FIN DE LA PESADILLA OBAMA. Por Hugo J. Byrne.
De acuerdo a quienes conocen los intrincados vericuetos de la mente, los sueños desagradables que llamamos pesadillas sólo duran segundos y ocurren justamente antes de despertar. No obstante, en nuestra memoria unas pesadillas duran más que otras, aunque lo que ocurre en realidad es que algunas son más angustiosas y en consecuencia parecen más largas. Estamos a pocos días de despertar de la peor pesadilla que ha afectado a esta nación desde la Guerra Civil, ambas Guerras Mundiales y septiembre 11 del 2001. Esta ha durado ocho fatídicos años. ¿Realmente tanto tiempo? Me quedo algo corto. En realidad esa pesadilla empezó algunas semanas antes de que el Mesías de MSNBC, CNN y el New York Times, se convirtiera en candidato demócrata a la presidencia en 2008. Durante un debate de esa campaña con la candidata Clinton, Obama afirmó que en su criterio los impuestos federales a las ganancias a largo plazo se debían aumentar, aunque causaran menores recaudaciones federales. Tan simple como eso. Desde ese momento supe la naturaleza de lo que se nos venía encima: un presidente fanáticamente activista de la izquierda. Un arrogante y convencido socialista. Alguien quien aspiraba “beneficiar a la humanidad” mediante la renuncia de Estados Unidos al liderazgo mundial. Obama aún habla y actúa como si la existencia de Estados Unidos haya sido un factor negativo en el devenir histórico de la humanidad. Increíblemente no está sólo. La Cátedra de Historia de la Universidad George Washington por ejemplo, acaba de informar oficialmente al público que elimina de su currículo el estudio de la Historia de Estados Unidos. Me pregunto con qué lo substituirá. Como todos los aferrados a nociones utópicas, Obama es incapaz de distinguir entre la verdad y el absurdo. Por eso es “neutral” entre Israel, nuestro único aliado confiable y los terroristas musulmanes que lo asedian y amenazan con su extinción. Su peregrinación apologética por las naciones Islámicas al comenzar su desastrosa administración, incluyendo su abyecta, exagerada reverencia al Rey de Arabia Saudita, fueron elocuentes demostraciones de lo que estaba por venir. Sus confusas y despistadas referencias históricas a las Cruzadas fueron un insulto a la inteligencia de todo estudioso honesto de historia. Su elocuente silencio de las múltiples formas de conquista y opresión histórica del occidente por parte de los terroristas mahometanos es inconcebible. Se dice con sobrada razón que ocultar la verdad equivale a engañar. Yo diría que ignorar la verdad es en sí una mentira. La más insidiosa de todas y Obama la practica desvergonzadamente. La última puñalada traicionera de Obama a Israel, ocurrió en ese cónclave estridente, pomposamente llamado “Consejo de Seguridad de Naciones Unidas”. En ese organismo debatiente se reúne con regularidad una manada de figurones representando una serie de estados, muchos de los cuales son artificiales y nunca han representado sociedades legítimas. Estas cajas de resonancia infrahumanas sólo tienen el banal propósito de oírse hablar entre sí y ser escuchadas por los regímenes que las auspician. El podio de la “Asamblea General de Naciones Unidas” ha servido de tribuna de antropófagos confesos, como Idi Amín Dada y genocidas también confesos, como Ernesto Guevara. Es un gran error despreciar el peligro que representa “Naciones Unidas” para Estados Unidos. Su sede, en New York no es más que un cubil de espías y un permanente refugio subversivo de enemigos de esta república, todos provistos de pasaportes diplomáticos. Estos “representantes extranjeros”, no sólo son bien capaces de cometer todo tipo de fechorías aquí, sino que lo único que podemos hacer para castigar su ilegal comportamiento es expulsarlos de nuestro territorio. No en balde el forjador de “Naciones Unidas” y redactor de sus estatutos, Alger Hiss, sirvió varios años en prisión, convicto de perjurio. Hiss espiaba contra su patria para la dichosamente difunta Unión Soviética. Hace pocas horas el delegado de Obama ante esa sucursal del infierno, se abstuvo de votar contra una resolución que condenaba la construcción de nuevos asentamientos en territorio israelita, colonizado y civilizado desde 1967. ¿Alguien razonablemente objetaría que se construyeran nuevos condominios en San Antonio, Texas, o en San Diego, California, alegando que esas tierras en un tiempo no muy lejano no eran parte del territorio de Estados Unidos? ¿Le daría el lector potestad a “Naciones Unidas” para condenar la construcción de tales ampliaciones urbanas? El Primer Ministro israelí acusa a Washington de urdir esa llamada resolución en el “Consejo de Seguridad”. El Presidente Obama, a través de sus voceros en la Casa Blanca, lo niega. Amigo lector: ¿Quién le ha mentido a usted varias veces antes, Obama o Netanyahu? No hay mal que dure cien años y las buenas noticias son que la pesadilla Obama termina el 20 de enero próximo. Un nuevo ejecutivo se ocupará de conducir esta nación desde esa fecha. Donald Trump nos prometió “desecar la ciénaga” ¿Cuál mejor primer paso sería que expulsar para siempre a “Naciones Unidas” del territorio americano junto a todos los reptiles venenosos que la habitan? De ser posible deberíamos incluir al mismísimo Obama y al Embajador John Kerry en el cambalache. Pasadena, 27 de diciembre del 2016
hugojbyrne@aol.com
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