Carta a mi padre al cumplirse un siglo de su nacimiento. Primera y 2da. Parte. Por Félix José Hernández.
Amado Hernández Padrón, Camajuaní, Cuba, 1940
París, 30 de enero de 2017.
Querido padre:
Según se acerca el 5 de febrero, fecha en que se cumplirá un siglo de tu nacimiento allá en la finca Estancia Vieja , al este de Santa Clara, te recuerdo más de lo acostumbrado. Fuiste el noveno y último hijo de Doña María y Don Félix. No me es difícil imaginar la alegría que procuró tu nacimiento a tus padres y hermanos. Pero a los largo de los 87 años de vida que Dios te dio, tuviste el dolor de verlos partir a todos.
Unos sicarios asesinaron a tu padre cerca de la finca y ahorcaron a tu hermano José -de solo 9 años- en la casa de tabaco, para así “convencer” a tu madre para que vendiera la finca. No lograste conservar recuerdos de tu padre, todo sucedió cuando apenas comenzabas a caminar. ¿Sería ésa la causa principal por la cual fuiste el mejor padre del mundo, para mi hermano y para mí?
Sé que tengo una cita pendiente contigo y mi madre. Ustedes están más juntos que nunca gracias a Dios. Aunque la abyecta tiranía de los hermanos Castro nos haya separado, espero que más temprano que tarde pueda llevarte un ramo de flores y lo logre depositar allí en donde en paz descansas junto a la mujer de tu vida, mi adorada madre en el Cementerio de Camajuaní.
Si Dios no me da vida para que llegue ese momento, le ruego que nos podamos encontrar de nuevo en otro sitio, allá donde ustedes dos descansan en paz por la eternidad.
Te envío este hermoso regalo que me hizo llegar desde los EE.UU. mi estimada amiga, la poetisa Martha Salazar Quintero, acompañada de una bella carta como las que ella suele escribir:
“Padre es aquél…"
Padre es aquél…
Hombre, que sin sentir el “palpitar”
De nuevas vidas, se estremece ante los llantos…
De un “recién nacido”
Padre es aquél…
Hombre, que presuroso, se desvía de “su camino”
En auxilio y conmovido ante los píos doloridos…
Del polluelo, en llamado a su madre,
En momentos de peligro, o si está perdido.
Padre es aquél…
Hombre que adivina en la mirada de la mujer,
El llanto “callado de una madre”, por el hijo perdido
O, que se fue, y quizás no vuelva, a ver.
Padre es aquél…
Hombre, que, en instantes…
¡Olvida su grandeza y su poder de SER!
Para volver a hacerse niño y ¡jugar…!
Jugar, olvidado de todo, y de todos…
Padre es aquél… Jugando al lado de “sus hijos”
Hombre, que con celo, cuida y vela, Como si fuese “Un párvulo Él”
como “fiel centinela” ¡Olvidando otros deberes!
Al lado de su mujer, viendo a sus hijos
¡Crecer…! ¡Triunfar!
Al lado de la llama del amor,
que no es otro que, ¡Su Hogar!
Martha Salazar Quintero © Libro: Sueños Ecos y Silencios… Union City, New Jersey, 24 de abril de 2010”.
Nuestro amigo, el poeta y periodista cubano Sergio Galán Pino, me envió esta hermosa carta desde Miami.
“Estimado amigo Félix José:
Acabo de leer ese bello poema titulado “Padre es aquél…”, que con motivo del Día de los Padres hubo de escribir la egregia poetisa colombiana Martha Salazar Quintero, que por su emotivo contenido, me obliga a exponerte, en breves líneas, unas humildes consideraciones al respecto.
Y comenzaré por decirte que soy de los que (más que pensar) , afirman categóricamente, por estar convencido de ello, que por un infalible (y, ¿por qué no? acaso muy razonable) designio de Dios (que es el Padre Supremo), es que el hombre se prolonga en el hijo y éste, a su vez, se repite, en una armónica concatenación biológica, que perpetúa – casi accidentalmente – el propósito divino de la Creación, concretado en su conocido “creced y multiplicaos”…
Así pues, todo padre coadyuva, inconscientemente, a través del conjuro misterioso del amor, a hacer tangible ese divino propósito, ennoblecido en la entelequia del hijo que le nace.
Pero lo que lo ennoblece no es crear (que es sólo un accidente biológico) sino criar, que es como modelar un alma con los edulcorantes cinceles de la entrega a un ideal de perfección humana.
Criar que se traduce en el inefable desvelo ante el hijo que duerme en la cuna en noches de incertidumbres insospechables; criar que es como estrujar las tempranas rosas de nuestra juventud, en aras de ver una simple sonrisa en el rostro infantil de ese átomo gigante en que se manifiesta la más pura gota de nuestra propia sangre; criar que es como renunciar a uno mismo, en una complaciente negación de todo ego; criar, en fin, que es como jugarse con los naipes del destino, nuestra fe en la vida, ahogando los siempre bien fundados temores de posibles riesgos.
Por eso, al leer este bello poema de la poetisa Martha Salazar Quintero, donde el amor filial enmarca su estro, para ofrecernos en bien trazadas pinceladas poéticas un cuadro exacto de lo que es un padre, no he podido evitar, redactarte estas breves líneas, en justo reconocimiento a este bello fragmento de su obra poética que tanto ha aristocratizado al mundo hispano de las letras.
Vaya pues, para ella nuestras más sinceras felicitaciones y para ti, estimado Félix José, nuestros mejores votos porque esa imagen de tu padre que conservas en ese viejo retrato, permanezca en tu corazón de hijo, siempre fresca, como en aquellos lejanos días de tu amado Camajuaní.
Sin otro particular, te envía un fuerte abrazo junto con el más sincero deseo de que pases un Feliz Día de los Padres junto a tu hijo, quien sabes te aprecia y admira: Sergio Galán Pino”.
Esta es la más bella canción que conozco dedicada a un padre que Dios llamó. Su título es "Mon Vieux" (Mi Viejo), la interpreta el cantautor francés Daniel Guichard:
Siempre que la oigo me vienes a la mente y las lágrimas me nublan la vista.
Te envío la traducción que te hice:
“Mi Viejo”
Con su viejo abrigo raído
Se iba en invierno, en verano
En la pequeña mañana friolera
Mi viejo.
Descansaba sólo un domingo a la semana
Los otros días, trabajaba para la comida
Que iba a ganar como podía
Mi viejo.
En verano, íbamos a ver el mar
Ves, no vivíamos en la miseria
Pero no era tampoco el paraíso
Era así tan bien que mal.
Con su viejo abrigo raído
Tomó durante años
El mismo autobús de suburbios
Mi viejo.
En la tarde volviendo del trabajo
Se sentaba sin decir una palabra
Era del tipo silencioso
Mi viejo.
Los domingos eran monótonos
Jamás recibíamos a nadie
Eso no lo hacía desgraciado
Yo creo, mi viejo.
Con su viejo abrigo raído
Los días de paga cuando volvía
Lo escuchábamos protestar un poco
Mi viejo.
Nosotros, conocíamos la causa
Contra todos: burgueses, patrones,
La izquierda, la derecha, incluso Dios
Con mi viejo.
En nuestra casa no había televisión
Era afuera a donde yo iba a buscar
Durante algunas horas la evasión
¡Sabes, yo era un imbécil!
Pensar que pasé años
Al lado de él sin apenas mirarle
Apenas nos veíamos
Nosotros dos.
Yo hubiera podido, no fui listo
Hacer junto él un poco de camino
Eso quizás lo hubiera hecho feliz
Mi viejo.
Pero cuando se tiene quince años
No tenemos un corazón bastante grande
Para alojarlo todo
Ves.
Ahora que está lejos de aquí
Pensando en todo ésto, me digo :
"Me gustaría tanto que estuviera cerca de mí "
Papá…
Un gran abrazo desde estas lejanas tierras allende los mares, con la esperanza siempre presente, de que algún día nos podamos volver a encontrar.
Félix José Hernández.
Se cumplen cien años del nacimiento de mi padre: (Segunda parte).
Ofelia Valdés Ríos & Amado Hernández Padrón. Camajuaní, Cuba, 28 de diciembre de 1940.
París, 30 de enero de 2017.
Mi querida Ofelia,
El próximo 5 de febrero se cumplirán cien años del nacimiento de Papá.
El día 14 de septiembre recibí un sobre con las tres fotos. ¡Qué bello regalo me has hecho! Las conocía muy bien. En la que aparecen mis padres, fue tomada al día siguiente de su boda en Camajuaní, el 27 de diciembre de 1940. Esa foto estuvo siempre en la sala de mi modesta casa de la calle Fomento (hoy Raúl Torres). Mi padre tenía 23 años y mi madre 22. Las otras dos fotos de mi padre, le fueron dedicadas por él a la que sería la mujer de su vida, unos meses antes de contraer nupcias. Ambas estaban en portarretratos en el cuarto de ellos, sobre la cómoda, en unión de varias más.
¡Cuántos recuerdos han venido a mi mente gracias a esas fotos
Mi madre falleció en San Cristóbal de La Habana, el 22 de abril de 1988, después de varios días en estado de gravedad. Pero estuvo rodeada de seres queridos hasta el último suspiro. Yo desde este lado del océano, tuve que imaginar cómo fue el entierro, cómo fue el recorrido desde la Funeraria Bernardo García de Zanja y Belascoaín hasta el Cementerio de Colón. Mi padre y mi hermano me lo explicaron por teléfono y después en largas cartas. Muchos amigos y familiares asistieron a sus exequias.
Dos años después, mi padre en persona trasladó sus restos hasta el Cementerio de Camajuaní, allá en Las Inquietas Villas. También "lo viví" casi en directo gracias al teléfono.
No sé cómo pueden hacer los ateos, pues a mí sólo la Fe y la oración ante la Virgen y Cristo, me trajo serenidad.
A la entrada de las murallas la bella ciudad croata de Dubrovnik, en el Mar Adriático, vi esculpida en la piedra su divisa: "Non bene pro toto libertas venditur auro" (La Libertad no se vende ni por todo el oro del mundo). Creo que es una gran verdad, pero a veces me parece que los que hemos escogido la Libertad, nunca terminaremos de pagar el precio por ella.
Mi padre fue llamado por Dios el 27 de julio de 2004. Su nueva esposa no le avisó a nadie. Sólo tres personas asistieron a su entierro. Mi hermano, que vive con su familia en Italia, se enteró por casualidad y me lo hizo saber. Fue sepultado en una de esas tumbas anónimas colectivas color ratón por la "compañera" esposa, ex militar de las "heroicas" Fuerzas Armadas Revolucionarias. En la sepultura colectiva número 8 de la fila ll.
Mi dolor fue tremendo. Sus sobrinos de Santa Clara o Miami no lo supieron, ni mi hermana de crianza que vive en Cuba. ¡Nadie!
Durante esos dos años viví con la preocupación que cuando exhumaran sus restos en el Cementerio de Colón, esa « compañera » decidiera no reclamarlos y que los tiraran a la fosa común, allí donde los brujeros van a servirse como si fuera un supermercado gratuito, para hacer sus brujerías y preparar sus maleficios con los huesos de los difuntos.
Por suerte, gracias a mi primo Alberto se pudieron recuperar los restos el día de la exhumación y llevarlos a Camajuaní. Los restos fueron transportados hasta el cementerio en una bicicleta. Los enterraron mis primas, María Aurelia y Aurelita. Esta última lo quería como si fuera su padre. Eso ocurrió el 14 de septiembre, el mismo día que llegó el de sobre con tus tres fotos.
Aurelita pidió al sepulturero que pusiera las cajas con los restos de mis padres bien juntas una a otra, antes de cubrirlas con la tierra. Lo que me recordó el final de la canción de aquella gran trovadora que fue María Teresa Vera (1895-1965) y que a mi padre gustaba tanto: "Boda Negra".
A continuación te reproduzco algo muy hermoso, que escribió Verónica A. Shoffstall, aunque hay quienes lo atribuyen al genial argentino Jorge Luis Borges. Me lo envió mi amiga Marta desde New York:
"Sólo con el tiempo".
Después de un tiempo uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar el alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y que una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender...
Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos, y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes... y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad.
Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado... hasta el sol quema. Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar que alguien le traiga flores.
Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno es realmente fuerte, que uno realmente igual vale, y uno aprende y aprende... y con cada día uno aprende.
Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro, significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado.
Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos y sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas.
Con el tiempo te das cuenta de que si estás al lado de esa persona sólo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás no deseando volver a verla.
Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el que no lucha por ellos, tarde o temprano se verá rodeado de amistades falsas.
Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste durante toda la vida.
Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es sólo de almas grandes.
Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual.
Con el tiempo te darás cuenta que aunque seas feliz con tus amigos, algún día llorarás por aquellos que dejaste ir.
Con el tiempo te darás cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible.
Con el tiempo te darás cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones y desprecios multiplicados al cuadrado.
Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana es demasiado incierto para hacer planes.
Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas.
Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.
Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado.
Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo,... ante una tumba, ya no tiene ningún sentido.
Pero desafortunadamente, sólo con el tiempo..."
Y yo, mi querida Ofelia, después de haber salido de Cuba, le dije a mi madre todo lo que la amaba, le supliqué que perdonara mis majaderías y torpezas. Incluso en un cassette de una hora de duración, en un largo monólogo le confesé como la extrañaba y todas mis nostalgias.
Sin embargo no le dije nunca a mi padre que le quise, nunca le pedí perdón por mis faltas, ni le hice saber cómo lo necesitaba. Desgraciadamente, como escribió el gran Borges, si un día puedo ir a inclinarme ante la modesta tumba de ese cementerio perdido en un bello valle de la Perla de las Antillas, ya no tendrá sentido pedirle perdón.
Mi Cuba me duele, cada día más. Ayer por la mañana vi un excelente reportaje sobre Los Zafiros en la Internet. Volví a ver mi calle Soledad y el Parque Trillo por donde tantas veces pasé con mi padre y adonde él llevaba a mi hijo a jugar.
Por la tarde la tv gala pasó un reportaje sobre las Damas de Blanco. Las vi desfilar dignamente con gladiolos en las manos desde la esquina de la calle Neptuno y Hospital hasta Infanta y bajar hacia el Malecón. Un hombre en bicicleta las insultaba, otro gritaba eslóganes a la gloria de los Castro y de su régimen, un viejo las amenazaba. Pero un señor se acercó a una de ellas, tomó un gladiolo y le dijo: ¡Qué Dios te bendiga!
No quiero continuar a contarte mis añoranzas, en esta tarde de llovizna invernal parisina, pero deseo terminar reproduciéndote dos estrofas escritas por el gran José María Heredia, el que escribió el Himno del Desterrado (1825). Nació en Santiago de Cuba y murió en México, en la pobreza y el desamparo del exilio, con sólo 35 años, el 7 de mayo de 1839.
"Cuba, Cuba, que vida me diste,
dulce tierra de luz y hermosura,
¡cuánto sueño de gloria y ventura
tengo unido a tu suelo feliz!
(...)
¡Dulce Cuba!, en tu seno se miran,
en su grado más alto y profundo,
la belleza del físico mundo,
los horrores del mundo moral."
Como habrás constatado, la actualidad de ese bello poema es asombrosa.
Te quiere siempre,
marcelo.valdes@wanadoo.fr
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