URSS, decidieron portar carteles con imágenes de Lenin, de quien nadie se acuerda en su propia patria, y la hoz y el martillo de la extinta Unión Soviética, símbolo sepultado para siempre en estos tiempos, para conmemorar el centenario de la Revolución Rusa. Como era de esperar, el inculto presidente de Venezuela hizo gala de un desbordante júbilo, en contraste con la indiferencia de Vladimir Putin, como si el hecho tuviera que ver con Venezuela y el contexto latinoamericano. "¡Vamos a gritar que vive Lenin! ¡Vamos a las calles con las banderas de la Unión Soviética!", dijo Nicolás Maduro, al convocar a la movilización hacia el palacio de gobierno. Por su parte la repudiada Delcy Rodríguez, presidenta de la Asamblea Constituyente que rige en Venezuela como un suprapoder, también dio muestras de su ignorancia al escribir en su cuenta de Twitter: "Rendimos honores al pueblo ruso. Fue el primer desafío al orden capitalista". Tal vez la fanática chavista, inmersa en consignas y estrategias macabras para el sostén del régimen madurista, desconoce lo que acontece en el antiguo país de los soviets, y como es lógico la indiferencia total ante el suceso. Pero si de ignorantes se trata, nada más representativo que el mensaje de Evo Morales, quien suele hacer un derroche de sus limitaciones intelectuales que le aproximan con frecuencia a Maduro. En esta ocasión escribió en su Twitter, -muy de moda entre los políticos de estos tiempos-: "Hace 100 años, como hoy, triunfó la Revolución Rusa, campesinos y obreros unidos lograron conformar el primer estado socialista del mundo", (cualquier parecido con una oración de un estudiante de enseñanza básica es pura coincidencia), y se refirió además al hecho como un ejemplo en la lucha contra la tiranía y la desigualdad. La sede de la vicepresidencia boliviana desarrolló el encuentro internacional "A 100 años de la Revolución Rusa", en el que se analizó su influencia en la izquierda de América Latina. El evento que se extendió por tres días, congregó a políticos e intelectuales de Brasil, Perú y Chile, además de incluir una conferencia del vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, en el auditorio del Banco Central, en La Paz. Convocatorias aisladas y sin repercusión alguna tuvieron lugar por parte de algunos comunistas de países como Uruguay y Perú.
(Continuará)...
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