Después de la efervescencia. Por Alberto Gutiérrez Barbero.
Al fin murió el tirano cubano cuyo nombre desde hace años no menciono ni escribo, también evito ver sus fotos y hasta rechacé lo que mostró la televisión norteamericana sobre su funeral pues me ocasionó una tremenda repugnancia. Mucho me satisface que no lo conocí personalmente y que nunca tan siquiera lo ví de lejos. Sin embargo al principio de mi adolescencia al visitar con mis padres la Provincia de Oriente casualmente pasamos muy cerca del Cuartel Moncada pocos días después del ataque que él dirigió el 26 de Julio de 1953, pero por supuesto no imaginamos que era el comienzo de las nefastas actividades castristas que arrastrarían a Cuba hacia el abismo. Comprendo porqué especialmente en Miami se celebró con mucha satisfacción su reciente fallecimiento, aunque ya terminó esa efervescencia y más me inclino a reconsiderar el enorme sufrimiento que él ha causado en Cuba desde 1959.
Continúo lamentando con mayor énfasis lo sangriento y el resto de la barbarie que desencadenó por cinco décadas de San Antonio a Maisí. Son terriblemente irreversibles los miles y miles de fusilamientos, también otros muchos asesinatos como el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, el hundimiento del remolcador 13 de Marzo, la matanza de Canímar, etc, etc . En 1953, mucho antes que tiranizara al pueblo cubano, copiando a Hitler nada más y nada menos "La historia me absolverá" fue su frase final al ser enjuiciado luego del fracasado asalto al cuartel santiaguero y después que ha muerto inclusive mandatarios extranjeros, como múltiples canallas de Cuba y de otros países, asquerosamente lo han alabado sin vacilaciones.
De todas maneras yo que no soy ni una pizca de la historia jamás lo absolveré. Cordialmente,
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