Si el pueblo protesta, publica un desmentido Por Ernesto Pérez Chang Cubanet 4 de septiembre de 2017
Las ‘bolas’ en Cuba tienen sus raíces dentro de las instituciones gubernamentales, que las usan como método de Control LA HABANA, Cuba.- Hay una frase que de cierta forma puede dar una idea del ambiente de profunda desinformación creado por el gobierno castrista desde los años 60. No hace mucho la usó un actor en uno de esos programas humorísticos “permitidos” en la televisión oficialista. Autorizados tal vez porque funcionan como válvula de escape frente al descontento general.
“Cuando escuches dicen, dalo por cierto”, jaraneaba el personaje mientras le contaba a una familia aquello que había escuchado sobre el hallazgo de petróleo en el terreno que ocupaban.
La frase hacía mofa de los constantes “rumores” o “bolas” que circulan en la Isla debido a que raras veces las medidas, regulaciones, cambios, propuestas y demás ordenanzas emanadas del gobierno se realizan o se vuelven efectivas previa consulta pública, aunque sí con posterioridad a sondeos y estudios que se manejan con diversos grados de discreción.
Las cosas “vienen de arriba”, sin aviso oficial o con muy escasa divulgación, y generalmente son aquellos “cambios”, tan temidos, que tienden a afectar a una buena parte de la población, sobre todo cuando llegan para profundizar la pobreza, sumar obstáculos a la realización personal, o a coartar las libertades y los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Muy pocas veces circulan “rumores” cuando se trata de algo que genere satisfacción en el pueblo. Recordemos el anuncio del proceso de normalización diplomática entre los Estados Unidos y Cuba o la posterior visita de Barack Obama y cómo estos dos acontecimientos apenas generaron rumores la víspera.
Aquellas medidas que favorecen o pudieran beneficiar, aunque sea en medio grado, la popularidad de un gobierno cada día más impopular, generalmente no necesitan de sondeos previos para determinar los efectos. Se dicen y ya. En cambio, con aquellas que por impopulares pudieran resentir aún más los cimientos de un régimen en crisis, se tiene el cuidado de someterla, de modo muy cauteloso, a la opinión pública. Es decir, se lanza la “bola” como a quien se le cae de la mano. Eso, en Cuba, lo sabemos todos.
Los rumores no se generan de la nada y, sin excepción, tienen sus raíces dentro de las propias instituciones gubernamentales involucradas que los usan como método de control.
Sobrados son los ejemplos. Durante los años 90 y principios de los 2000, cuando más variaciones tuvo el cambio del peso cubano frente al dólar, tanto en CADECA como en el propio Banco Nacional, las tasas eran conocidas por las personas mucho antes de que se hiciera el anuncio oficial. Igual sucedió con la eliminación del llamado “chavito”, la despenalización del USD o la puesta en circulación del CUC.
Los rumores corrieron por las calles del país meses antes de que fueran anunciadas de manera oficial las sucesivas reformas monetarias, lo cual sirvió al gobierno para amortiguar el caos, que hubiera podido generar revueltas y otros tipos de protesta en un ambiente ya caldeado por una caída libre hacia la peor de las crisis económicas y políticas desde 1959.
Fueron los años 90 el momento en que este método de sondeo, y al mismo tiempo de control, fue perfeccionado sobre todo para los asuntos relacionados con la economía. Según un destacado profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana, consultado por CubaNet, muchas de las reformas llevadas a cabo en esos años y que afectaban negativamente, de alguna manera, la popularidad del gobierno eran sometidas a “experimento”.
“(En los 90) el llamado Grupo de Apoyo de Fidel Castro fue ampliado y se crearon grupos de personas que se encargaban de redactar diariamente informes sobre las cosas que escuchaban en las calles (…). Se les pedía que llegaran a una parada (de ómnibus) o se acercaran a un grupo de personas y provocaran determinada discusión, que introdujeran incluso rumores sobre cosas que ya estaban en fase de experimento, entonces, todas las noches, el propio Fidel Castro, en persona, se reunía en el Consejo de Estado con el grupo para analizar los informes (…) eso era así”, asegura este profesor que, por temores a represalias, prefiere ocultar su identidad.
Fue el método más usado durante los años 90. Según personas entrevistadas que integraron estos grupos, su trabajo consistía en provocar y “explorar” estados de opinión para de cierta forma controlar en el terreno, lo que no era posible por medio una prensa oficial no diseñada para tales funciones.
“No había una penetración amplia de lo que hoy conocemos como prensa independiente. Los rumores eran el mecanismo de exploración”, dice un ex funcionario del gobierno que fue testigo de tales prácticas y que ha ofrecido su declaración bajo anonimato por temor a represalias.
“Si era favorable, bien. Si no lo era, se publicaba un desmentido. Eran rumores y solo eso. Los ánimos se calmaban. Pero recuerdo que cuando se decidió eliminar la estimulación en divisa en algunas empresas, o también la llamada javita (productos de aseo y otros de primera necesidad que entregaban como parte del salario en algunas empresas estatales), se nos pidió que habláramos del asunto, que recogiéramos las opiniones. (…) Cuando aquello se comenzó a decir que era una idea de Carlos Lage (Primer Vicepresidente, posteriormente destituido por Fidel Castro), con lo cual también se podía comparar el grado de popularidad de Lage con respecto a Fidel (…). Recuerda que en aquellos años la gente hablaba de que Lage era más sencillo, que iba en bicicleta a trabajar, eso estaba generando simpatía entre la gente. Fidel estaba muy preocupado con eso”, comenta el ex funcionario.
En la actualidad ha sido el cuentapropismo, unido al temor a que una parte importante de la población logre alcanzar esa independencia económica que ponga en riesgo los basamentos del régimen, uno de los asuntos internos que más estudios y experimentos ha concebido en el seno del propio gobierno y, en consecuencia, el que más rumores ha generado, sobre todo referidos a los mecanismos de control que habrán de emplearse para colocarlo permanentemente en desventaja con respecto a la empresa estatal socialista.
Los resultados de todos los análisis han revelado y revelarán una verdad que a la vez es un dilema difícil de resolver: el proceso de privatización supone el dramático fin del régimen actual o al menos su transformación paulatina en una verdadera democracia, lo cual obliga al gobierno a regular y revisar cuidadosamente estas transformaciones sin perder protagonismo e incluso marginando toda iniciativa independiente de él. También, por otra parte, teniendo cuidado de no causar demasiados traumas a una economía informal de la cual vive más del 90 por ciento de la población cubana.
Las medidas contra el mercado negro y el comercio semi-clandestino, sobre todo el del combustible y los artículos de primera necesidad, deben ser examinadas con rigurosidad porque generarían tal descontento que los efectos pudieran acarrear mucho más daños que beneficios.
Las recientes informaciones sobre las modificaciones de las normativas aduanales, que impactarían en la importación de productos por parte de los cuentapropistas para su posterior comercialización en un mercado paralelo al estatal, fueron generadas por la propia institución con toda intencionalidad para sondear las reacciones de las personas. Funcionarios de la propia Aduana estuvieron preparándose para unos cambios que también en cierto modo los afectarían.
Un oficial de Aduana del Aeropuerto de La Habana, nos ha dicho que la nota de desmentido de la institución lo dejó sorprendido, más cuando en las últimas semanas se venía hablando del asunto como algo inminente, aseguró:
“Nunca se habló de una fecha pero se hablaba de lo de los pagos en CUC, sobre todo en cuanto a la importación de teléfonos (…) para que las personas se vieran obligadas a comprar los aparatos en ETECSA, se habló de todo eso. (…) Y en las reuniones siempre sale el problema de que somos uno de los aeropuertos más lentos del mundo, en cuanto a tráfico de personas, a pesar de que no manejamos demasiados vuelos en el día, y una de las cosas que lo hacen lento es la cantidad de equipajes por pasajero, la cantidad de carga no acompañada y la demora en los procesos aduanales de declaración, inspección. (…) Esas medidas iban por ahí”, dijo este funcionario bajo condición de anonimato por lo delicado del asunto.
Lo cierto es que nadie en Cuba, que sepa cómo se maneja la información por parte de quienes la controlan en su casi totalidad, puede ignorar los rumores y “bolas” que constantemente circulan en su entorno, mucho menos cuando se conoce por qué se generan y cuánto de posibilidad real contienen de acuerdo al contexto en que vivimos. Como aconseja el actor humorístico sobre el cual escribí al inicio: “Cuando escuches dicen, dalo por cierto”, al final, ya sabemos los provechos de una guerra avisada.
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