Ortega, presidente vitalicio Por Pedro Corzo 17 de junio de 2016
Una eventual victoria de Daniel Ortega en los próximos comicios generales de Nicaragua demostraría que los autócratas acceden al poder y lo conservan, fundamentalmente por su habilidad para rodearse de un núcleo duro de incondicionales y la política clientelar que desarrollan, con independencia al talento que puedan poseer.
Daniel Ortega, gracias a numerosas maniobras, en particular, sus alianzas temporales con el convicto ex presidente Arnoldo Alemán, el manejo de las contradicciones y errores de la oposición real y muy en particular la manipulación de las frustraciones del electorado por medio de propuestas mágicas que lamentablemente tienden a calar en el imaginario colectivo, ha gobernado su país por los últimos nueve años y se apresta para un tercer mandato.
Hay que reconocer que Ortega es un sobreviviente. El gobernante es un producto genuino de la Guerra Fría y del Socialismo Real, creado a la imagen y semejanza de Fidel Castro, el principal auspiciador de las guerrillas del Frente Sandinista de Liberación Nacional y el sostén principal, tanto económico, militar y político, de los primeros once años de gobierno del caudillo centroamericano.
Ortega, a quien no se le atribuía un talento especial para la política, fue capaz de reinventarse, se sumó al Socialismo del Siglo XXI que financiaba Hugo Chávez, quien le entregó para su provecho y el de su corte, miles de millones de dólares con el objetivo de reconquistar el poder y sostener una política clientelar que le permitiera seguir comprando conciencias.
El caudillo nicaragüense ha establecido una dictadura institucional como sus pares de la Alianza Bolivariana de las Américas, que aunque después de la muerte de Chávez ha perdido protagonismo, sigue siendo un instrumento en el que se consolidan alianzas y se despliegan estrategias, que tienen el objetivo de destruir las democracias.
El régimen nicaragüense está sustentado en un férreo control de los poderes públicos. Un ejemplo trascendente fue el fallo de la Asamblea Nacional a principios del 2014, cuando se reformó el artículo 147 de la Carta Magna que permite a Ortega postularse indefinidamente, este laudo, corrigió una sentencia anterior de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo, 2011, que aunque favorecía al caudillo, le permitía postularse por una sola vez.
El FSLN, es un coto privado de Ortega y su familia. La organización está bajo su absoluto control, por eso resultó elegido por séptima vez candidato a la presidencia de la república, posición que ocupó entre 1979 a 1990 y que recuperó en el 2007, con solo el 38 por ciento de apoyo popular, gracias a la maniobra electoral que concertó con el ex presidente Alemán, en la que primaron los intereses de ambos, aunque el más favorecido fue el comandante sandinista.
Ortega busca perpetuarse en el poder y no está dispuesto a correr ningún riesgo, por eso ha declarado unilateralmente, en contra de lo que dispone la Ley Electoral, que no habrá observadores internacionales de la OEA, Unión Europea o el Centro Carter, a pesar de que la oposición ha denunciado fraudes en comicios anteriores, particularmente en las presidenciales del 2011.
El dos veces presidente de Costa Rica y premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, ha rechazado la negativa de Ortega a que hayan observadores en los comicios y expresado su respaldado a un documento promovido por el Movimiento por Nicaragua que demanda elecciones transparentes en el 2016, otro tanto ha hecho el cardenal Leopoldo Brenes, quien dijo que la presencia de observadores internacionales era un sentimiento de la población de su país.
Sectores de la oposición nicaragüense desconfían del Consejo Supremo Electoral, temen que no haya transparencia y honestidad en el desarrollo y cierre de los comicios, y reclaman un activismo firme que haga respetar la voluntad popular, a la vez que demandan una campaña internacional a favor de la democracia y por la presencia de observadores internacionales.
Daniel ha demostrado ser un travesti ideológico y político cuando inicia una campaña electoral, al extremo, que su hermano Humberto, quien fuera jefe del ejército, le acusó en una ocasión de distanciarse del ideario sandinista. Cuando le conviene, su discurso es de reconciliación, pacifista, a favor del dialogo y la superación de las diferencias, carga sus arengas con referencia a Dios, y hasta pide perdón, pero cuando se monta en el caballo blanco, como Ramiro Gómez Barrueco denomina el poder, se transforma en lo que realmente es, un déspota cruel y despiadado.
Evidentemente el reto es grande. La familia Ortega ejerce un férreo control sobre los poderes del estado, maneja la mayoría de los medios de información además de contar con recursos suficientes para comprar a los que prefieren que les regalen pescado y no aprender a pescar.
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